Me enseñaron que las sanguinarias pueden curar la mordedura de serpiente,
pueden detener el sangrado —casi todos olvidaron esto
cuando acabó la guerra. La guerra acabó,
dependiendo de a qué guerra te refieras: aquellas que empezamos,
las anteriores, hace milenios y más,
aquellas que me empezaron a mí, que yo perdí y gané
—aquellas heridas que florecen sin pausa.
Un salario me dio forma, libra a libra. Y yo libro el amor y cosas peores:
siempre hay otra campaña que atravesar marchando,
una noche en el desierto para el relámpago de cañón de tu pálida
piel apaciguada en tu pecho, laguna de plata y humo.
Desmonto mi caballo oscuro, me inclino ante ti, te entrego
el tirón fuerte de mi sed, de todas.
Aprendí Bebe en un país de sequía.
El dolor nos place, dejamos marcas
del tamaño de piedras —cada cabujón pulido
por nuestras bocas. Yo, tu lapidaria, tu rueda lapidaria,
giro —verde moteado rojo—
el jaspe de nuestro deseo.
En mi desierto hay flores salvajes
que tardan hasta veinte años en abrirse.
Las semillas duermen como jeodas bajo la arena caliente del feldespato
hasta que una inundación repentina estremece el arroyo, levantándolas
en su flujo de cobre, las abre de memoria
—recuerdan lo que su dios les murmuró
en sus costillas: Despierta y duélete por tu vida.
Donde estuvieron tus manos hay diamantes
en mis hombros, deslizándose por mi espalda, muslos
—soy tu culebra.
Estoy en el polvo por ti.
Tus caderas son luz de cuarzo y peligro,
dos carneros de cuernos rosados que ascienden una estela suave de desierto
antes de que el cielo de noviembre desate un diluvio de cien años
—el desierto devuelto de pronto a su mar antiguo.
Levántate, heliotropo silvestre, hierba del escorpión,
facelia azul que sostiene el morado como un cuello puede sostener
la forma de cualquier gran mano.
Manos grandes, así llamaba ella a las mías.
La lluvia vendrá en algún momento, o no.
Hasta entonces, tocamos nuestros cuerpos como heridas—
la guerra no terminó nunca y de algún modo comienza de nuevo.
Aritmética estadounidense
Los nativos estadounidenses son menos del
1 por ciento de la población de Estados Unidos.
El 0,8 por ciento del 100 por ciento.
Oh, mi patria eficiente.
No recuerdo los días anteriores a Estados Unidos
—no recuerdo los días cuando todos estábamos aquí.
La policía mata nativos estadounidenses más
que cualquier otra raza. Raza es una palabra curiosa.
Raza implica que alguien ganará,*
implica, tengo tantas posibilidades de ganar como…
¿Quién gana la carrera que no es una carrera?
El 1,9 por ciento de los asesinatos policiales
son de nativos estadounidenses, un porcentaje más alto
[per cápita que el de cualquier otra raza
—a veces raza significa corre.
No soy buena en matemáticas —¿puedes culparme?
He tenido una educación estadounidense.
Somos estadounidenses y somos menos del 1 por ciento
de los estadounidenses. Nos sale mejor morir
a manos de la policía que existir.
Cuando nos estamos muriendo, ¿a quién debemos llamar?
¿A la policía? ¿A nuestro senador?
Por favor, que alguien llame a mi madre.
En el Museo Nacional del Indio Americano,
el 68 por ciento de la colección es de Estados Unidos.
Estoy haciendo lo posible para no volverme un museo
de mí misma. Estoy haciendo lo posible por inhalar y exhalar.
Estoy rogándoles: Déjenme estar sola pero no me hagan invisible.
Pero en un cuarto estadounidense de cien personas
soy nativa estadounidense —menos de una, menos que
completa— menos que yo misma. Sólo una fracción
de un cuerpo, digamos, soy sólo una mano
—y cuando la deslizo bajo la blusa de mi amante
desaparezco por completo.
Nota de la traductora: en inglés, la palabra race se utiliza para hablar de una etnia o raza pero significa, también, competencia o carrera.
AQ