'Hábitat' o cómo desaprender

Arte

El Museo Jumex exhibe el ecosistema intelectual de la arquitecta, museógrafa, editora y activista de origen italiano Lina Bo Bardi.

El montaje nos introduce en la cabeza de Lina Bo Bardi. (Cortesía: Museo Jumex)
Miriam Mabel Martínez
Ciudad de México /

Al entrar a la exposición Habitat, que se exhibe en el Museo Jumex, el espectador ingresa a un ecosistema intelectual que la artista Lina Bo Bardi (1914-1992), de origen italiano, desarrolló en Brasil, su país por adopción.

Esta arquitecta, museógrafa, editora y activista cuestionó al fascismo a través del periodismo y de una militancia clandestina en el Partido Comunista Italiano. En 1946 emigró —junto con su esposo Pietro Bo Bardi, sus libros, su colección de arte y una mirada europea— a Brasil, donde emprendió una travesía de desaprendizaje del canon moderno, como lo señala Julieta González, curadora de la muestra.

Brasil la confrontó a su tradición pero también la provocó. Su curiosidad la llevó a explorar una geografía ajena que fue saboreando para reconfigurar su visión y hacer, siempre críticos y humanos. Estas configuraciones están presentes en esta muestra, la cual ofrece un panorama de sus aportaciones en arquitectura, diseño y acción museística.

Si bien los Bo Bardi se aventuraron en tierras exuberantes, Lina experimentó hasta la frustración la creatividad, cuestionándose, proponiendo. Esa investigación y práctica son las que impactan al recorrer esta exposición que recupera el espíritu provocador de la artista, quien propuso, entre muchas cosas, una forma innovadora de idear, construir y transitar un museo. En este sentido, es evidente que los conceptos lugar y espacio fueron, durante toda su vida, revisitados, explorados y reinventados una y otra vez.

El montaje nos traslada a los espacios conceptualizados por Lina Bo Bardi y aún más: nos mete en su cabeza. Deambulamos por sus bocetos que al siguiente paso cobran volumen. Ahí está su pensamiento y observación, están sus sillas, desde la Bowl, pasando por las plegables, hasta la hermosa y sintética Roadside; están sus casas y también el desarrollo de su propuesta museográfica para el Museo de Arte de Sao Paulo. Pasamos de sus apuntes a vivir un fragmento de esa experiencia en la que democratiza tanto a la obra como al espectador. Así observamos, con la misma intensidad, artesanía y arte.

Resulta conmovedor pararse frente a vitrinas que más que exponer narran la tradición popular brasileña, que dialogan de tú a tú con una exquisita selección de pinturas que levitan sin autor, sin tiempo, demostrando orgullosamente su razón de estar ahí. La emoción que nos despierta es su logro.​

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