Quién lo iba a predecir entonces
el sol al rojo vivo sobre el hombro
cuatro gotas de azufre marcando el rosetón.
Quién lo iba a predecir
el aire dividido de un sablazo
un hálito fatal
un gesto que los años han borrado.
Yo no podría
ahora
estar tan cerca
despertar con el ojo en otro ojo
una voluta perdida entre los labios
la palabra no dicha.
Yo no podría
no
yo no sabría
poner mi dedo sobre la herida mustia
y fingir que no duele
y sonreír
y dormir cada noche
como un ángel caído
al que han vaciado el alma.
AQ