Hay casas que te hacen esto, te avientan al calor de una idea peligrosa, te agobian. Hay casas así y nadie sabe lo que ha sucedido en ellas: niñas que llaman a sus muertas, que abren para ellas sus manos muy ligeras, desnutridas, manos que responden extendiéndose desde un mundo que parte, que se aleja, manos que se estiran sobre otras manos y con ellas mundos y muros que se derriban. Manos así: solares. Manos en las que pulsa una sangre antenatal, latiendo como una floresta.
Comida en la puerta al mediodía, una sola comida: frijoles, una salsa picante con sabor a espinas, tortillas que humean como los sueños. Y en los sueños la madre que todo el tiempo tiende su mano como una santa.
AQ