Cuando un caballo blanco sale a la orilla
y llama a su señor, un viejo de Beirut,
que murió de una misteriosa neumonía
antes del tercer grito del gallo,
afiebrado, tras orinarse en las sábanas sucias,
el dieciocho del mes de muhárram,
del siglo pasado, o alrededor de éste,
susurras que no es el caballo, sino la niebla
del mar; que mañana volverán las lluvias,
y de nuevo en el mar se perderán los barcos.
Pobres, pobres barcos.
Siento deseos de calentar tus manos de cristal
con las que acaricias el musculoso pecho
del caballo blanco,
que gime de tristeza
como un asno ordinario de Beirut.
Traducido del ruso por la autora.
Alina Dadeva
Poeta rusa nacida en Uzbekistán, quien radica en México desde hace siete años.
AQ