De alga marina me trajiste un poco
En tus cabellos, y un olor de viento,
Que de lejos corrió y llega grave
De ardor, traía tu cuerpo bronceado:
—Oh la divina
Simplicidad de tus ágiles formas—
Ni amor ni gran congoja, un fantasma,
Una sombra de la necesidad que vaga
Serena e ineluctable para el alma
Y la deslíe en gozo, en encanto serena
Para que al infinito el siroco
Se la pueda llevar.
¡Qué pequeño es el mundo y ligero en tus manos!
AQ