Lo has hecho poco menor que los ángeles…
Salmos 8, 5
Hay un revuelo cósmico cuando te aproximas.
Se sienten tus pisadas en la faz de la tierra.
En algunos lugares empieza a temblar
Y los pájaros huyen en parvadas
Mientras los perros ladran enloquecidos sin saber por qué.
Pero no traes la guerra sino la paz.
Pones tranquilidad en nuestros corazones.
De gasas blancas son tus amplios vestidos
Y es más blanca que el nácar tu inminente presencia cegadora.
Tus hombros abarcan la mitad del cielo
Y tus pechos triunfales bien podrían ser de mujer
Porque huelen a almizcle y un poco a la canela
Que cultivamos en el solar,
Pero eres más feroz que Behemot.
Tu boca saca lumbre como un dragón del mar.
En tu inminencia nos postramos y guardamos absoluto silencio,
No sea que te enojes.
Alguien se aparta de la masa: quiere besar los dedos
De tus pies, estar próximo a tus columnas,
Acariciarte los tobillos,
Y se arrastra en el polvo para llegar a ti.
Tú le tiendes la mano y le sonríes como si no pasara nada
Y haces que se levante.
Como un toro que se pone en dos patas, el hombre
Haciendo prodigios para sostenerse,
Intenta tocarte con sus toscas pezuñas
Que ignoran lo que hacen.
Todo lo envuelve un pálpito de luz.
Estamos en otro lado, bien puede ser,
En otro lugar, en otra hora,
En otro mundo que no existe.
Cuando abrimos los ojos, ya no hay huella de ti.
Este poema forma parte de 'Salmos sueltos' (Ediciones Tinta Nueva, 2022)
AQ