“Vive Inquisición en el Nuevo Mundo”. Gabriela Riveros leyó este encabezado en un periódico del 14 de enero de 2017 y entendió que tenía una novela entre los dedos.
El artículo revelaba que las Memorias de Luis de Carvajal “El Mozo” —robadas tiempo atrás del Archivo General de la Nación de la Ciudad de México— serían subastadas en Nueva York. Entonces recordó que había incluido la historia de Joseph Lumbroso —nombre que se adjudicó el propio Luis de Carvajal— en el último relato de su libro Ciudad mía.
“Uno nunca sabe cuándo empieza a escribirse un libro”, cuenta la escritora regiomontana en entrevista para Laberinto. La prodigiosa vida de Joseph Lumbroso la había cautivado cuando era estudiante de Letras y volvió para imponerse frente a ella más de veinte años después. Narradora de cepa, Riveros se zambulló durante meses en la empresa que, a la postre, se convertiría en la novela Olvidarás el fuego (Lumen, 2022).
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Desde el comienzo, el proyecto se antojaba ambicioso: había que contar la historia de “El Mozo”, su vida y su muerte en la hoguera a causa de su origen judío, la saga familiar, las cuantiosas vicisitudes que enfrentaron para llegar al continente americano y la crónica de la desaparición y retorno a México de los manuscritos perdidos. Convencida de que la novela es “una obra abierta”, Riveros incluyó también una metanarrativa: el recuento de su propia experiencia indagatoria en documentos, archivos y testimonios.
“Es una historia sobre cómo sobreviven las palabras para resistir al olvido”, explica la autora. “Lo que más me conmovió es que ‘El Mozo’ luchó con esmero para defender lo que creía. Él era un erudito, había sido educado en una de las mejores escuelas de Humanidades de jesuitas en Medina del Campo. Aprendió navegación, estrategias militares y administración de leyes. Pero, sobre todo, era poeta y creía en la palabra escrita, en la libertad de pensamiento y de credo religioso”.
“El Mozo” era sobrino de Luis de Carvajal y de la Cueva, conquistador y gobernador perpetuo del Nuevo Reino de León. Llegó a la Nueva España en 1580 —junto a sus padres y ocho de sus hermanos— gracias a los favores del poderoso Felipe II. El monarca le había otorgado a Carvajal y de la Cueva un permiso que eximía a los viajantes de probar su “limpieza de sangre”.
Ya en estas tierras, el proyecto del gobernador se complicó por razones políticas. De manera insólita, había recibido territorios que se extendían varios miles de kilómetros. Esta condición provocó pugnas geográficas con los territorios colindantes. Carvajal y de la Cueva se convirtió en el blanco de una conspiración. Lo acusaron —sin éxito— de esclavista y de encubridor de judaizantes (judíos supuestamente conversos que practicaban la religión en la clandestinidad). Fue perseguido y apresado. Y con él padecieron también sus allegados.
Un documento de 1596 —incluido en la novela—, constata que “El Mozo” fue llevado a la hoguera. Su sentencia dictaba que debía “ser quemado, vivo y en vivas llamas de fuego hasta que se convierta en ceniza y de él no haya ni quede memoria”.
Para Gabriela Riveros, la historia de Joseph Lumbroso no pertenece sólo al pasado. “Es exactamente la historia tan dolorosa de nuestro siglos XX y XXI, de nuestros desaparecidos y de los muertos que no tienen una lápida, un nombre, de la ausencia de restos para poder llorar”.
ÁSS