Todo lo que he tocado hasta ahora
ya lo habías tocado tú antes.
Las cosas existen, precisamente, porque las tocas.
Yo existo por lo mismo: basta que me toques
un hombro para que exista,
mi pecho para que empiece a respirar,
mis piernas para que empiece a correr,
mis manos para que empiece a escribir.
Si no tocaras las partes de mi cuerpo,
mi cuerpo no fuera más que ese agujero
en el que caigo diariamente.
Yo no sé quién te ha tocado a ti para que existas, pero estoy seguro que ya existías
desde antes de que alguien te tocara.
Las cosas muertas que yo toco no reviven, sin embargo.
Cuento hasta diez para que despierten, pero no despiertan, las empujo por la
espalda para que avancen, pero no se mueven,
les doy un puntapié, y no chillan,
permanecen calladas en el mismo lugar, inmóviles y solas, como esperando que
vuelvas a habitarlas.
AQ