El 19 de mayo Elena Poniatowska cumplirá noventa años. Observadora y cronista del México contemporáneo, la ganadora del Premio Cervantes 2013 ha publicado varios títulos clásicos como La noche de Tlatelolco o Hasta no verte Jesús mío.
A continuación, un grupo de colegas y amigos hacen un repaso de una de las mayores protagonistas de la vida cultural del país.
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Adriana Malvido
La aportación literaria y periodística de Elena Poniatowska es inconmensurable y tiene un sello muy personal, único. Su relevancia no solo tiene alcance internacional, sino también intergeneracional. En todos los géneros que aborda con su escritura: la crónica, la biografía, la novela, la entrevista, el artículo o el cuento, la creatividad de su mirada y su talento narrativo hacen de cada texto una pieza de arte.
Para conocer al México del siglo XX y lo que va del XXI, con sus luces y sombras, hay que leer a Elena Poniatowska. La noche de Tlatelolco es fundamental para quien quiere entender el movimiento estudiantil de 1968 y la terrible represión gubernamental que marcó a este país.
Su capacidad para escuchar a las y los otros y convertirlos en lo más importante del mundo es una constante. Hasta no verte Jesús mío es un ejemplo magistral de cómo el oído literario de Elena dignifica la voz a mujeres como Jesusa Palancares, en este caso, y nos lleva a su mundo. Otras voces que recoge ese oído para darle eco literario habitan en libros como Nada, nadie. Las voces del temblor, resultado de una labor periodística que empezó el mismo día del terremoto de 1985 cuando recorrió las calles de nuestra ciudad herida recogiendo testimonios que cimbraron a sus lectores.
La curiosidad y la pasión de Elena Poniatowska por el mundo, le da a la pregunta un lugar protagónico en su vida como periodista y escritora. Todo México, la colección de libros con sus mejores entrevistas es la historia de nuestro país narrada por sus creadores, por las personas que han vibrado en la filosofía y la carpa, el toreo y el arte, el teatro, la danza y la lucha social. Elena rompe las reglas de los manuales del periodismo y le abre la puerta a la subjetividad, la impertinencia, la candidez, la malicia y el humor.
Elena Poniatowska ha sido pionera en darle voz autónoma en sus libros a mujeres y artistas que han impactado la vida cultural de México y su memoria: Angelina Beloff (en la novela epistolar Querido Diego, te abraza Quiela), Tinísima (biografía novelada de Tina Modotti), Las siete cabritas (Frida Kahlo, Nahui Olin, Pita Amor, Rosario Castellanos, María Izquierdo, Elena Garro, Nellie Campobello), Leonora (Carrington), Dos veces única (Lupe Marín).
Durante 70 años, Elena Poniatowska ha narrado, descrito y retratado a México. Y no se ha detenido un instante. Cumple 90 años con un nuevo libro recién publicado, el segundo tomo de El amante polaco, en el que nos regala su vida y la de sus ancestros. Y continúa, sin descanso, la publicación de sus artículos periodísticos en La Jornada.
Además, la escritora nos ha legado la Fundación Elena Poniatowska Amor a la que Felipe Haro, su hijo, se ha entregado como director. Se trata de un centro cultural en la colonia Escandón, con talleres y conferencias, ciclos de cine, cursos y mesas redondas. De la escritora, están su biblioteca, sus archivos, su correspondencia, los manuscritos de su obra, libros, libretas y fotografías, al alcance de investigadores, público y lectores. Varias universidades como Princeton y Stanford le ofrecían comprarlo todo, ella prefirió dejarlo aquí.
Como le dijo Octavio Paz a Braulio Peralta en una entrevista: “Elena Poniatowska es un pájaro en la literatura mexicana”.
Desde mi punto de vista, es la escritora viva más importante de México. Y una maestra de periodismo cuya cátedra sin aulas, vibra y permanece vigente. Pero también es una mujer generosa, de convicciones inquebrantables.
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Bárbara Jacobs
Admiro a Elena Poniatowska por lo magnífica escritora que es. Además, por el compromiso social que se impuso y que ha obedecido desde que empezó su carrera, de periodista y escritora.
Por otra parte, deseo añadir que la considero como amiga mía desde hace, diría, cincuenta años, cuando la conocí. Amiga queridísima mía. Con emoción, celebró internamente sus 90 años de edad.
Fabrizio Mejía
Es la creadora de la crónica coral. Basta leer La noche de Tlatelolco, Fuerte es el silencio (sobre la huelga de hambre de las madres de desaparecidos en 1979), y Nada, nadie. Las voces del terremoto de 1985. Pero, también, es autora de las biografías de mujeres más entrañables de la cultura generada en México, como Tina Modotti, Leonora Carrington, Angelina Beloff o la valiente Jesusa Palancares. Algunas de las páginas de mi favorita, Leonora, crean dentro del lenguaje una atmósfera casi hipnótica, como en el capítulo en que la pintora espera a Max Ernst o en el que encuentra a su salvador, Renato Leduc. Tiene también historias que nadie en la literatura mexicana ha tratado como el movimiento de los ferrocarrileros de Demetrio Vallejo y Valentín Campa (El tren pasa primero). Con enorme solvencia posee un oído que le permite reproducir el lenguaje popular de distintas regiones. Sus personajes son como los vendedores ambulantes, los jardineros de su barrio, Chimalistac, y las trabajadoras domésticas, son todo lo creíbles que hubieran querido el propio Renato Leduc o Ricardo Garibay. Políglota, eterna exiliada, su propia casa es un estuche de sus obsesiones: la plata de mariguana en el jardín, el gato Monsi, los cojines zapatistas en la minúscula sala, la biblioteca, sus archivos que ahora ya están en la Fundación Poniatowska, los guisos de su eterna compañera, Martina, el espíritu del perro Shadow. Ahí te reciben las fotografías de su familia, de sus hijos, del astrónomo Haro, de Monsiváis. Curiosa, de una inocencia malévola, Elena es la más singular de las escritoras y periodistas del último siglo mexicano. Está al lado de Elena Garro y Rosario Castellanos. No me cabe la menor duda y quien diga lo contrario, no la ha leído y solo opinará por filias ideológicas.
Marta Lamas
Los aportes literarios de Elena Poniatowska han sido mundialmente reconocidos y premiados. Dado que soy feminista, para mí un aporte notable es que con su escritura da cuenta magistralmente de la condición de mujeres luchadoras, audaces y talentosas, como la Jesusa Palancares de Hasta no verte Jesús mío, Tina Modotti, Rosario Ibarra, Leonora Carrington y Lupe Marín, por mencionar las más famosas, así como también de soldaderas, costureras y trabajadoras domésticas. Ella responde a una gran necesidad de recuperar la voz de mujeres anónimas, muchas marginales o vulnerables. Su escritura, que transmite su amor por México, es a la vez un reclamo por las personas oprimidas y lastimadas, y una alabanza de aquellas que, de manera individual o social, han peleado y abierto espacios de libertad. Otro aporte valioso de su obra es que sus páginas destilan un feminismo sensible y crítico, sin resbalar a la trampa esencialista del mujerismo.
Dentro de la cultura mexicana tiene un lugar destacadísimo, no solo por su enorme talento como escritora, sino también por su infatigable empeño en defender causas justas. El compromiso social de Elena ha ido en paralelo a sus espléndidos textos, y la ha llevado a consagrar tiempo y esfuerzo en acciones políticas concretas. Además de casos muy públicos, ha apoyado varias luchas que las feministas hemos acompañado, por ejemplo, la de las costureras damnificadas por temblor de 1985, la de las trabajadoras sexuales de la tercera edad que requerían un albergue, y la de la despenalización del aborto (su libro sobre Paulina, la adolescente violada y embarazada a quien se le negó el aborto al que tenía derecho es, tal vez, el menos conocido). Su lugar dentro de la cultura mexicana es el de un símbolo, la “princesa roja”, que se desmarcó de sus orígenes aristocráticos para juntarse con otras “indómitas” y apostarle a la construcción de una sociedad menos desigual.
Mónica Rojas
Dentro de la obra de Elena Poniatowska destaco la recuperación de la voz de los subalternos: de los que son marginados, silenciados, desaparecidos. Ha contribuido, con su escritura, a la profunda reflexión de los movimientos sociales que trastocan la conciencia de los mexicanos, de Tlatelolco hasta la nueva ola feminista. Su visión ha contribuido a la conformación de una memoria histórica que pone en el centro a los relegados, a quienes la historia oficial les ha negado un lugar relevante.
Pocas voces son tan potentes como la de Elena Poniatowska. El profundo amor que le tiene a México está latente en su activismo y en todo lo que escribe desde los tiempos en los que únicamente se dedicaba al periodismo, oficio que no ha dejado de ejercer.
Su presencia es tan potente que basta con decir “Elenita” para saber que nos estamos refiriendo a ella.
Además, a las nuevas generaciones nos ha enseñado mucho. Quienes hemos tenido el honor de conversar con ella hemos sido testigos de que su humildad y sencillez son genuinas. Es una escritora auténtica, sin pretensiones, generosa. Una mujer que sabe sonreír con el corazón.
Alguna vez dijo que escribir nos aleja de la muerte y coincido totalmente: Elena, a sus noventa años, se ha ganado la inmortalidad.
Paco Ignacio Taibo II
Elena Poniatowska es un referente de la cultura y la crónica libre. La noche de Tlatelolco marcó una línea a seguir que todavía los jóvenes mantienen vigente. Mi relación con ella atraviesa las mejores causas y los peores momentos, hemos estado juntos en distintos momentos y siempre ha manifestado una entereza carta cabal.
Cada uno de sus libros es un asomo a la diversidad de un país complejo. Sea como novelista o periodista es una autora necesaria. Creo que todos aquellos que en algún momento hemos ejercido el periodismo tenemos una deuda con ella por su coherencia y valor.
Sara Poot-Herrera
La obra de Elena Poniatowska es una de las más exuberantes de la segunda mitad del siglo XX y sigue en plena y cada vez más rica producción en lo que va del siglo XXI. Su escritura de carácter testimonial, basada en sus entrevistas y crónicas, y su literatura de ficción, basada en sus novelas y cuentos, así como sus libros en los que se combina el testimonio y la ficción hacen de ella una de las escritoras más reconocidas de la literatura latinoamericana contemporánea. Una de las características importantes de la obra es la calidad de la prosa, lograda a partir del trabajo permanente, infatigable, artístico y gustoso del oficio profesional de la autora. En su literatura, Elena Poniatowska hace relucir los matices del lenguaje tanto oral como escrito y sabe, además, sacar brillo a las palabras y encadenarlas mediante un ritmo natural, fluido y poético. Ese amor a las palabras mantiene abierto el oído de Poniatowska para escuchar las palabras de los otros e incorporarlas a sus textos, y lo hace no sólo transcribiendo fielmente lo que oye sino elaborándolo en un trabajo fino de escritura, convirtiéndolo así en una oralidad que entra el texto en forma depurada y literaria.
Uno de los aspectos fundamentales de la obra de Elena Poniatowska es la presencia de la mujer, ya sea creándola como personaje literario, recreándola de persona real a personaje literario en sus cuentos y novelas o abriéndole un gran espacio en sus crónicas y entrevistas, trátese de obreras, intelectuales o artistas; la mujer se convierte, así, en un personaje primordial en la creación de Poniatowska.
En relación con su escritura sobre mujeres, Elena Poniatowska se distingue también por sus textos que acompañan a las obras de artistas de su tiempo. Es el caso de Mariana Yampolsky a quien Elena siguió en varias obras, desde 1980 hasta 2001. Y no puedo dejar de mencionar su libro sobre Leonora Carrington y sobre Lupe Marín. Antes, ese libro que es una joyita: Querido Diego, te abraza Quiela, un homenaje a Angelina Beloff. Entre esa galería femenina destaca la figura de Jesusa Palancares, uno de los personajes fundantes de la literatura mexicana.
Con su grabadora, Elena captó desde muy pronto los latidos de la piel mexicana y, ángel que vuela con la pluma de sus palabras, logra visualizar la piel del cielo para aterrizar y golpear a los mortales –a los lectores– con la pasión por la escritura.
Desde Palabras cruzadas de 1961, Elena Poniatowska ha hecho girar de modo permanente un caleidoscopio cultural y artístico de México; en una pieza de tal caleidoscopio se articula el arte literario –el propio, el de la escritora y sus palabras– con otras artes –las ajenas, por ejemplo, el cine, la música, la arquitectura, la fotografía–, incluso con otras creaciones también literarias, que ingresan a la obra y son recreadas a su vez por el arte de la escritura, sea ésta una entrevista, una crónica, un ensayo, un testimonio, una novela o un cuento.
Nuestra escritora compagina su larga trayectoria de escritora con una serie de compromisos. Es socia fundadora de la Cineteca Nacional, contribuyó en la apertura de la editorial Siglo XXI, ha estado entre los fundadores de varios periódicos y ha apoyado la labor editorial en México. Entre un sinfín de actividades, participó en foros públicos y manifestaciones políticas, series de radio y televisión, ha rescatado episodios y personajes importantes de la vida nacional, da a conocer documentos de épocas importantes, publica en periódicos y revistas, prologa libros de distinta naturaleza, además de escribir guiones de películas. rescata varias décadas de la cultura mexicana, y con ella de sus personajes, mujeres, científicos, artistas, políticos, obreros, artesanos, trabajadoras domésticas, visitantes.
Es toda ella un género no sólo literario sino cultural: la memoria de México, su metáfora, una alegoría. La niña –niña trasatlántica– que, casi al cumplir 10 años llegó a México en 1942, se metió al país a su carterita de lápices y colores (como su cuento “Tlapalería”), lo acarició en sus cuadernos, lo dejó hablar y lo desplegó en una serpentina que abraza el territorio. Elena Poniatowska llega a sus 90 años este 19 de mayo de 2022. Ha volteado la mirada a la mitad de sus orígenes en los dos volúmenes de El amante polaco, de la otra mitad dejó constancia al traducir Nomeolvides, el libro de su madre. Sus genealogías son ramas de una flor de lis mexicana: la escritora de México, Elena Poniatowska Amor.