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Oficios sin gremio

Bichos y parientes

Ya todo se puede aprender en YouTube. ¿Cómo calcular el capital de conocimientos gratuitos que van quedando a disposición de cualquiera?

Julio Hubard
Ciudad de México /

Tuve que contratar a un plomero. Una tubería muy vieja, filtraciones, etc. Había que levantar los azulejos del piso. Ya conocía yo a don Aarón como plomero honesto y bueno en su oficio, pero cuando le pregunté si requeriríamos de un albañil, me dijo que no: que él ya sabía cómo usar el esmeril, picar el concreto, colar y colocar de nuevo el azulejo. Hace tres años tuvimos que contratar a un albañil, porque Aarón solamente se hacía cargo de la instalación hidráulica. Aprendió otro oficio. En YouTube.

Siempre han existido cofradías y gremios en círculos comerciales, políticos, deportivos, pero los más notables son los que resguardan los conocimientos prácticos de los oficios, las artes de hacer, de meter las manos: eso que la cultura norteamericana llamó know-how. Tradicionalmente, los conocimientos de los oficios se guardaban con secretos tan importantes como los de las disciplinas sacras. Los herreros, canteros y vidrieros tenían ritos iniciáticos y hasta literaturas ocultistas para resguardar sus saberes. Divulgarlos era traición y sacrilegio. Los masones, los alquimistas y hasta los tañedores de campanas (según cuenta J.K. Huysmans, en Là-bas) formaron sus cofradías secretas, con penas de muerte y todo, para proteger el conocimiento que les daba su lugar especial e indispensable y, con frecuencia, transfronterizo, tanto en la economía como en la sociedad. Los alquimistas desaparecieron con la industrialización de sus materiales, pero los masones, ya no como albañiles sino como constructores en general, llegaron a ser gobernantes y constructores de naciones.

El conocimiento de un oficio podía ser un compromiso mortal en el que cabían solamente los iniciados hasta que el mercado editorial, principalmente de los Estados Unidos, supo ocupar el espacio abierto por una sociedad que se expandía territorialmente de modo extraordinario. H. D. Thoreau estaba muy orgulloso de su autarquía y de haber construido con sus propias manos la cabaña en la que vivía, junto al pequeño lago de Walden. De ahí, de su autonomía personal frente a la naturaleza, obtuvo una marca que heredó a la idea que los estadunidenses tienen de sí mismos como nación. Por supuesto, no sólo es Walden (1854). Antes fue Emerson y esa filosofía de Self Reliance (1841), que indaga en “un yo aborigen en el que se puede basar una confianza universal”.

Esa confianza en uno mismo, en las propias fuerzas y en que la verdad me espera en algo más dentro que mis tripas, impulsó un mundo entero. Junto con las máquinas y las herramientas para construirlas, se disparó una industria editorial enorme: diagramas, instrucciones, libros y revistas de aprendizaje técnico. Las filosofías de Emerson y Thoreau no sólo conformaron la ética norteamericana, sino que dejaron dos vástagos de aplicaciones prácticas: la autoayuda (donde hay desde cosas útiles de comportamiento hasta las muestras más patéticas de la soledad espiritual) y el do it yourself. Todos los nacidos en el siglo pasado han de recordar la maravillosa revista Popular Mechanics (o su versión mexicana, en español).

Una ventaja única en la historia: los oficios se pueden aprender sin gremios y hasta sin maestros. Una consecuencia indeseada: la soledad gringa, que puede ser inhumana. Y, sí, todas las sociedades modernas sufren el contagio de la soledad, pero la patente es gringa. Como comparar a Dickens con Melville. Las aglomeraciones urbanas europeas y el comienzo del estudio de las masas de Gabriel LeBon o Gabriel Tarde, frente a la literatura de protagonistas solitarios y los filósofos de la autosuficiencia.

El caso es que todo aquel trayecto ha venido a dar en una cultura de los oficios que puede ignorar por completo las historias gremiales, iniciáticas, los grandes costos del largo aprendizaje. Ahora que el conocimiento se ha vuelto casi gratuito (es necesario costear los materiales), aprender un oficio es cosa de ganas y disciplina. No se puede cepillar del mismo modo una tabla en su veta que en su testa, ni se puede hacer lo mismo con cedro que con pino... Ya todo se puede aprender en YouTube (De paso: recomiendo a todo pegamaderas el canal de mi gurú Paul Sellers, y el del joven estrella Matt Estlea).

¿Cómo calcular el capital de conocimientos gratuitos que van quedando a disposición de cualquiera? Por lo pronto, don Aarón se ganó el dinero de dos reparaciones en el mismo tiempo que le hubiera tomado solamente la de plomería.

AQ

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