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Casi como un acto reflejo, un lector suele asomarse a la tercera y a la cuarta de forros cuando tiene un nuevo libro entre las manos. ¿Qué hallamos en el caso de Loba (Alfaguara), la segunda novela de Orfa Alarcón?: “El lenguaje de Orfa Alarcón es rápido y despiadado” (Neue Woertlichkeit); “Corrupción, trata de blancas, narcotráfico, incesto y violencia, Loba es un coctel inquietante que nos deja sin aliento. Y todo ello agitado por un lenguaje preciso y potente” (Eduardo Antonio Parra). Loba invoca, en efecto, a la corrupción, la trata de blancas, el narcotráfico, etcétera, pero carece de un lenguaje potente. Lo suyo es más bien un lirismo híper ventilado que en muchos de sus momentos vuela con tan poco freno que cae sin remedio en la cursilería. Ya que está hecha primordialmente de lenguaje (el argumento es un accesorio y se perfila en los esfuerzos inútiles de una joven, Lucy, por alejarse de su padre, el Lobo, un hombre poderoso en quien confluyen el crimen y la política), ese tono impone un efecto de indigestión. Son demasiados los pasajes que llevan esta carga. Comparto solo dos: “Podría pasarte cualquier cosa, podría arrollarte el tren, y quedaría intacta tu belleza. Eso es lo único que merecemos. Nunca obtendremos el amor, pero siempre estará ahí la belleza, como tú, aunque te escondas tras tu pelo largo y tu ropa fancy”; “Fue esta fortuna. Esta dicha. Este amor que me late desde que era niña, y que me hacía sentir que me faltaba un abrazo en la cama. Siempre fui triste. Porque tenía esa ausencia y ahora lo sé”.
La desilusión que provoca Loba tiene su asiento en el contraste. Cuando Lucy interrumpe sus pensamientos, observamos la muerte violenta de un joven, las oscuras galerías de un lavadero de dinero en la colonia Roma o la violación tumultuaria a un grupo de menores de edad en una fiesta donde los invitados pagan por humillar el cuerpo de sus víctimas. Son momentos escalofriantes pero esos momentos llegan hasta nosotros a través de un estilo ocupado en transmitir las vacilaciones gemebundas del corazón. ¿Cómo narrar el horror? ¿Qué palabras pueden dar cuenta de la degradación y del poder de un hombre sobre cientos de almas y destinos? Orfa Alarcón no ha dado con la elección correcta. Se ha dejado llevar por la poetry narcisista.
De modo que la bravura que reconocimos en la primera novela de Orfa Alarcón está en el polo opuesto de la sensibilidad de Loba, un lamento vaporoso en la mente de una pobre niña rica.
Loba, Orfa Alarcón, Alfaguara. México, 2019