La jaula se vuelve pájara revuelto
cuando se desnudan sus manos
y me pregunto cómo
no castigar al viento si se respira
un delirio nuevo y repentino:
apenas un amor vuelto pájaro
aullando la muerte,
un sonreír detrás de la puerta
que se antoja inmarcesible
y baila sobre una nube
de tiempo (inmemoriado).
Es el exhalar que nos condena
a gritar —en silencio—,
este miedo que nos consume.
AQ