Dronningen, la película danesa traducida (en modo fallido) como Reina de corazones (disponible en Amazon) abre con una secuencia que tendrá sentido al final. Tengo que ir a Estocolmo, dice el hombre. Ella, quien como veremos es la reina del título, pregunta: ¿quieres que te lleve al aeropuerto? Él responde que no. El espectador perspicaz se habrá dado cuenta de que May el-Toukhy, la directora, nos ha introducido eficientemente en la historia de un matrimonio en conflicto; una pareja que se soporta ya con dificultad. Y, sin embargo, veremos también que, meses atrás, se amaban con felicidad de tarjeta postal.
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Él y ella se abrazaban en la elegante habitación de su casa de campo y a su lado dormían sus hijas, dos gemelitas. Al fondo del cuarto, detrás de la ventana había un árbol que terminará por simbolizar la culpa. ¿Cómo se arruinó esta vida perfecta?
Reina de corazones cuenta la historia de una familia burguesa en la Europa nórdica de nuestro siglo. Él es médico y ella es abogada. Se dedica a defender mujeres en casos de abuso sexual. Sucede, sin embargo, que en esta familia aparece uno de esos muchachos peligrosos y atractivos. Es el hijo que él tuvo en un matrimonio anterior. Durante la primera reunión en que están todos juntos intuimos ya que el drama gira en torno a los celos, esa sensación desagradable que, sin embargo, se pega a nosotros y con dificultad la dejamos ir. El hijastro siente celos de la vida perfecta que ha construido su padre; más adelante, el padre tendrá razones para sentir celos de su hijo y ella… ¿acaso ella ha hecho todo para destruir al muchacho que ha irrumpido para quitarle atención a ella y a sus hijas?
Con la curiosidad y el perfeccionismo propios de quien se atreve a contar historias muy delicadas, la cineasta danesa May el-Toukhy muestra, poco a poco, por qué Reina de corazones ganó el premio del jurado en el prestigioso festival Sundance. Y es que la película es tan sutil que consigue plantear toda clase de preguntas importantes en el espectador. Por ejemplo, el hecho de que ella sea una exitosa abogada especializada en casos de abuso sexual sirve a la directora y guionista para construir un auténtico tablero en el que se terminan moviendo todas las interrogantes morales que han quedado sueltas más allá de las legislaciones que produjeron los escándalos sexuales que día con día destapan los medios: en la iglesia, los deportes y el cine, de donde apareció finalmente el movimiento #MeToo.
Reina de corazones es una obra que comienza pareciendo querer hablar del drama de los celos, de una pasión sexual que se desenvuelve con frialdad casi mecánica, pero termina por cuestionar de modo sutil lo que significa realmente el abuso de poder y dónde se discute el límite entre la seducción y el deseo. Con arte minimalista la narración en torno al significado de la felicidad marital permite a la directora explorar los límites de la transgresión moral e invita al espectador a preguntar por los límites que deben ser impuestos a la pasión.
May el-Toukhy está tan llena de recursos que pone en escena una película con toda clase de referentes narrativos que van desde Teorema de Pasolini hasta Muerte en Venecia de Visconti. La novedad de la obra estriba, sin embargo, en que la directora retrata la hipocresía de una sociedad que, como esta familia, parece perfecta, pero en la que basta un intruso para mostrar que tanto él como ella, por defender su estilo de vida, son capaces de asesinar la verdad.
Reina de corazones
May el-Toukhy | Dinamarca, Suecia | 2019
AQ