Si yo volviera a Salzburgo
andaría por las orillas del Salzach,
bajarían las montañas a mi vista
y volverían las praderas que iluminaba el sur.
Si yo volviera a Salzburgo, iría en fascinación
a pueblos próximos, por ejemplo, a Saint Wolfgang,
donde el cielo reflejaba el lago, o
tal vez a Hallstatt, con su hondo color cartuja, o
en Bad Ischl descubriría los cuentos de hadas.
Salzburgo era del todo inhóspito al cálculo reflexivo
pero hospitalario a la amistad. Entrañable
como adagio mozartiano o girasol de junio
y oscuro y lluvioso en el áspero invierno como
la invulnerable tristeza de la lírica de Trakl.
Pero treinta años se me caen encima,
y no, mejor así, mejor no volver, mejor no volver
a los sitios donde alguna vez hubo una casa
AQ