Pancho Villa en uno de sus escondites

Doble filo

El Centauro del Norte, asesinado hace un siglo, se iba a dormir al cuarto de las visitas y amanecía en otro lugar de la casa en Valle de Allende, Chihuahua.

Francisco Villa, comandante de la División del Norte. (Archivo Casasola)
Fernando Figueroa
Ciudad de México /

“Ahí, en esa esquina, hasta arriba de una pila de costales de maíz y frijol, durmió varias veces Pancho Villa”, me dijo Jesusita hace medio siglo mientras planchaba. Ella era la entrañable mujer que trabajó toda su vida en la casa de mi abuelo materno, en Valle de Allende, Chihuahua.

Así me enteré que existía un lazo entre Doroteo Arango y Jorge Soto, el padre de mi mamá. Luego, mi prima Rita me contó que Pancho Villa y mi abuelo fueron compadres. El Centauro del Norte apadrinó a una niña que se llamó Aurora Soto Campos, al igual que mi madre.

Sucede que una primera Aurora falleció muy pequeña. Después, al nacer mi mamá, le pusieron el mismo nombre y vivió 94 años. La madre de ambas niñas fue mi abuela Laurencia.

Cuenta la leyenda que, en Valle de Allende, Pancho Villa le exigió cierta cantidad de dinero al exitoso comerciante Jorge Soto y mi abuelo se negó. El castigo fue una severa cueriza que fue soportada con un estoicismo tal que dejó admirado al bandolero revolucionario. Supongo que ese aguante sirvió sólo para reducir las pretensiones iniciales de Villa y de ahí nació una relación “amistosa”.

Se cuenta que Pancho Villa nunca dormía dos noches en el mismo lugar. Cuando lo hacía en casa de mi abuelo, se iba inicialmente al cuarto de las visitas y amanecía en la bodega, arriba de los costales. Valle de Allende está a escasos 30 kilómetros de Parral, ciudad donde fue acribillado el Centauro del Norte, el 23 de julio de 1923. Hace un siglo.

Villa tuvo tantos compadres como parejas sentimentales o más. Apadrinar hijos de gente adinerada era una eficaz fórmula para crear redes sociales y, sobre todo, de financiamiento.

Luz Corral y Chole Seáñez

En una visita que hice a la ciudad de Chihuahua en 1979, fui a la Quinta Luz, sitio donde vivió Pancho Villa cuando fue fugaz gobernador del estado. Ahí conocí a doña Luz Corral, una de las más famosas esposas de Doroteo Arango.

Eran tiempos de José López Portillo, de abundancia petrolera, pero la viuda del general vivía en la miseria. Ella tenía 87 años en ese momento y estaba postrada en una sencilla cama que parecía de hospital. El único adorno que había en su habitación no era una foto de Villa sino de Agustín Lara. A un lado había una vieja cómoda en cuya parte superior estaba una grabadora portátil de casetes que le servía para oír la radio.

La casa estaba casi en ruinas y ella era algo así como la parte viviente de un improvisado museo en el que se exhibían algunas pertenencias de Pancho Villa. Ingenuamente le pregunté si había conocido a mi abuelo Jorge Soto en Valle de Allende. Ella repitió “Valle de Allende” en voz muy baja, me miró con sus profundos ojos claros y sonrió mientras decía que no.

Fui ingenuo porque Villa tuvo otra esposa en Valle de Allende, Soledad Seáñez, quien incluso demandó a Luz Corral para tener acceso a parte de la herencia del general. Digamos que doña Luz era la mujer de la capital y doña Chole la del pueblo, igual que muchas otras en la región.

Luz Corral tuvo una hija con Villa que murió a los dos años de edad y sacó adelante a varios vástagos que el militar tuvo con otras mujeres, además de atender a niños huérfanos. Ella vivió con el revolucionario tanto en la capital de Chihuahua como en la hacienda Canutillo, en Durango, pero ahí fue sustituida por Austreberta Rentería, la última esposa del general.

Antes de morir, en 1981, Luz cedió la Quinta que lleva su nombre a la Secretaría de la Defensa Nacional y desde 1982, luego de una remodelación total, el inmueble se convirtió en el Museo Histórico de la Revolución.


Fotos de Casasola y Brehme

En la Galería Luis Cardoza y Aragón del Centro Cultural Bella Época de la Ciudad de México, se exhibe la muestra El general Francisco Villa a 100 años de su muerte, con fotografías de Agustín V. Casasola y Hugo Brehme.

En la exposición están las imágenes icónicas del Centauro del Norte y otras menos conocidas. Por supuesto que puede verse a Pancho Villa en la silla presidencial al lado de Zapata, pero también en otra junto a Álvaro Obregón, John J. Pershing y George S. Patton; dos años después de haber sido tomada esta última foto, Pershing encabezaría la acción punitiva de los gringos contra Doroteo Arango en territorio mexicano.

También ahí está Villa con su incondicional aliado Rodolfo Fierro. En una más llorando en un homenaje a Madero y en otra, en lo alto, colocando él mismo una placa con el nombre del mártir en la antigua calle Plateros.

Puede vérsele por aquí con el presidente provisional Eulalio González y Emiliano Zapata y por allá con Pascual Orozco. También posando junto a una motocicleta. Trabajando el campo en la hacienda Canutillo. Otra con Austreberta. Sobre todo, la muy impresionante donde se ve al coronel Trillo con medio cuerpo afuera del auto donde Villa fue ejecutado, este último al volante en segundo plano apenas se distingue.

Francisco Villa Betancourt, nieto del general y de Austreberta Rentería, participó en el montaje de la muestra y durante algunos días exhibió pertenencias de su abuelo que forman parte de una exposición itinerante.

El general Francisco Villa a cien años de su muerte cierra el 30 de julio. En septiembre, con fechas exactas por definir, será montada en el Centro Cultural Elena Garro, en Coyoacán, según me comentó Adrián Casasola, bisnieto del fotógrafo Agustín V. Casasola.

En la Galería Luis Cardoza y Aragón hay un pequeño anaquel con volúmenes relacionados con el Centauro del Norte, que se venden en la librería Rosario Castellanos del Centro Cultural Bella Época. Destacan las extensas biografías firmadas por Friedrich Katz y Paco Ignacio Taibo II. Además, otros títulos menos ambiciosos como Seis años con el general Francisco Villa, escrito por su secretario José María Jaurrieta, Francisco Villa, entre el ángel y el fierro, de Enrique Krauze, así como novelas y cuentos ambientados en la Revolución Mexicana.

También se pueden comprar reproducciones de las fotografías que se exhiben y algunas postales. Yo quisiera poder adquirir una donde aparezca Pancho Villa dormido arriba de los costales de maíz y frijol, su singular litera en casa de mi abuelo, pero creo que me voy a quedar con las ganas.

AQ

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