Agarrar a alguien en la calle
y dejar que otro se vaya impunemente,
como aquella vieja chiflada
que tenía algo urgente que decir
y que para ti no tenía ningún sentido,
que te agarró del brazo
hasta que conseguiste librarte,
solo para toparte con un mendigo
que esparció las monedas de su vaso
y al que tuviste que oír
echándote la bronca y maldiciéndote
delante de todas estas personas.
Lo que venga después, nunca lo sabrás.
El destino incierto dirige aquí el espectáculo.
AQ