Peter Handke: el chico malo de Europa

Literatura

El anuncio del Premio Nobel al escritor austriaco ha suscitado reacciones encontradas en la prensa y los entornos políticos internacionales.

Peter Handke vive en Chaville, municipio a doce kilómetros del centro de París. (AFP)
Alemania /

Peter Handke quedó mudo al teléfono tras escuchar a una voz, la del académico sueco Anders Olsson, anunciándolo ganador del Premio Nobel de Literatura 2019. No pudo decir nada, sólo preguntó mi nombre. Le respondí: Anders Olsson. Su primera reacción fue preguntar en alemán: ¿Es esto cierto? Estaba muy, muy, muy, muy conmovido”, relató el presidente del Comité Nobel de la Academia Sueca a la prensa de Estocolmo.

Handke, el primer autor de habla alemana galardonado desde que Herta Müller recibiera el Premio Nobel en 2009, fue reconocido por una obra influyente que explora “la periferia y la especificidad de la experiencia humana a través del ingenio lingüístico”. Nacido en el municipio esloveno de Griffen, provincia de Carintia, el escritor austriaco se ha manifestado ferviente crítico del lenguaje y las normas de la conciencia. Su obra se centra en la alienación entre el sujeto y el entorno.

​La Academia se ha mostrado muy cuidadosa tras el anuncio, al objetar la “mano política” de Handke como argumento para la designación; más bien, han referido “ese arte especial que él posee, su extraordinaria atención prestada a los paisajes y a la presencia material del mundo”.

Traductor, dramaturgo y guionista, uno de los autores más influyentes de Europa después de la Segunda Guerra Mundial, de fascinante personalidad artística, hizo del cine y la pintura sus dos mayores fuentes de inspiración. Mordaz y cínico, atrajo la atención de un amplio público en 1966 con su primera novela: Los avispones. Los libros Insultando al público (1969) y El miedo del portero al penaltiy (1970) lo hicieron famoso. Entre sus textos más conocidos se encuentran cinco ensayos escritos entre 1989 y 1991 (sobre el cansancio, la rocola, el loco de las setas, el día logrado y el lugar silencioso). En Carta breve para un largo adiós (1972) relata su confrontación con los escritores Karl Philip Moritz, Gottfried Keller y Adalbert Stifter.

El escritor austriaco Peter Handke obtuvo el Nobel de Literatura de 2019 (EFE).


El estudiante

A causa de la guerra, Handke no conoció a su padre biológico sino hasta poco antes de concluir el bachillerato. En su obra procesa parte de su infancia: el alcoholismo de su padrastro, los conflictos familiares, su condición de pobreza y las matanzas de las que fue testigo en Griffen, zona dominada por la Iglesia católica y los terratenientes locales.

Fue su profesor Reinhard Musar quien descubrió el talento de Handke para la escritura. Handke tenía 15 años. Su formación lingüística en un internado católico incluyó latín, griego, inglés e italiano; aprendió cada idioma en el lapso de un año. Musar lo introdujo a la obra de William Faulkner, Georges Bernanos y Graham Greene, autores prohibidos. También le aconsejó estudiar Derecho, la única profesión que le permitiría desarrollarse como escritor debido a la planeación de sus ciclos escolares: una temporada breve de trabajo arduo para la aplicación de exámenes; el resto del tiempo le ofrecería relativa calma.

Handke se matriculó en 1961. Financió sus estudios con una beca, dinero de sus padres y trabajos esporádicos. Fue tutor de griego y se empleó en un supermercado. Su trabajo en una sala de empaque iluminada con lámparas fluorescentes le dañó los ojos, razón por la que un médico le sugirió utilizar lentes oscuros, que más tarde se convirtieron en el sello distintivo de sus apariciones públicas.

En su etapa de estudiante desarrolló preferencias que fue cultivando, como ir al cine casi a diario. A lo largo de su vida escribió guiones y dirigió ocasionalmente, trabajó como reportero para festivales de cine y llegó a ser nombrado jurado. Otra pasión era el rock. En los cafés, que visitaba cada vez más a menudo para aprender y escribir, se convirtió en un fanático de la rocola; se entusiasmó con los Beatles, los Rolling Stones y otros grupos de la época, a cuyas letras de sus canciones alude reiteradamente en sus libros.

Peter Handke, autor de 'Carta breve para un largo adiós'. (AFP).

El perfil literario de Handke se agudizó a partir de 1963. Alfred Holzinger, jefe del departamento de Literatura y Radiofonía de Radio Graz, descubridor de varios talentos jóvenes, lo apoyó mediante la transmisión radial de sus primeros textos cortos. Leía sobre los Beatles, el futbol, James Bond, dibujos animados o la cultura pop. Con sus ensayos dedicados a fenómenos de masas iba practicando una nueva forma de escritura temática. El programa también incluía numerosas reseñas de libros.

Otros impulsores importantes de su trayectoria —a los que Handke conoció en 1963— fueron el pintor y escritor Peter Pongratz y Alfred Kolleritsch, editor de una revista literaria donde Handke publicó sus primeros textos. En 1965 abandonó sus estudios de Derecho para dedicarse de lleno a la escritura.

Handke traduce del inglés, francés, esloveno y griego antiguo. A principios de los años ochenta tradujo al alemán a autores desconocidos con el fin de darlos a conocer; sobre todo, le interesaba dirigir la atención de los lectores alemanes hacia la literatura eslovena a través de la obra de Florjan Lipus.


El rostro del mal

Peter Handke fue criticado en los años noventa por su posición política ante el conflicto de los Balcanes. Escritores, activistas de derechos humanos, artistas y periodistas lo acusaron de ponerse del lado de Serbia y condenar a la OTAN por sus ataques aéreos; reprobaron su atrevimiento a considerarla una “especie de teatro de la justicia”. Hasta hoy no se le perdona haber pronunciado un discurso durante el funeral del ex dictador yugoslavo Slobodan Milosevic en 2006.

Tras la publicación en 1996 del informe Un viaje de invierno a los ríos Danubio, Save, Morava y Drina o justicia para Serbia los mass media iniciaron un debate —aún vigente— sobre la supuesta trivialización que hace Handke de los crímenes de guerra serbios. A partir de entonces, lo tildan de “neurótico-simbiótico”, lo llaman “fundamentalista sin religión, histérico, malicioso y sin seriedad”, se refieren a él como un “obsceno en el contexto político”. Handke se convirtió de pronto en “el rostro del mal”, en el autor de lengua alemana más importante al que todo el mundo reprochaba haber descubierto “su paisaje poético en Yugoslavia”, con el cual tarde o temprano intentaría conducir la visión política internacional hacia una dirección que solo él consideraba correcta.

Ante los ataques, Handke insistía en que “la elección de las palabras y la presentación de los hechos son más diferenciadas que la información periodística general”.

En marzo de 2004, Handke firmó un llamado del escritor canadiense Robert Dickson para defender a Slobodan Milosevic. Otro de los firmantes fue el escritor Harold Pinter, galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 2005, cuando visitó a Milosevic en la cárcel de La Haya. Por aquel tiempo, Handke fue invitado a testificar en favor del expresidente yugoslavo, acusado de genocidio y crímenes contra la humanidad ante el Tribunal de Crímenes de Guerra de la ONU en La Haya, invitación que denegó. En breve, respondió con el ensayo “Las tablas de Daimiel. El informe de un testigo al juicio de Slobodan Milosevic”. La aparición de Handke como orador en el funeral de Milosevic, el 18 de marzo de 2006, provocó el resurgimiento de la controversia mediática.


Reacciones al Premio

Los políticos austriacos están contentos. “El trabajo de Handke es un tesoro valioso y atemporal, así como una importante tarjeta de presentación de Austria al mundo”, escribió en su cuenta de Twitter el excanciller austriaco Sebastian Kurz, actual líder del Partido Popular de Austria (ÖVP). “Ha conmovido a generaciones de lectores”, anunciaron la canciller federal Brigitte Bierlein y el ministro de Cultura Alexander Schallenberg.

“¡Qué día!”, tuiteó el presidente de Austria, Alexander Van der Bellen, quien reconoció en la figura de Peter Handke a un autor “cuya voz silenciosa e inquietante ha estado diseñando durante décadas mundos, lugares y personas que no podrían ser más fascinantes. Ilumina los intersticios de la existencia y formula con cautela los sentimientos y pensamientos de sus personajes. En un tono sencillo y sin embargo único, nos permite a nosotros, los lectores, participar de su mundo y de su idioma. Le debemos mucho a Peter Handke. Espero que lo sepa”.

La ministra de Cultura de Alemania, Monika Grütters (CDU), elogió lo que ella considera la virtud de Handke: “Ser capaz de ver un mundo enorme en las pequeñas cosas”. El principal diario esloveno, Delo, alabó en su página web la obra de este autor y dramaturgo. Los lectores eslovenos no solo se han sentido conmovidos a causa de su literatura, sino “por su identidad eslovena, que se ha perdido, pero de alguna forma sigue estando presente”.

A media hora del anuncio, Elfriede Jelinek reaccionó con entusiasmo: “¡Genial! En cualquier caso, él debió haber estado antes que yo. ¡Ya era hora!”, reportó la APA (Austria Presse Agentur). La especialista en literatura Daniela Strigl subrayó al periódico Zeit im Bild la importancia de la obra de Handke para la literatura en sí misma: “Más allá de Austria, es un premio que fortalece una literatura de liberación y lentitud, frente a una literatura comercializable de narración rápida”.

En los países de los Balcanes Occidentales, el premio fue recibido con opiniones encontradas. Mientras que en Serbia el premio fue bienvenido, en Kosovo y Bosnia-Herzegovina se generaron duras críticas. Colegas como Salman Rushdie ya habían reaccionado alarmados ante los abrazos de Handke con Serbia. El exministro de Asuntos Exteriores de Kosovo, Petrit Selimi, preguntó a la Academia del Premio Nobel a través de Twitter si también incluyó el discurso de Handke pronunciado en el funeral de Milosevic como parte de su obra literaria cuando decidieron otorgarle el premio. Vlora Citaku, embajadora de Kosovo en Estados Unidos, condenó asimismo la entrega del Premio Nobel a Handke: “Escandaloso. Es absurda, vergonzosa”.

Según Jasna Causevic, portavoz de la Sociedad para los Pueblos Amenazados (GfbV), responsable de la prevención y protección del genocidio, “durante la guerra de Bosnia, Handke estuvo incondicionalmente al lado de los criminales de guerra serbios. Es incomprensible que el Comité del Premio Nobel honre el apoyo intelectual al genocidio”. El diario The Washington Post no escatimó en críticas: “El comité, que estaba tan ansioso por dejar atrás los últimos escándalos, ahora parece tropezar con uno nuevo”.

El británico The Guardian reprodujo las declaraciones del filósofo esloveno Slavoj Žižek: “Un apologista de los crímenes de guerra recibe el Premio Nobel. Suecia ha hecho una contribución significativa al asesinato del personaje del verdadero héroe de nuestro tiempo, Julian Assange. Nuestra reacción debería ser: no el Premio Nobel de Literatura para Handke, sino el Premio Nobel de la Paz para Assange”.

En su programa de televisión, el crítico literario alemán Denis Scheck defendió la decisión de la Academia. Se ha sentido como una “una bofetada en el rostro de aquellos que pugnan por la corrección política”, una derrota a quienes han intentado corregir la postura de Handke. “Fue una decisión muy valiente, significa volver a los criterios estéticos que debimos retomar hace tiempo”. Como introducción al trabajo de Peter Handke, Scheck recomendó leer Desgracia impeorable, narración alusiva al suicidio de la madre de Handke, Maria, cometido la noche del 19 al 20 de noviembre de 1971.

Desde hace casi 30 años, Peter Handke vive en Chaville, un municipio ubicado a doce kilómetros del centro de París.

ÁSS

  • Andrea Rivera

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