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Me sorprendió la violencia extrema de Pancho Villa contra las mujeres: Reidezel Mendoza

Entrevista

La investigación que el historiador ha realizado sobre el revolucionario lo desmitifica al profundizar en sus crímenes y saña contra la población civil, desde violaciones y tortura hasta matanzas con motivación racial.

José Juan de Ávila
Ciudad de México /

El historiador Reidezel Mendoza (Ciudad Juárez, 1981) recabó durante 7 años información sobre 50 casos de crímenes de Francisco Villa de 1913 a 1923, en estados en el norte de México, que arrojaron mil 550 víctimas, en especial población civil, en especial mujeres, con quienes se ensañó.

La investigación se llevó al libro Crímenes de Pancho Villa (Debate, 2024), que ya había tenido una versión en 2017, y se suma a Bandoleros y Rebeldes. Historia del forajido Doroteo Arango (1878-1910): Las correrías de Heraclio Bernal, Ignacio Parra y Francisco Villa, en la cosecha de Mendoza.

El maestro en Historia por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, que dedica su investigación a las víctimas del revolucionario a quienes pone nombre y da voz en sus páginas, sostiene que el villismo se caracterizó principalmente por la desmedida violencia contra sus enemigos y contra la población civil, y que Francisco Villa echó mano de las agresiones sexuales contra mujeres y niñas como táctica de guerra, con el fin de someter, humillar y atemorizar a rivales o a quienes defendían a sus familias.

En entrevista, el historiador juarense comenta que el propósito de la obra de 471 páginas —una decena de ellas con bibliografía y hemerografía— que presenta el lunes 17 de febrero en El Péndulo (Roma) con sus colegas Héctor Aguilar Camín y Paola Juárez, esposa también del autor, es “dar a conocer la violencia ejercida por Villa, en particular contra la población civil en estados como Chihuahua, Durango y Sonora”, a partir de testimonios de familiares de víctimas y sobrevivientes, y de archivos.

“La investigación se inició con la lectura de Francisco Villa ante la historia, de Celia Herrera, un libro publicado en 1939, donde da una lista de víctimas de Villa que aún vivían en aquella época y que ella visitó. Seguí el rastro que dejó ella y visité a esas familias en sus poblaciones de origen. Aunado a eso, revisé documentos locales, militares, policíacos, fuentes hemerográficas extranjeras, nacionales y locales, donde reporteros e investigadores plasmaban testimonios de estas personas que de primera mano fueron testigos de los crímenes, todo complementado con entrevistas a descendientes”, refiere.

Crímenes de Pancho Villa abarca sobre todo el norte del país, Durango, Chihuahua y Sonora, con el caso más emblemático de San Pedro de la Cueva, donde Villa “asesinó a todos los hombres (84) del pueblo”, dice Mendoza, y recuerda que la familia de Herrera fue exterminada por el revolucionario.

También aborda la toma de Zacatecas (23 de junio de 1914) y la masacre de prisioneros del ejército y de civiles que perpetró Villa en la ciudad, además de casos en Guadalajara, Aguascalientes y la capital.

“En Ciudad de México, durante la permanencia de las tropas villistas y zapatistas, en diciembre de 1914, hubo muchos secuestros, extorsiones, asesinatos y desapariciones forzadas”, sostiene Mendoza.

Además, el historiador expone matanzas de chinos y sirios en Torreón, Coahuila, en diciembre de 1916, y cita testimonios de que Villa quemó vivas a dos mexicanas y a sus cinco hijos por estar casadas con chinos, después de que el 26 de octubre de ese año el caudillo tomara la ciudad de Camargo, Chihuahua.

¿Qué le sorprendió más durante la investigación para Crímenes de Pancho Villa?

Primero, que del libro de Celia Herrera pude confirmar todo lo que ella investigó y profundizar en algunos casos. Y me sorprendió la violencia extrema de Pancho Villa contra las mujeres, la brutalidad con que solía agredirlas. Además de violaciones y secuestros, hay casos dramáticos como los de Celsa Caballero (en Ciudad Jiménez, Chihuahua, en 1914) y Lugarda Barrio (Satevó, Chih., 1916) ancianas de 70 y 86 años, que fueron quemadas vivas. Las Lucitas (María de la Luz Portillo y María de la Luz García, La Ciénaga de Olivos, Chih., 1918), abuela y nieta, una en silla de ruedas, que fueron torturadas y quemadas. Es de las cosas más terribles que leí en mi vida. O el de una mujer en Durango que fue estacada. Y el caso de cinco mujeres asesinadas en su casa en Jiménez, a dos kilómetros de donde había habido un combate, la más pequeña de nueve meses, la más grande de 42, quienes fueron ultimadas a tiros por el caudillo. Y esas son de las cosas que rebasaron mi imaginación, vaya.

¿Su libro busca complementar la historia de Villa que inició con Bandoleros y rebeldes. Historia del forajido Doroteo Arango (1878-1910)?

Sí, se complementan en cierta medida porque en Bandoleros y rebeldes narro los antecedentes delincuenciales de Doroteo Arango, alias Francisco Villa, que desde 1893 ya está robando en su pueblo de origen y que, en 1910, cuando se incorpora a la revolución, todavía sigue siendo un bandido.

¿A qué atribuye la imagen de Villa como héroe nacional, rebelde y paladín de la libertad?

Es una construcción cultural. Villa, eso sí, era excelente propagandista de su propia imagen, recordemos que lo contrata Mutual Film Company por 25 mil dólares para grabar sus batallas, particularmente la de Ojinaga, y se hace una historia de su vida, esa película se transmite en Nueva York. Y ahí es donde cobra mucha fama el personaje, a partir de eso, viene la prensa estadounidense y el cine mexicano.

Después se le rescata por el mismo gobierno de la república. El presidente Gustavo Díaz Ordaz es el primero que lo pone en letras de oro en el Congreso (18 de noviembre de 1966). Luego, Luis Echeverría Álvarez recupera sus restos. Todo esto va abonando a agregársele muchas leyendas al personaje, atribuírsele logros que en realidad no se sustentan con documentos históricos. Esa visión que tenemos de Francisco Villa es una construcción popular, cultural y también una imposición de Estado.

En lo que va del siglo actual hemos tenido gobiernos de tres distintos signos políticos o partidos. ¿Cómo ha cambiado de la visión sobre Villa en el discurso oficial o aun del Estado?

Poco ha cambiado. En el ánimo de la gente, en la opinión pública, sí ha habido un gran avance respecto a quién fue en realidad Francisco Villa. Sin embargo, yo no he visto ningún tipo de cambio de opinión en los regímenes anteriores (de gobiernos del PAN y PRI), mucho menos en el actual (Morena), que lo que hizo fue reforzar la figura de Villa, utilizarla con fines políticos, como siempre ha sido. Y yo no esperaría un cambio de actitud, haberle dedicado a Villa el año 2023 en el gobierno de (Andrés Manuel) López Obrador es más que evidente que pretenden seguir con esa línea oficial.

En su libro hay críticas a Friedrich Katz, Paco Ignacio Taibo II y Pedro Salmerón respecto a sus investigaciones relacionadas con Villa ¿Cómo plantea su libro frente a otros historiadores?

A diferencia de ellos, yo sí leí sus textos, nunca lo he negado; me basé en ellos porque, obviamente, son las lecturas más recientes sobre el personaje (Villa). Hicimos una investigación que abarcaba sus textos, una comparativa, una revisión de sus fuentes, y lo que encontramos es una falta de seriedad a la hora de abordar al personaje. Se basan en textos que los historiadores profesionales ya hemos criticado y dejado de lado, como (Alberto) Calzadíaz Barrera, un autor de mediados del siglo XX, un fan de Villa prácticamente. Y ellos lo que han hecho es repetir muchos de estos argumentos que Calzadíaz inventó o recreó para ensalzar la figura del personaje. El Villa de Taibo II, el Villa que recrea ahí (Pancho Villa. Una biografía narrativa), es un Villa al que admira, es la biografía de un personaje admirado por Taibo, en el que hay muchas incongruencias, en las fechas, los personajes los revive y luego los mata más adelante y van y vienen, y no hay una seriedad. Está muy bien escrito, desde luego, tiene una pluma muy fácil, pero históricamente mucho de lo que él pone ahí no se sustenta. Y Salmerón, pues él ha utilizado la historia como una herramienta política, y Villa ha sido una figura muy recurrida por él, y él se valió de su relación con el poder, con el presidente en este caso, para buscar ese reconocimiento o fortalecer ese reconocimiento al personaje.

Su libro empezó a circular desde 2017, ahora tiene su primera edición en una editorial internacional importante. ¿Cómo valora la recepción de su investigación en estos ocho años?

Para mi sorpresa, la investigación trascendió fronteras. Yo sí creí que se iba a quedar en un texto muy local aquí en Chihuahua, pero, para mi sorpresa, fue bien recibido. Creo que la gente estaba muy ansiosa de leer algo diferente sobre el personaje y ha habido un cambio de opinión, de ánimos, respecto a Villa, y el libro ha contribuido a ello. Obviamente he recibido muchas críticas, muchos ataques de quienes admiran demasiado al personaje, pero creo que eso es absurdo, porque no lo conocimos, es un personaje histórico que tiene que ser abordado desde distintas perspectivas y de manera documentada.

A 102 años de su muerte ¿qué sigue seduciendo de Francisco Villa a los historiadores?

Es la idea que se formaron del personaje, que crecieron en una idea del discurso oficial de la historia de México, que nos vende la idea de un Villa que reivindica al pobre, que pelea por él, por sus causas sociales. Están muy inmersos en eso. Y, pese a que Salmerón, es historiador de carrera, eso no le ha permitido salirse de ese discurso. Además de que ha sido muy lucrativo para ellos, obviamente; aquí en México la figura de Francisco Villa vende, es muy popular, y hablar bien de él, o seguir con esa línea, les ha retribuido mucho. Y, bueno, forma parte de su programa político.

¿Cuál sería para usted el papel de un historiador frente a un personaje como Francisco Villa?

En mi caso, frente a Villa, que no conocía, no estaba muy enterado de su vida, que tuve que empaparme a través de varios textos, el compromiso fue evidenciar. Me llamaba la atención que en los pueblos, en los ranchos, no es el mismo Villa que teníamos en la idea que en las ciudades, porque en éstas tenemos acceso a medios, a libros. Allá era el Villa más realista. Y el compromiso era evidenciar esos testimonios, dar a conocer al personaje real que era Villa, a diferencia del que nos venden. El compromiso era darle voz a esas personas, a esos testimonios que estaban ahí y que pocas veces se retoman; el testimonio de la persona común, la que sufre la violencia, la que aparece como cifra, anónima, y que nunca es tomada en cuenta para no opacar las figuras de grandes héroes o caudillos. Ese es el compromiso que yo tuve frente a la figura de Francisco Villa y que lo vamos a mantener.

En el prólogo de Raúl Herrera Márquez a su libro hay descalificaciones a otros historiadores y adjetivos en contra de ellos, incluso los hay a lo largo de su obra. ¿Esa postura no demerita una investigación como la suya?

Bueno, en el prólogo de Herrera Márquez, él, como descendiente de una familia que fue ultimada por Villa, él tuvo toda la libertad de expresarse sin ser historiador. Al yo mencionar “filovillista” en el texto era un término para englobar, para que le quedara claro al lector que me refiero a autores que escriben a favor o que son propagandistas del personaje, de ningún modo es con intención peyorativa. Yo espero que la gente no lo tome así. Pero, también, es difícil hablar de un personaje como Villa, leyendo tantas atrocidades que cometió, y no mencionar, no utilizar adjetivos en ocasiones.

Si tuviese enfrente ahorita a Pancho Villa ¿qué le preguntaría como historiador?

Caray. ¿Por qué la saña? ¿Por qué la violencia? Esas serían las primeras preguntas que me vendrían a la mente.

AQ

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