Murió vestido, probablemente, con guerrera militar.
Sus botones no sé si eran dorados o de plata.
Ahí está mi abuela, sacándoles el brillo.
Estoy segura que antes de tocar el suelo,
lanzaron rayos de luz sobre las tropas fascistas.
Estoy segura que allá donde se encuentren,
siguen restregándose los ojos.
Los ojos nuestros no son los ojos de ellos:
los ojos desalmados, deambulantes,
solitarios guijarros del olvido,
diminutos planetas donde viven
visiones oscuras.

AQ