I
Hace cinco años entrevisté al tenor Alan Pingarrón y le pregunté qué calificación se pondría a sí mismo como cantante. Entre risas, contestó: “Pues que sea 10, ¿no?”. ¿Y para el pianista? Su respuesta: “Un 7”.
Hace un par de semanas, Pingarrón presentó un espectáculo como cantante y pianista en el Foro Lenin de la colonia Roma, titulado Viaggio musicale attraverso il tempo. Ahí comprobé que está cerca del 10 como cantante y que fue muy exigente consigo mismo al calificarse con un 7 como pianista.
Calificaciones aparte, lo que generan sus presentaciones unipersonales con voz y piano es algo muy simple: intensas emociones.
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II
A la entrada del pequeño y confortable teatro, que fue construido en el terreno que antes fue un frontón, dos “damiselas” (definición de ellas mismas) reciben al público ataviadas con elegantes vestidos de época y antifaces. De esa manera ayudan a que la gente empiece a ubicarse en la Europa de los siglos dieciocho y diecinueve.
Luego de la puntual tercera llamada, Alan Pingarrón inicia el concierto con “Per la gloria d’adorarvi”, de la ópera Griselda, de Giovanni Bononcini, aria en la que el objeto de adoración son los ojos de la amada, sin importar que se trate de un sentimiento no correspondido. El libreto de esa obra está basado en pasajes del Decamerón, de Boccaccio.
Sigue con una pieza de Antonio Caldara (“Alma del core”) y dos de Mozart: “Dalla sua pace”, de Don Giovanni, y “Un’aura amorosa”, de Cosi fan tutte.
Un bloque con piezas de Vincenzo Bellini sube a tope el ambiente romántico y en una de las pausas Pingarrón comenta que ese compositor italiano se plagiaba a sí mismo. Aprovecha el momento para confesar, sonriente, que el formato de este concierto se lo copió a Luciano Pavarotti.
De Verdi ofrece el tema dramático “Ah!, la paterna mano” (de la ópera Macbeth) y el jocoso “La mia letizia infondere vorrei” (de I Lombardi alla prima Crociata).
Cierra su presentación con melodiosas composiciones de finales del siglo diecinueve y principios del veinte creadas por Donaudy, Tosti, Mascagni, Sibella, Denza y De Curtis.
A la hora de los agradecimientos, Alan habla de un trabajo de “muchas otras voluntades” que tienen nombre y apellido, con especial énfasis en la permanente labor de sus padres.
Ha sido un viaje por el tiempo en el que los oyentes, de pronto, despiertan no en la capital de Italia, pero sí en la colonia Roma de la Ciudad de México (Mérida 98).
III
Las felicitaciones para el artista se llevan a cabo en el patio, a un costado de las oficinas del Centro Mexicano de Estudios Culturales y Sociales. Se trata de una hermosa casona construida en 1912 y remodelada en 1986.
Una señora con rasgos orientales abraza a Pingarrón y le dice en perfecto español: “Muchísimas gracias por llevarme a Italia, fue algo maravilloso”.
Un hombre de mediana edad también lo felicita en español y luego entablan una animada conversación en italiano, salpicada con carcajadas estentóreas de Alan, quien posee un alma cristalina que se percibe en el escenario y en la calle.
Durante largos segundos, una guapa muchacha lo abraza con mucha fuerza. Él le agradece por estar presente en el concierto “y por todo el apoyo que me has dado”.
Casi nadie se presenta ante Alan porque él reconoce las voces de todos sus conocidos y de inmediato entabla afectuosos diálogos. Cuando se trata de un nuevo fan, Pingarrón pregunta el nombre de su interlocutor y escucha con atención lo que le dicen, para luego responder con frases amables.
IV
Desde siempre, el padre de Alan Pingarrón toca la guitarra y canta temas populares. Tanto él como su hijo son fans de José José.
A los cuatro años de edad, Alan jugaba con un teclado de juguete e interpretaba canciones de Francisco Gabilondo Soler Cri-Cri. En su adolescencia aprendió a leer partituras con el sistema braille y cuando escuchó cantar a Luciano Pavarotti en un casete supo cuál sería su destino.
Estudió canto en la Escuela Superior de Música de la UNAM, actualmente Facultad, donde fue galardonado con la medalla Gabino Barreda que se otorga a los mejores promedios.
Tomó cursos de perfeccionamiento vocal con el maestro Leonardo Mortera y clases magistrales con Juan Diego Flórez, Javier Camarena y Plácido Domingo. En 2010 obtuvo el segundo lugar en el concurso Ópera prima, las voces del bicentenario, organizado por Conaculta, SEP y Canal 22.
Ha ofrecido conciertos en varias ciudades de México, Estados Unidos y Europa, además de interpretar papeles importantes de óperas como La Bohème (Rodolfo) y El elixir de amor (Nemorino). Sus máximos logros profesionales en el extranjero han sido presentaciones en la Royal Opera House de Londres y la Konzerthaus de Berlín.
Acerca de su movilidad en el escenario, ha dicho: “Lo único que tengo que hacer es ensayar mucho y contar pasos para no dar el azotón”.
También ha comentado que “la vida se trata de superar los retos que se te van presentando en el camino, seas quien seas. Yo soy muy creyente, así que me encomiendo a Dios y hago las cosas lo mejor que puedo”.
V
Mientras Alan Pingarrón cantaba en el Foro Lenin de la Ciudad de México, en el Dodger Stadium de Los Ángeles, California, se rendía un emotivo homenaje post mortem a Fernando Valenzuela, previo al primer juego de la Serie Mundial 2024.
A pesar de mi gran admiración por el Toro de Etchohuaquila, preferí ver y oír a un tenor y pianista mexicano también de grandes ligas a quien no se ha valorado en su justa dimensión.
VI
En 2007 escuché al italiano Andrea Bocelli en el Auditorio Nacional y disfruté el concierto, pero también pude comprobar en vivo que la potencia de su voz no es nada del otro mundo. La clave de su éxito está en la singular coloratura, el timbre “dulce” y un aparato publicitario de primer mundo.
En esa ocasión estuvo bien arropado por la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México. Cuando cantó acompañado del barítono Luis Ledesma y la soprano Ailyn Pérez fue notorio que los invitados moderaron el volumen de sus voces para no opacar al divo.
En julio de 2024, Andrea Bocelli festejó 30 años de carrera con tres presentaciones consecutivas en un teatro al aire libre que él mismo financió en Lajatico, su pueblo toscano. Estuvo acompañado por variados músicos como Lang Lang, Ed Sheeran, Laura Pausini, Zucchero, Plácido Domingo, José Carreras y hasta Christian Nodal (¡hicieron dueto en el tango “Por una cabeza” de Gardel - Le Pera!), además de los actores Will Smith, Russell Crowe y Johnny Depp.
El documental Andrea Bocelli 30: La Celebración incluye fragmentos de esos conciertos, que fueron programados para su proyección en cines de México el 8 y 10 de noviembre de 2024. En el futuro cercano seguramente estará disponible en diversas plataformas.
No está nada mal ver esa gran producción en pantalla grande, pero yo preferiría asistir nuevamente a un concierto en vivo de Alan Pingarrón, aunque coincida con una Serie Mundial o una final de Wimbledon.
AQ