“Por el puente, no”. El puente era largo, oscilante,
de madera mohosa, y de montaña a montaña
sólo yo a solas no perdía el aviso:
“No atravesar, cuidado” —y alguien decía
desde abajo: “Entre el antes y el mientras”.
Pero yo a diario lo traspuse de ida y vuelta,
comoquienvayviene, va y viene del amor al odio,
de la ternura que ilumina el cuerpo
a la culpa que lo inclina, del ansia de conocimiento
a la presunción gris y ciega de la ignorancia.
¿Dónde quedaría en la infancia la miel, el pan, la leche agria,
el queso al que faltó tal vez la mínima sal sobre la tierra?
En la infancia y la adolescencia no nos caían
a los hermanos dinero en el bolsillo,
y no me importó a veces, pero otras dolía
no invitar al cine a una muchacha.
“Por el puente, no”. Pero el que está destinado,
por una u otra vía, sabe que vencerá el Mal.
Y sin embargo, pasaron las décadas, y una tarde
de sábado a domingo en que negó la noche,
me precipité del cuándo hacia ninguna parte, mientras
alguien me gritaba abajo, me gritaba,
pero ¿quién?
AQ