Preliminar, por Tedi López Mills

En el banquillo

La poeta, ensayista y traductora debuta en Laberinto con una indagación del yo

"Uno se mira sin tregua y sin testigos. Uno se admira". (Cortesía)
Tedi López Mills
Ciudad de México /

Si mi elenco soy sólo yo, no existe el problema de la objetividad; tampoco el de un tiempo externo o un criterio de verdad o mentira. Los contenidos se designan con paciencia. La primera persona habla en mi nombre; la primera persona se acusa, y es también metáfora. La pongo en mi lugar; el yo de los matices o el yo que no se atreve a decir lo que piensa. Las consignas son tan claras que parecen bromas. En el pasado no era posible vivir. En el pasado se deambulaba a oscuras. Santo y seña. Me identifico a diario. Una mentora me advierte que nadie tiene derecho a representar a alguien sin incurrir en la culpa de apropiarse de lo ajeno. Cuestión de pronombres, agrega. Hurgo en la metáfora; la más simple de todas: yo soy como yo. Quizá me conforme o me deforme a propósito.

Antes del espacio entre las palabras había escritura continua: elseñorhacetodomuybientodoslosdías. Apunto el dato: alrededor del siglo VII de nuestra era, monjes irlandeses comenzaron a experimentar con la separación de las palabras. Pronto surgió la lectura a solas y en silencio. Imagino un sitio sin voces; nunca sin ojos. Me distraigo con las digresiones. La niña en Balún Canán, de Rosario Castellanos, huye por la majada y se arrima a un árbol y llora. La majada es un paraje que sirve de aprisco a los animales. El árbol es un tronco que lastima la piel. La niña que llora es ella. Los pronombres no se rectifican por más que uno los regañe. “A veces ‘yo’ se supone que sostiene lo que no está ahí hasta que está,” escribe la poeta estadunidense-jamaiquina Claudia Rankine en Citizen. An American Lyric. “Eso hace que la primera persona sea símbolo de algo”. El símbolo encajaría con la parte que falta; no con el vacío sino con el pedazo roto: la conciencia omnisciente y el sistema que se construye en detrimento de la percepción. Símbolo de algo significa cualquier cosa: agente libre. “En la majada de la finca hozan los cerdos”. ¿Quién decepciona a quién? Los secretos conviven en el fuero interno sin escándalo ni recato. Las reglas se difuminan. Las opiniones son posesiones. Uno se mira sin tregua y sin testigos. Uno se admira. Habría que medirse con escarnio. Pasearse con la primera persona como si fuera la mascota de uno.

Ningún realismo se encarga de veras de la realidad. Hay luz y en consecuencia sombras; tan simple como una cadena cuyos eslabones sucesivos parecen predecibles. El temor y la tristeza a menudo son síntomas de la melancolía, escribe Robert Burton. Los diablos del cuerpo y los diablos del espíritu no coinciden. La página de mi libro se llena de corchetes y de fórmulas en latín: semel et simul. Sonrío forzadamente y salgo a la calle. En el parque un hombre me ofrece su asiento aunque no haya banca. Le respondo que no al caballero. La metáfora de la duda en la cuerda floja es la condición que más me conviene. Leo el dictamen de hoy en una pared blanca: somos un país de listos. Por lo tanto, promulgo mi propio estado de emergencia.

RP | ÁSS

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