Ayeres infestados de vínculos fuertes
Entre infinidad de realidades falsas sobresale la poesía, esa, como decía Roberto Juarroz, que le agrega realidad a la realidad.
Culto al cemento en bruto es un vulnerable homenaje al venerable bagaje que nos ha edificado hasta ahora a pesar de los estruendos, a pesar de los derrumbes. Pensar en Tlatelolco, por ejemplo, nombrar a la icónica unidad habitacional remite a una herida histórica, herida insuperablemente mexicana, dolorosa, activadora de todos los activismos.
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Nancy Tamez, poseedora de un hermoso urbanismo interior, vivió su infancia y parte de su adolescencia en los edificios Guillermo Prieto, Nuevo León y Jesús Terán de Tlatelolco, los vivió (quiero pensar) felizmente; su familia se instaló en 1971 y estuvo ahí hasta 1985, desde ahí cimentaron proyectos y una niña, después una chava, erigía también —mientras al fondo se escuchaba el dulce sonido de la locura, es decir música de Esquivel— un trayecto certero, el que conduce a los sueños, después esos trazos, que parecían improbables e incomprensibles, se convirtieron en su segundo poemario, Culto al cemento en bruto, editado por la Universidad Autónoma de Coahuila en la colección Celosía (escritores del noreste, segunda serie) en 2022.
Sílice, alúmina, óxido férrico, cal, magnesia y ácido sulfúrico
Las construcciones de cemento dieron un paso civilizatorio hacia otro rumbo, quiero pensar que la poesía hace lo mismo:
Mosaico y granito fueron los caminos
de un nuevo tipo de convivencia;
uno de ambiente estilo vecinal.
Cascarón de concreto invertido,
para economizar el proceso
de la ansiada construcción
(“Planicie de los ídolos”, fragmento, página 21).
Entiendo a la memoria como brutal, geométrica, entiendo a la poesía como un proyecto urbano, entiendo que la resistencia de los materiales cede de vez en cuando a eso de las 7:19 a. m, en un no tan azaroso día de septiembre, entiendo a los escombros como una de las cosas más delicadas que hay, entiendo que Nancy no se derrumbó, al contrario, en algún momento recibió el zangoloteo justo y necesario para ascender y ser el enlace, el vínculo efervescente con el arte de la existencia.
Ventana soleada en un séptimo piso
La poesía con toda su estabilidad nos hace viajar por el tiempo, todo es un escenario y creo que lo importante no es ser poeta sino lo que uno hace con la poesía, Nancy, arquitecta de su propio destino, mira desde la ventana en un séptimo piso y entiende que la magia nos hace creer, ve la belleza a borbotones, se alimenta de eso, se quita los converse, tararea una rola de Bowie y escribe su pasado, su presente y su futuro, tal vez es un script para un posible proyecto filmográfico, el sonido radial se alarga rozando el infinito asfalto, entonces una unción de astrónomos y rosas:
Guerreras de un arte,
las palabras se escriben
con el bélico aliento que no abdica
ni se allana en el hecho de ver
solamente
como todo pasa
en este efímero instante de vivir
(“Poe-tiza!, fragmento, página 37).
Infinidad de veces
“Los autores de la poesía son los que la hacen y los que la comprenden” —esto lo dijo José Martí en Ensayos sobre arte y literatura—, y remata: “Para andar entre las multitudes de quien quiere hacerse intérprete, el poeta ha de oír todos los suspiros, presenciar todas las agonías, sentir todos los goces e inspirarse en las pasiones comunes de todos”.a le apuesta a los milagros. ¿Por qué digo esto?, porque la libertad humana es la capacidad de hacer milagros, escribir poesía (desde el noreste), editar libros de poesía (desde el noreste), leer poesía (desde cualquier parte), compartirla (hacia todas partes) produce milagros, los que estamos aquí no hicimos lo que hicimos con poesía como un gesto simbólico, esa idea usada comúnmente para devaluar nuestras acciones no cabe aquí ni en nosotros porque la poesía es la inmensa columna invisible que ocupa todo nuestro espacio y nos sostiene.
AQ