Carro solitario avanza
el tiempo en los espejos;
un cielo hipnotizado sobre el muro
conduce lentamente.
Ojos que fueron rienda y rostro que un fin empeña.
La tarde a pique,
en sol todo se quema.
Clepsidras invisibles desmoronan las cosas.
El tiempo es el río de los espejos
la levedad otorga del olvido,
y cosas que no son entre las manos.
Somos por dentro voz y tiempo,
o mundos deshojados que giran como un cielo:
espejo humeante,
central ficción,
interno soplo de la nada.
Silenciosos gramófonos del día,
poleas desasidas, los espejos,
las noches allí giran y renacen los soles,
ruedas envueltas de caminos,
ciñen el tiempo, nos acercan destinos.
Cáliz para el mundo hay en la imagen
y vacío del tiempo en la materia,
espíritu mordaz errante.
¿Inspiración del verbo etérea?
AQ