‘La oscuridad de La Luz del Mundo’: el negocio de lucrar con la fe

Los pasajes invisibles | Nuestros columnistas

Cada quien tiene derecho a creer en lo que quiera. La gente es libre de guardar fidelidad a un dogma, aunque para muchos resulte un disparate confiar ciegamente en esa visible oscuridad.

Fotograma de ‘La oscuridad de La Luz del Mundo’. (Cortesía de Netflix)
Iván Ríos Gascón
Ciudad de México /

El guión y el método son infalibles: el elegido escuchó el llamado. Desde el Cielo le mandaron difundir la palabra. Su misión es congregar a los hermanos, expandir el culto y edificar el templo. Como único interlocutor del Ser Supremo, el apóstol reclama su propia divinidad y funda su reinado. Los fieles no lo ven como un monarca sino como un mártir. El apóstol entrega cuerpo y alma para purgar el pecado de los otros, se ofrece en sacrificio y es por ello que hay que obedecer y retribuir, gratificarlo con lo que se posea.

El apóstol no es mortal (ni moral). Es el apoderado de la providencia. Negarle cualquier cosa, por muy valiosa que sea para el creyente, el propio ser incluso, es una herejía. Y es que, satisfacer los apetitos del apóstol no significa una condena, es un privilegio. Su roce beatifica, el tacto bendice. Su sola presencia purifica a los o las favorecidas. Desconfiar es pecado capital entre devotos.

El libreto casi siempre se repite. La fórmula no falla. Después de ver el documental La oscuridad de La Luz del Mundo (2023), de Carlos Pérez Osorio (director, también, de Las tres muertes de Marisela Escobedo), es imposible no pensar en los expedientes del reverendo Jim Jones, de Guyana, o en el de Marshall Applewhite (líder de la secta Heaven’s Gate), o en el de David Koresh o de Keith Raniere (fundador de NXIVM), individuos que explotaron las creencias, los temores, las angustias y el apremio de sus fieles por un asidero existencial, aunque ese no es el punto medular de la película de Pérez Osorio. Su documental indaga en los mecanismos de manipulación que tres generaciones, la de Eugenio Joaquín González, Samuel Joaquín Flores y Naasón Joaquín García, los autoproclamados apóstoles de Jesús, llevaron a cabo desde 1926 sobre decenas de familias y en diversas latitudes del planeta, para consolidar la iglesia de La Luz del Mundo (cuya sede principal se encuentra en Guadalajara, Jalisco), una familia que ha amasado una cuantiosa fortuna gracias a los diezmos, aunque eso es accesorio: el relato se concentra en las amargas experiencias de las víctimas, un inefable relato de sordidez y esclavitud sustentado en los fervores religiosos, y el poder que aún detentan los jerarcas de esa iglesia: la sentencia por abuso sexual y pornografía infantil que impusieron a Naasón Joaquín en una corte de Los Angeles, California, fue de solo 16 años pues, como explica la abogada de las demandantes, si a Raniere le cargaron 120 años por los mismos delitos, la razón es obvia: las víctimas del fundador de NXIVM eran estadunidenses blancas, las de Naasón Joaquín, latinas.

Cada quien tiene derecho a creer en lo que quiera. La gente es libre de conceder toda su esperanza y guardar fidelidad a un dogma, aunque a muchos nos parezca un disparate confiar ciegamente en esa visible oscuridad.

Pues como en la política, las sectas prosperan por líderes taimados. Si los caudillos prometen el cambio y un mejor futuro, los predicadores ofrecen la expiación. El líder político instaura sus promesas a partir de las ignominias del pasado. Se alza como el único, el genuino representante de las masas y se arroga la misión de proveer la anhelada justicia que no procuran las instituciones. El apóstol es más astuto aún. Sostiene que, espontáneamente, el poder divino se comunicó con él y lo eligió para conducir a la parroquia al feudo celestial. Su palabra y voluntad son inmunes a toda duda razonable.

El líder político y el religioso reclutan conversos. Abjurar de los principios, de la ideología o de una facción, o renunciar a la suspicacia y a la apostasía otorgan redención. El caudillo y el apóstol lucran con la fe. Ese es su negocio, por eso una iglesia es la mejor aliada de un partido. Su influencia confiere o regatea votos.

Los apóstoles merecen tributos y homenajes, como el que en 2019 le organizaron a Naasón Joaquín en el Palacio de Bellas Artes.

AQ

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