La poética de un maestro

Reseña

'Sendas de Garibay' recopila una serie de entrevistas con el escritor, así como ensayos que abordan distintos aspectos de su vida.

Portada de 'Sendas de Garibay', de Ricardo Venegas. (Ediciones Eternos Malabares)
Patricia Gutiérrez Otero
Ciudad de México /

Ricardo Garibay (Hidalgo, 18 de enero de 1923-Cuernavaca, Morelos, 3 de mayo de 1999), encontró su lugar último de residencia en el pueblo de San Juan, al norte de la ciudad de Cuernavaca. Un solar espacioso, verde y florido donde tenía su casa familiar y un estudio apartado en el que recibía a sus visitas. Ahí imagino su encuentro con quien en ese entonces era un joven escritor en ciernes, su tocayo Ricardo Venegas, que amaba la literatura de su entrevistado, un autor mayor, inteligente, apasionado. Como los puercoespines, Garibay imponía a sus invitados su rudo disfraz para protegerse, pero bajaba sus defensas cuando percibía en su interlocutor honestidad y humildad ante la literatura. Ahí está la humildad de Garibay, un girasol, que, aunque altivo, se abre siempre ante el magnetismo del sol. Ese sol que para Garibay es la literatura y el deseo de captar la trama de la realidad humana. De esos encuentros, Venegas nos ofrece este libro indagador, Sendas de Garibay, publicado por Ediciones Eternos Malabares en su colección La Saeta del Centauro.

En la primera parte de este libro, Ricardo Venegas presenta una serie de entrevistas en las que se enfrenta con el monstruo, su tocayo: hablo de monstruo en el mejor sentido de la palabra por su gran valor literario. En cada entrevista se tocan diversos temas, mas no se entra en debate con el entrevistado, el joven autor indaga sobre la creación literaria, como muchos que se adentran en la literatura. Así, las preguntas develan lentamente la poética de Garibay. Garibay va diciendo qué es para él la literatura, los personajes, los escritores. Qué es lo que lo empuja a escribir, cómo lo hace, pero también sobre el acto y la pasión de leer. Puedo decir que en estas entrevistas el novelista se dirige, a través de su entrevistado, a jóvenes escritores para mostrarles su camino y lo que él recomienda, admitiendo, sin embargo, que no todos los escritores, aunque grandes, corresponden a su visión.

Si en la sección de entrevistas el eje rector es la literatura, en la de los ensayos, dedicado cada uno algún libro de Garibay, Venegas se detiene más sobre aspectos biográficos del autor, nunca separados de su obra. Menciono, de paso, el gran acierto editorial de puntuar tanto entrevistas como ensayos con fotografías de Garibay, desde su juventud hasta su edad madura. Por mi parte, aquí me detendré en lo que más me llama la atención de ambas secciones sin pretender abarcar el todo, para ello es necesario leer este libro, subrayarlo y disfrutarlo.

Presento, pues, muy brevemente, a forma de pinceladas, aspectos de la poética del maestro Ricardo Garibay que rescato de las entrevistas y que están entrelazados. Primero, el idioma y la oralidad; luego, la belleza y la realidad; y, finalmente, el misterio. Ricardo Garibay tiene una pluma intensa y honda que me cautivo desde que empecé a leerlo. A pesar de sus necesidades económicas, el maestro no juega con las palabras para ganar lectores a través de estructuras exitosas que consigan el buen visto de la mercadotecnia. Él se pelea con las palabras para someterlas y someterse a ellas en el orden de lo bello, como él mismo dice: “Debe quedar muy claro que el idioma es mucho más que él [el escritor], que lo rebasa enteramente y que él tendrá que ir agrupando las palabras bajo la especie de la belleza (eso es la literatura)”. Esta inmensidad del idioma, del mundo de las palabras que se ofrecen al escritor y que éste va escogiendo y ordenando no pertenece al mundo de las palabras abstractas. Considero este punto revelador, para Ricardo Garibay hay que “escuchar” el lenguaje oral de sus personajes, mujeres y hombres de la vida real.

Al escuchar a los que serán sus personajes, el escritor atrapa la realidad que está detrás de sus palabras y así llega a la trama detrás del tejido de la vida. En la entrevista del libro titulada “El cáliz como redención”, Garibay señala que “Los personajes deben hablar como son, como hablan, la tarea del escritor es entrar en el personaje, oír su habla y escribirla”. Y que “…cualquier personaje vive, que es lo fundamental, al vivir tiene que hablar y uno debe escuchar el habla”. Para Garibay la literatura es el trabajo con las palabras, y en particular la recuperación no del lenguaje de las ideas, sino del hablado, el de sus personajes. Escuchar la oralidad implica una gran atención a eso que sucede al exterior de uno, a esos que serán personajes y que tienen una peculiar manera de expresarse con la lengua que manejan y que usan cotidianamente. De ahí tanto la capacidad de Garibay para transmitir el habla coloquial de sus personajes como la fuerza de realidad que entrañan sus palabras.

El aspecto de la belleza es esencial para la literatura, pero no una belleza vacía, sino ligada con la realidad, pues posteriormente Garibay refiere no solo a las palabras con la belleza, sino a la realidad misma que para él no es lo sensible e inmediato sino algo que está más allá: “el escritor, si toma esa realidad, da esa realidad, pero a fondo, del otro lado, donde se muestra la trama de la vida en la especie de la belleza”. Esto lo retomo de la entrevista “Escribir para seguir viviendo”. Una de las que más me caló porque en ella se descubre el fondo mismo de la poética de Garibay.

También en esta entrevista, Venegas empuja a Garibay a admitir que en la realidad hay un misterio, lo que tanto en su literatura como en la de otros autores mexicanos es lo que más me atrae: la apertura y sensibilidad de los escritores ante el misterio, aunque se confiesen ateos o no muestren un aspecto religioso; pienso así en Revueltas y Rulfo (que, en la sección de ensayos, Garibay parece ningunear por mera envidia). Garibay especifica que esa realidad no es “la que se ve o la que se tienta”, sino la “que se deja sentir”. Entiendo que no es la realidad palpable, tangible, sino lo que está más allá de ello. Dice el maestro: “Tener el sentido del misterio es tener un sentido profundo de la existencia, de la vida misma, de lo que son las cosas y los demás”, lo que lleva a tener un sentido de la vida que el escritor busca y que se transmite en la literatura, aunque esto se presente en forma de búsqueda o de negación. Creo que los grandes autores presentan esta poética en su obra: La búsqueda en la realidad y a través de las palabras de un no sé qué que sobrepasa y sostiene a ambas, a la realidad y a las palabras. Realidad, palabras y misterio no están desligadas. En el escritor hay una búsqueda, no sé si llamarla “de sentido”, que le hace ir rastreando en las palabras cotidianas la trama de la realidad que éstas develan. Hay escritores que tienen esta búsqueda; hay otros que no. Uno lo huele en la elección de sus palabras y de sus giros. Garibay buscaba.

Lo que digo aquí es parte de la poética de Garibay, a la que pertenecen también otros elementos, como el tiempo, los personajes, la autobiografía, que se encuentran también presentes en el libro de Ricardo Venegas. Por eso, vale la pena leerlo, para saber cuál era la poética del maestro Garibay que yo solo señalé en algunas pinceladas para abrir el apetito.

Como lo dije al principio, y para no dejar de mencionarlo, en los ensayos que conforman el libro encontramos datos biográficos de Garibay. Un hombre contradictorio y complejo que fue un niño lindo y frágil, con una presencia paterna pesada y violenta de un hombre que no lograba reunir el dinero para mantener a su familia y que vivía encabronado. Un chamaco que aprendió a defenderse ante un mundo amenazante y muchas veces cruel. Un maestro de preparatoria que lo inició en el mundo de la literatura y le abrió puertas desconocidas. El niño Garibay, arrodillado rezando el rosario, a fuerzas, y al mismo tiempo atraído por la grandeza, la belleza, la potencia de un Dios. Un hombre con un alto sentido moral que no lograba cumplir a cabalidad y, por lo tanto, con un gran peso de culpabilidad por sus desvaríos eróticos y amorosos: las mujeres eran quizás su mayor tentación, ¿o no lo sería la arrogancia de creer que él era el más grande literato de México? Un padre de familia que tuvo, al igual que su propio progenitor, una gran dificultad para alimentar tantas bocas. Y, por ello, un ser que llegó a ser un pícaro y a pactar con políticos poderosos para conseguir dinero. Finalmente, y con esto cierro, Garibay fue un hombre en conflicto consigo mismo por muchas razones, una de ellas es haber sido un gran literato y sufrir por no ser suficientemente reconocido. Su tiempo no ha terminado. ¡Larga vida a la literatura de Ricardo Garibay

Sendas de Garibay

Ricardo Venegas | 2da. reedición | Ediciones Eternos Malabares | México | 2023


AQ

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