Una íntima y humana sala de museo

Reseña

En el libro ‘Parcela blanca’, Kenia Cano dialoga con la imagen y la palabra, por lo que es posible leerlo como si se hiciera una visita a una exposición pictórica en un museo.

Portada de ‘Parcela blanca’, de Kenia Cano. (Bonobos Editores)
Armando Alanís Pulido
Ciudad de México /

VER ES UN ACTO AMOROSO (o exposición permanente)

Quisiera precisar que Kenia Cano dialoga en su poesía con la imagen y la palabra, viceversa en su obra plástica, por eso acudo a este libro como si hiciera una visita a una exposición pictórica en un museo y capto como bien dice Pura López Colomé en el prólogo: “Una voluntad doble en eco interminable que emerge con un lenguaje propio”.

¿Pero hacia dónde se orilla más el lenguaje de la autora, de qué lado recae más lo que nos quiere decir?, esta pregunta por supuesto que la podríamos responder haciéndonos más preguntas y es que a lo largo de toda la parcela que Kenia nos muestra, los cuestionamientos que ella misma se hace nos guían y orientan desafiando y deshilando todas las tonalidades desde donde se indaga lo que se expone y que al mirarlo, al descifrarlo, nos expone.

Buscas tocar el borde.
¿Conoces tus propios límites?
¿Cuánto dependes de la mirada?
El oído es más sincero.
Caballo herido, alguien lanza el sonido hacía la orilla.
Siempre un zumbido intruso.
Limítalo aquí sobre la tela.
El borde gris de los objetos no altera las pisadas de los lobos.
El mundo afuera no tiene nada que hacer.
La elección está hecha. El tiempo transcurrido y finito.
El espacio no da nada mas de que hablar.
Cuántos tonos de blanco, cuántos dientes filosos.
Nuestro héroe protegido entre los límites de estos trastos.

(Fragmento del poema: “Avispas grises o del amor fuera de peligro en Morandi”, VI, página 42).

También hay que darle a nuestra guía otro adjetivo: traductora, cuya misión no es exponer los misteriosos engranajes de un cuadro o una escultura, sino asumirlos como secretos (que ella sabe, que ella entiende) poniendo en otras palabras lo que parece se dice y conservar implícitamente lo que la obra tiene de indecible.

Alguien lo descubrirá, alguien la descubrirá, a ella, a la pintora, a la poeta, a la que cura, a la que se expone, a Kenia , sospecho de un buen lector y un buen lector siempre es un lector motivado.

Parcela blanca motiva, porque indaga, porque se esparce en los muros de donde se cuelga, en los pasillos desde donde invita, porque en esa parcela se puede sembrar una duda: ¿una imagen dice más que mil palabras o una palabra dice más que mil imágenes?

CARICIAS EN BUSCA DE PERMANENCIA (o exposición temporal)

Las caricias son un golpe sonoro al cuerpo, si está bien dado llega al alma, la forma, la proporción, la ejecución en que se trabaja con los pigmentos del poema abarcan a la palabra y a la imagen con la intención no de complementarse, sino de catapultarse y sonar, hacer ruido; Kenia construye una visita guiada, desde su mirada interior habla, el recorrido que nos muestra (y nos explica) con sensibilidad busca ampliar y afinar la claridad para encontrarnos con la exactitud de lo que se ve y de como se ve, porque ver —hay que insistir en eso—, es un acto amoroso.

A través del poema —pieza traslucida— se puede ver el mundo, incluso podemos escuchar:

Dejaré mi cuerpo

con sagrada exactitud

Él ha escuchado el ritmo de mis latidos


(Fragmento del poema: “Emanaciones de la cera de Laib o del amor que no tiene sitio”, VII, página. 59).

NUESTRO PEQUEÑO RASTRO (o una colección privada)

Cano nombra de forma ligera a las cosas, las vuelve un milagroso azar y entonces las palabras se vuelven espejos, ensamblando cada concepto en el lugar adecuado: la inocencia, lo divino, los huesos, el ánimo, todo pinta bien en el poema.

Siempre he pensado en la definición correcta o más bien exacta para definir a la palabra aventura y lo tengo claro: una es leer un libro de poemas, la otra recorrer un museo, Kenia, dual, demuestra en estos textos que las palabras poseen una segunda memoria que se prolonga en las misteriosas significaciones cual si fueran dulces blancos envueltos individualmente en celofán y nos fueran surtidos infinitamente para endulzarnos el alma.

PALABRAS CERCANAS (o curaduría)

Nada más sorprendente que lo que no nos sorprende, nada como visitar un museo, pensando que vas a una cita amorosa o un curso para aprender otro idioma, nada como las palabras bien dichas, las palabras correctas, las palabras justas (esas que caben en todo momento y al mismo tiempo imparten justicia, poética, divina o como se le quiera llamar a sus efectos) y esto es este libro una parcela blanca, donde cosechar o dejar marcas, donde anunciar y respirar.

Nada como no saber detenerse cuando se escriben poemas.

AQ

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