Entre el tumulto de globos y gritos
aparece una niña con sus trenzas doradas.
Han pasado los años,
pero sus ojos se mantienen
con la misma inocencia transparente,
tallada por un ápice de nube.
Se trata de aquella niña que escribía,
en un rincón vacío en los pasillos,
los versos de tempranas primaveras.
Más allá de su imagen yo la sueño,
busco en vano su esencia su perfume,
busco acaso su piel en estos versos,
busco que la palabra se haga carne.
Y me llega su imagen como flecha
sobre mi soledad que malherida
sangra todo el dolor de su belleza.
AQ