'Regreso a la Tierra': cómo es la vida de un astronauta después de viajar al espacio

Reseña

Cientos de humanos han viajado al espacio; nueve de ellos cuentan la experiencia de su retorno en una antología publicada por la editorial Gris Tormenta.

Los astronautas Robert Behnken (en primer plano) y Douglas Hurley, que viajan en la cápsula Crew Dragon. (Bill Ingalls | NASA)
Ángel Soto
Ciudad de México /

La exploración espacial es una obsesión humana. El histórico lanzamiento de la cápsula Crew Dragon, la misión conjunta de Space X y la NASA, confirma que nuestra especie aspira a convertirse en una civilización cósmica.

El anhelo de escapar de la prisión terrestre se volvió palpable hace medio siglo. En enero de 1969, un artículo de la extinta revista argentina 2001 declaraba el inicio de una nueva era:

“1969. Año I del futuro. La historia humana nuevamente dividida en dos. Hacia atrás la Era Terrestre, Hacia adelante la Era Cósmica”.

El lanzamiento que presenciamos en tiempo real este fin de semana inaugura otra era: la de los viajes comerciales. En pocos años quizá estemos viajando en taxis al espacio.

“El alma de una caminata —decía William Hazlitt— es la libertad. La libertad perfecta de pensar, sentir y hacer exactamente lo que uno quiera”. Seguramente, el ensayista inglés escribió esa frase animado por las colinas que adornaban el paisaje de su natal Maidstone. Imaginemos ahora una caminata espacial. Las palabras de Hazlitt adquieren un carácter astral: es la libertad llevada al infinito.

Esa sensación la experimentó Al Worden (fallecido el pasado 18 de marzo) mientras flotaba ante la quieta oscuridad del Universo, en el punto donde ni la luz del Sol ni el brillo de la Tierra podían alcanzarlo.

Worden fue el piloto del módulo de mando del Apolo 15, la cuarta misión tripulada de la NASA a la Luna, realizada en el verano de 1971. Mientras sus colegas David Scott y James Irwin exploraban la superficie lunar en busca de muestras, Worden tuvo horas de sobra para orbitar alrededor del astro a bordo de la cápsula espacial Endeavour, y durante tres días se dedicó a capturar una serie de fotografías invaluables. Además de esas imágenes, Worden legó al mundo sus reflexiones sobre la impronta que la vastedad sideral depositó en él.

El testimonio de este testigo privilegiado es uno de los relatos que conforman la antología Regreso a la Tierra. Memorias y reflexiones de nueve astronautas al volver del espacio, publicada por la editorial Gris Tormenta. Son, como apunta el editor Jacobo Zanella, textos que desean explorar “las impresiones sobre el universo y la Tierra que el regreso del espacio provoca”, y no la experiencia allá afuera.

El libro convoca, entre otros, a Neil Armstrong, primer hombre que puso un pie en la Luna; a la ingeniera iraní-estadunidense Anousheh Ansari, considerada la primera “turista espacial”; a Scott Kelly, cuyo sistema inmunológico “se volvió hiperactivo” tras vivir 340 días en la Estación Espacial Internacional; a Rodolfo Neri Vela, primer astronauta mexicano que, a bordo del transbordador Atlantis, viajó al espacio para colaborar en la puesta en órbita de tres satélites de comunicación, entre ellos el Morelos II.


Regreso a la Tierra concluye con una entrevista que Ross Andersen, editor en la revista The Atlantic, hizo en 2014 al hombre del momento: Elon Musk, el artífice fundador de Space X. En ella, el magnate habla sobre su visión del futuro de la exploración espacial. Osado, Musk hace algunas declaraciones tan fascinantes como provocadoras, que dejan al lector que llega a la última página al borde de una epifanía sideral:

“A nuestro ritmo actual de crecimiento tecnológico, la humanidad está en camino de adquirir capacidades divinas”.
“La ausencia de cualquier vida obvia [en el universo] podría ser un argumento a favor de que estamos en una simulación. [...] Quizá estemos en un laboratorio en donde una civilización alienígena avanzada observa cómo nos desarrollamos, sólo por curiosidad”.
“Space X tiene apenas doce años. Entre hoy y el 2040 el tiempo de vida de la compañía se habrá triplicado. Si las mejoras tecnológicas son lineales, no logarítmicas, entonces deberíamos tener un asentamiento significativo en Marte, tal vez con miles, o decenas de miles, de personas”.

ÁSS

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