“Rendición”, un poema de Eduardo Cruz Vázquez

Poesía

Ciertos objetos heredados cargan el peso de los recuerdos que acumularon cuando le pertenecieron a otros dueños.

Antes, esos relojes me llenaban de armonías / el paso de nuestras horas. (Foto: Rodrigo Bressane)
Ciudad de México /

Ya no pude con tu reloj, papá.

Esta belleza venció mi muñeca.

El grosor, el peso de la impecable maquinaria

después de 50 años de movimientos ininterrumpidos

día y noche, siguiendo con su tiempo

por igual pasiones que zozobras,

se ha desprendido.


Mi brazo entero, la mano izquierda se cansó, papá,

la extensión que fue lanza de tempestades

desde que ahí lo pusiste, terminó por doblarse.


Para colmo también desistió por completo el brazo derecho.


Igual la fatiga ha inundado mis piernas

la espalda y mis párpados.


El tiempo se agotó, papá,

ya no lo pulso contigo,

sólo lo veo cuando es necesario

en una pantalla que escondo

en el bolsillo delantero del lado izquierdo del pantalón

para que no me la roben en un descuido.


El reloj tuyo paralizado por mi impericia

quieto en una espera ya despreocupada

reposa, papá, con los otros depositarios

de horas y minutos que me confiaste.


Antes, esos relojes me llenaban de armonías

el paso de nuestras horas.


A uno de ellos podía darle cuerda,

y sentir el palpitar de sus viejas como vigentes andanzas.


Al otro daba a sus pasos vida

con leves oscilaciones permanentes,

feliz de ver el andar del segundero

en su brillante recorrido, en sus vueltas juguetonas.


¿Recuerdas que me retabas a contar los segundos

sin despegarle los ojos? Sólo lograba fijarlos unos instantes.


En mi silencio, papá, esos tres relojes

son parte de tu saber heredado.


Cajas bien aceitadas que irán a las manos de tu nieta.

Supongo que ella podrá retomar su trayectoria.


Yo me cansé, papá.

Esos tiempos se colapsaron con el mío.


No hay dedos prestantes para la cuerda,

ni brazos fuertes que alarguen su vida.


También la batería de la pantalla

se acabará, papá. Y no estás aquí

para enchufar nuestro tiempo a la corriente.

ÁSS

  • Eduardo Cruz Vázquez

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