La novela del “Vate” López Méndez

Reseña

En 'Púrpura encendida', Aída López Sosa indaga en la historia de su tío abuelo y nos ofrece un amplio panorama del ascenso y caída del gobierno socialista de Felipe Carrillo Puerto.

Portada de 'Púrpura encendida', de Aída López Sosa. (L.D. Books / Secretaría de la Cultura y las Artes de Yucatán)
Carlos Martín Briceño
Ciudad de México /

Hubo un tiempo en México en que poesía y música estuvieron fuertemente ligadas. Sobre todo en la península de Yucatán, donde los poetas solían ceder sus letras a los compositores para convertirlas en canciones destinadas al repertorio de tríos y artistas de moda.

De entre estos poetas, destaca la figura de Ricardo López Méndez (Izamal 1903-Cuernavaca 1989), autor de la letra de “Nunca”, célebre canción que musicalizó y popularizó Guty Cárdenas, y también del glorioso poema “Credo”, (México, creo en ti…), por el que otro bardo yucateco, Antonio Mediz Bolio, le otorgó la dignidad de “El Vate” a López Méndez, alegando que nadie había retratado con más ardor el misterio de la patria mexicana.

Púrpura encendida (L.D. Books / Secretaría de la Cultura y las Artes de Yucatán, 2024), la primera novela de Aída López Sosa, configura un retrato individual de López Méndez tan ambicioso que le alcanza para contar la azarosa vida del bardo, recrear el ascenso y caída del gobierno socialista de Felipe Carrillo Puerto y dibujar buena parte de la vida bohemia capitalina en el México post revolucionario.

“Tenía una deuda pendiente de escribir acerca de mi tío abuelo, fue un ejemplo para mí, de niña lo admiraba muchísimo”, cuenta Aída en una entrevista relacionada con Púrpura encendida.

Y vaya que consigue saldar esta deuda, pues lejos de conformarse con narrar en tercera persona de manera cronológica los hechos, la autora, en un depurado ejercicio de autoficción, partiendo del hallazgo fortuito de una máscara mortuoria de Guty Cárdenas en el armario de su padre recién fallecido, se convierte también en personaje, guiándonos del presente al pasado y viceversa, por los múltiples senderos de su historia.

Aída López Sosa se revela en este libro como una narradora eficaz que, utilizando la técnica literaria de las cajas chinas, cuenta varios relatos dentro del relato principal; acaso el más memorable sea el que se refiere al fugaz periodo gubernamental de Carrillo Puerto, cuyo artero asesinato obligó a López Méndez a abandonar su breve carrera política y a refugiarse en la capital donde cambiaría radicalmente el rumbo de su existencia.

Hacía falta una novela sobre “El Vate”, pues su presencia colorea mucho lo que fue la vida en aquel México que intentaba subirse al carro de la modernidad: un país aún violento cuya burguesía echaba de menos la Pax Porfiana. Aída López Sosa emprende esta tarea en Púpura encendida y la logra con sobrada ventura, arriesgando la labor más difícil que es la de recrear la historia salpicándola de ficción, pero respetando los hechos capitales, sin tomar una posición crítica ante el pasado.

Uno de los aciertos de Púrpura encendida es la decisión de la autora de volverse personaje en la primera y tercera parte de la novela, pues dada su cercanía con el protagonista, hubiera sido una lástima no enterarnos por ella misma de algunos pasajes desconocidos relacionados con “El Vate” que ayudan a comprender la naturaleza interior de este yucateco cuya retórica, declaró alguna vez Carlos Monsiváis, “funciona admirablemente, porque complace y forma un público, aún ligado a la poesía, capaz de ver en el sentimentalismo su refugio ante las incomprensiones de la modernidad”.

Así es como sabemos, entre otras cosas, que López Méndez siempre se recriminó no haber estado cerca de su amigo Guty Cárdenas la noche en que asesinaron al músico en el Salón Bach; que por causas ajenas a su voluntad, “El Vate” se vio envuelto en líos judiciales tras el suicidio de Ella Gerth, su primera esposa; que el poeta estuvo enamorado secretamente de Alma Reed, que su comida favorita era el puchero de tres carnes y que todos los días desayunaba un plato de papaya. Estas anécdotas personales ayudan a conocer el interior de este idealista de personalidad cautivadora cuya obra más conocida, el “Credo”, todavía se recita con fervor en las ceremonias patrióticas de muchas escuelas de nuestro país.

Dicen los que saben que toda novela histórica se enmarca al menos en dos tiempos: el instante en que se escribe y la época que intenta retratar. Púrpura encendida no es la excepción, pues mientras la escritora del presente hurga en su memoria y rescata los recuerdos relacionados con su familia, se apoya a la vez en una vasta documentación para describir con detalle los tejemanejes de la clase política de entonces que, a decir verdad, no nos resultan tan ajenos.

Púrpura encendida salda con creces la deuda emocional y literaria de su autora y la inscribe, de golpe y porrazo, en el grupo de narradores mexicanos que han dedicado sus letras a novelar los orígenes de nuestra conciencia nacional.

AQ

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