He conocido el dolor. Lo he visto romperse en áureas mareas
donde la flama violeta del marjal desplaza sus despojos hasta
diluirse en la orilla gris que jamás ha rozado mi suave carne.
La leche escurre a cuentagotas por el seno. Esa leche íntima,
casi estéril, recoge un dolor inhumano, fósil punto en el beso,
húmedas alas impermeables. Ah, impacientes soles de piedra.
No la mano que presiona el pezón, ni los labios con olor a nardo,
sino la imposibilidad de asirse al pecho, succionar vida, desnudar
el cuerpo deseado sin trasgredir la superficie abultada de la llaga.
Río de eternidad, dañaste el fondo de mi memoria desterrando el
velo. Contuviste el hilo blanco del rebrote, nieve aún sin excoriar.
Ajada sombra, desde el nudo obstinado navego, vacía, destetada.
En el espejo empieza el derrubio, la soberbia del azogue, mi piel
apeteciendo el diálogo con la espuma bajo la anchurosa bóveda,
caricias entre cedros al congregar su seco derroche en la ladera.
Tu aroma resplandece en aguas de otro mar. Es que eres humana y
oscura zanja sosiega tu puerta. Quiero abarcar tu luz en la albufera
y mi llanto lave tus manos como un bajorrelieve de fuego y tormento.
Cuando llegó la noche con su cascada de bendiciones no había nada
que recordar. El cuerpo soñó una mujer de blanco hablando una lengua
inocente. Y todos en la tienda enmudecimos bajo la señal de los astros.
Aunque el agua manase del pozo, algo persistía de aquella sed.
Era tu sombra inscrita en la parra uva floreciendo de la espina
como el ojo del manantial cuando arrastra su pasión en torrentes.
Jeannette L. Clariond
Poeta, editora y traductora. Directora de Vaso Roto Ediciones, que fundó en 2003. Su libro más reciente es 'The Goddesses of Water'.
AQ