Olivia Teroba: formas de detener el tiempo

Entrevista

A propósito de la nueva edición de su libro 'Un lugar propio', la escritora mexicana conversa sobre la vitalidad del ocio en los procesos creativos y vitales, y sobre sus referentes literarios.

La escritora mexicana Olivia Teroba en una librería de la Colonia Roma. (Foto: Ángel Soto)
Ángel Soto
Ciudad de México /

En el prodigioso universo de los libros es posible constatar la transmigración de las almas. Los libros pueden tener múltiples vidas. Reencarnan, a veces, en cuerpos distintos o en países lejanos, hablan otras lenguas y alcanzan nuevos lectores. En ocasiones, ciertos libros reaparecen para desvelarnos sentidos que pasamos por alto en la primera lectura, quizá porque entonces las circunstancias eran otras. Esta vez, sin embargo, los tiempos han cambiado y con ellos lo hemos hecho nosotros.

Un lugar seguro, de Olivia Teroba, pertenece a esta especie. Ganadora del Premio Estatal de Ensayo Emmanuel Carballo en 2018, esta colección de ensayos autobiográficos ha tenido otras ediciones en México y en España. Recientemente apareció —reencarnó— como parte del catálogo de Sexto Piso. “El libro fue revisado hasta el cansancio”, dice la escritora mexicana. “Ese cansancio me ayudó a conciliar mis ideas. Este libro representa un momento de mi vida, y como tal lo respeto en las limitaciones que tiene. Para mí era muy importante decir: «esto es lo que yo tenía en la cabeza en ese momento»”

Con admirable franqueza, la curiosidad de Olivia nos desplaza por el territorio de sus intereses. Así, paseamos con ella por la conciencia de las transformaciones corporales, la estimación del espacio compartido, los matices de la tristeza, la utilidad del ocio, los afectos, las enmarañadas relaciones familiares —no siempre elegidas—, los entornos violentos o la fascinante obra de Elena Garro, hasta el momento en que presenció el catastrófico accidente de José Agustín en un auditorio de Puebla.

Un lugar seguro es, en suma, un libro sobre la vocación de la escritura y sobre las dificultades —personales, familiares, sociales— que acompañaron a su autora en el periplo de reconocerse como tal. Sobre estos y otros temas, Olivia Teroba (Tlaxcala, 1988), conversa con Laberinto.

El primer ensayo, “Desocuparse”, explora, entre otras cosas, el ocio. Parece que, en nuestra era tecnologizada, la capacidad de delegar cosas es proporcional a la necesidad de hacer más. ¿Deberíamos ganarnos el ocio o tendríamos que asumirlo como un derecho propio?

Sí tenemos el derecho al ocio. Es muy necesario y es una parte básica del proceso creativo, pero también del proceso vital. Pero muchas veces se queda afuera por darle prioridad a algo que va a producir alguna ganancia. La creatividad es necesaria para todo el mundo. Todos necesitamos un momento de estar con nosotros mismos, de hacernos preguntas y de expresarlas de alguna forma. Puede ser mediante la creación de algo, pero también leyendo, escuchando música, teniendo una experiencia estética del mundo. Todas las épocas tienen sus contradicciones, pero como la nuestra la vivimos en tiempo presente, todavía estamos tratando de entenderla. A mí me tocó la entrada de los dispositivos móviles cuando era niña, entonces aún puedo entender el mundo análogo. Sé cómo fue vivir sin máquinas, revolviéndose la vida todo el tiempo. Algo que noto es el ansia de productividad que suele aparecer cuando tenemos estas máquinas inteligentes tan cerca. En vez de tener más tiempo libre, tenemos más pequeñas ocupaciones. Y esa sensación del FoMO (Fear of missing out: miedo a perderse algo), que implica querer hacer todo, saber de todo, entender todo, llegó a afectar mi escritura. En ese ensayo elegí hablar de algunos temas y decidí no llegar a otros, porque no me alcanza la vida.

¿Cómo hallar la serenidad en medio de ese caos?

Es un proceso muy personal, yo todavía la sigo buscando. Tiene que ver con detenerse a pensar el momento, a pensar en nuestras prioridades. A veces ponemos primero lo más urgente, pero se nos olvida lo que es importante para nosotros. A mí me sirve mucho la lectura, porque de cierta manera detiene el tiempo. Cuando estás en un libro, te tienes que meter a otro mundo, a otra voz, y dejar fuera lo demás. Cada quién puede encontrar su manera de detener el tiempo.

Olivia Teroba también es autora de relatos. (Foto: Ángel Soto)

En el libro citas a Mario Levrero, quien se refirió a la escritura como un mecanismo vital. ¿Has encontrado la manera de anteponer la escritura a las otras actividades urgentes en tus días?

Es algo que intento todo el tiempo. Ha tenido que ver con pensarme escritora. Para eso me ayudó mucho este libro, porque incluso me planteaba dudas: ¿soy escritora? ¿Qué implica escribir? Me di cuenta que tiene que ver con un posicionamiento. Ya pienso en la escritura como mi oficio, mi trabajo. Y las actividades a las que les doy prioridad tienen que ver con la escritura, incluso la lectura misma. Tiene que ver con entender que ser escritora ya es parte de mi identidad.

¿Encontraste la respuesta a la pregunta “escribir, para qué”?

Creo que este libro tiene más preguntas que respuestas. No sé la respuesta definitiva, pero poco a poco aparecen ciertos indicios. En la escritura intento comunicar preocupaciones que me cuesta expresar en la cotidianidad, y que a veces requieren el silencio y el detenimiento de la página. Es casi un ejercicio de meditación. Las dudas sobre la escritura, sobre la familia, sobre un entorno violento, sobre mi cuerpo mismo… A veces llego hasta ahí mediante la escritura para encontrar otra manera de pensar, o para capturar ideas que se me escapaban en la cotidianidad.

Un lugar seguro es un libro anfibio. ¿Te determinan los géneros literarios al momento de escribir?

Yo, en realidad, soy muy estructurada. Lo he ido descubriendo en mis talleres, donde siempre explico las estructuras y las limitaciones de cada género. Lo hago como una invitación a romperlos sabiendo en qué consisten. Para mí los géneros son muy importantes como una serie de normas a seguir. Por eso este libro resultó en el ensayo. Había temas constantes en mi obra narrativa, sobre todo el tema de la familia, y tenía muchos cuentos donde ocurrían conflictos entre madre e hija. Había algo que quería decir, pero la narrativa no me estaba funcionando. Con el ensayo, que me permite la hibridación, sentí más libertad. Y eso tuvo mucho que ver con ser consciente del género.

¿Esa conciencia también incluye la elección de la primera persona?

Claro, a un texto lo afectan la estructura —el género—, el tono y la persona gramatical que se elige. Cuando estamos escribiendo hay que preguntarnos qué distancia necesitamos, qué impresión le queremos dar a los lectores o qué queremos decir a través de esa decisión. Yo ahora estoy leyendo Leer mata, de Luna Miguel, que es un libro autobiográfico en tercera persona. Es muy interesante, como ejercicio, observarnos desde lejos. Este tipo de preguntas a veces se ponen en juego cuando estamos escribiendo, pero también cuando cambia nuestra perspectiva de la cotidianidad.

Portada de 'Un lugar seguro'. (Sexto Piso)

¿Qué importancia tiene la memoria en tu escritura?

Es muy importante, porque funciona como nuestra constructora de identidad. Hay una frase de Elena Garro que ha seguido permeando mi escritura: “Todos los tiempos son el mismo tiempo”. Se puede interpretar de muchas formas. Una de tantas es pensar que la memoria nos está construyendo constantemente. Lo he ido descubriendo con mi escritura: lo que está en este libro son ciertos recuerdos que tenía muy presentes en esa etapa de mi vida. Y ahora que estoy escribiendo otra cosa autobiográfica recuerdo cosas más remotas o más cercanas. En el proceso de selección se va conformando nuestra visión del mundo. Por eso me gusta hablar de qué recordamos y por qué lo hacemos. La memoria puede revelarnos mucho sobre nuestra identidad.

A propósito de Elena Garro, ¿a qué le atribuyes su relevancia en tu formación como lectora y escritora?

Cuando estaba escribiendo Un lugar seguro, me preguntaba dónde estaba parada yo dentro de la tradición narrativa en México. Quienes publicamos, de una u otra forma, estamos dialogando con una tradición… Y yo no me hallaba. Leer a Elena me hizo encontrarme. Saber que había una narradora mexicana interesada en temas como el tiempo y la memoria me ayudó a pensar en una genealogía.

Es una figura compleja, sin embargo no ocupa el lugar que merece en la historia.

Fue una persona con mucha energía, con una vitalidad impresionante, la cual la llevaba a opinar de manera desmedida. Es una figura llena de contradicciones, y como tal es importante entenderla. Una forma de acercarnos a Elena es entender que fue una personalidad de su tiempo, que su forma de ser y de mirar el mundo tienen mucho que ver con su crianza y con decisiones que tomó. Hay que pensar que la imagen que nos llega de ella está sesgada por la prensa, por los escritores que la rodearon. Con esas cosas en mente hay que acercarnos a su figura y a su obra. Lo más importante es entender a Elena en toda su complejidad y no quedarse con una visión reduccionista de ella, ni de su figura ni de su obra.

¿En qué consiste para ti la vida?

Para mí vivir es la escritura, ya lo pienso como una forma de vida. Y también cuidar de mí misma y de mis afectos. Con eso ya tengo mucho que hacer, jajaja. Trato de recordarlo. Cuando empiezo a pensar en otras cosas, siempre recuerdo que lo que quiero es escribir. Todo lo que rodea a la escritura es muy bonito, pero el núcleo es esta experiencia que me lleva a hacerme preguntas sobre mi entorno y a intentar descubrir algún despliegue de la realidad que puede estar oculto en la cotidianidad.


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