Decía Diógenes que los Dioses
les dan a los hombres una vida regalada,
a condición de que se contenten con poco.
Pocos lo creen o lo piensan,
pero es posible prescindir
de los grandes y arduos trabajos
—y de los sueldos que a veces los acompañan—
a condición de vivir con mucho menos.
Mientras el tren de vida
sea de alto mantenimiento, no hay de otra:
hay que ganar mucho dinero.
Distinto es el asunto si, poco a poco,
ganando dinero sin prisas,
se puede llevar un tren de vida
algo más holgado… pero no mucho.
Hay una escena increíble en la
Vida, opiniones y sentencias
de los filósofos más ilustres,
donde va pasando Platón,
y ve a Diógenes lavando
hierbas silvestres en un riachuelo
para comer, y le dice:
“Diógenes, si sirvieras a Dionisio
no tendrías que andar lavando
hierbas silvestres para comer.”
Y Diógenes, sin dejar de atender
lo que está haciendo, le responde:
“Si lavaras hierbas silvestres para comer
no tendrías que servir a Dionisio.”
Es así: siempre hay que pagar un precio.
Y cada persona ha de saber
—o debería saber…
o más le vale que lo sepa—
qué precio está dispuesta a pagar,
si lo puede pagar,
y si vale la pena hacerlo.
AQ