La señora Dalloway: entre Virginia Woolf y Renée Fleming

Doble filo

La centenaria novela de la escritora londinense echó raíces en la obra de Michael Cunningham, Las horas (1998), y esta última en versiones para cine (2002), teatro (2021) y ópera (2022).

Detalle de portada de 'La señora Dalloway'. (Akal)
Fernando Figueroa
Ciudad de México /

Según varias biografías de Virginia Woolf, la célebre autora inglesa inició la escritura de La señora Dalloway en 1923, hace un siglo. La primera edición apareció en mayo de 1925. Esa novela le sirvió a Michael Cunningham como simiente para crear en 1998 Las horas, que un año después obtuvo el premio Pulitzer.

Ahí no para el asunto. En 2002 Stephen Daldry hizo un largometraje a partir de Las horas y obtuvo el Globo de Oro a la Mejor película dramática. Nicole Kidman, en el papel de Virginia Woolf, arrasó con los premios Oscar, Bafta y Globo de Oro como Mejor actriz protagónica. Philip Glass ganó el premio BAFTA a Mejor música original.

Y aún hay más. En octubre de 2021, en Amsterdam, se estrenó una versión teatral bajo la dirección de Eline Arbo. El 22 de noviembre de 2022, en el Met de Nueva York, se llevó a cabo la premier mundial de la versión operística de Las horas con música de Kevin Puts; tres semanas después, el 10 de diciembre, pudo ser vista en vivo, vía satélite, en cines y teatros de medio mundo, incluido el Auditorio Nacional de la Ciudad de México. Aquí mismo, en Laberinto, José Juan de Ávila entrevistó a Puts acerca de la experiencia de convertir esa novela en ópera con apoyo del libretista Greg Pierce.

Lo lógico sería leer primero La señora Dalloway, de Woolf y luego Las horas, de Cunnigham. Después, ver tanto la película de Daldry como la ópera de Puts.

Empezar por la ópera, seguir con la novela de Virginia Woolf, luego con la película y rematar con el texto de Cunnigham es una aventura apasionante, pero no del todo recomendable porque se genera un cruce de spoilers que a ratos se agradecen para atar cabos pero de pronto resultan chocantes.

El orden de los factores sí altera el producto, aunque finalmente lo que importa es zambullirse en las historias surgidas de dos plumas brillantes que luego han brincado con fortuna a otras formas artísticas.

Michael Cunningham es un buen escritor que supo utilizar como gancho a una autora inmortal como Virginia Woolf, de quien tomó no sólo aspectos biográficos y parte de la anécdota de La señora Dalloway sino también la forma de abordar la vida interior de los personajes.

En La señora Dalloway, Woolf narra un día en la vida de una mujer que organiza una fiesta en su casa. En teoría, se trata de alguien feliz, bien adaptada a su entorno, pero que en realidad anda emocionalmente en la cuerda floja. Ella trata de convencerse de que se ha casado con un buen partido y que hizo bien en hacer a un lado a algún otro pretendiente.

En Las horas, Michael Cunningham cuenta tres historias interconectadas de igual número de mujeres. En primer término aparece una inestable Virginia Woolf, en 1923, escribiendo en un suburbio de Londres La señora Dalloway. Laura Brown es un segundo personaje, vive en Los Ángeles en 1949 y es una ama de casa aparentemente convencional a quien la lectura de La señora Dalloway le mueve el piso. La tercera es Clarissa Vaughan, una editora lesbiana que a finales de los noventa vive con su pareja en Nueva York.

Al igual que la protagonista de La señora Dalloway, Laura y Clarissa están organizando fiestas. La de Laura es para su esposo que cumple años y únicamente está invitado Richard, el pequeño hijo de ambos. Las de Clarissa y la señora Dalloway son para muchos convidados, aunque sólo uno de los festejos se efectúa.

Cabe señalar que la señora Dalloway creada por Virginia Woolf se llama Clarissa, igual que la liberada neoyorquina, a quien por esa coincidencia alguien muy especial la apoda Señora Dalloway. El juego de espejos que crea Michael Cunningham en Las horas resulta muy atractivo y por eso se le perdona la apropiación de un mito de la literatura universal.

Como si lo hubiera “decretado”, Cunningham ubica en un momento a Clarissa caminando en una calle de Manhattan, donde se está filmando una película y ella cree ver a lo lejos a Meryl Streep. Curiosamente, luego Streep fue elegida por Stephen Daldry para interpretar a Clarissa. Una irreconocible Nicole Kidman interpreta a Virginia Woolf y Julianne Moore a Laura Brown.

El arte total

La mítica soprano Renée Fleming anunció su retiro de la ópera hace cinco años y regresó para interpretar a Clarissa en la composición de Kevin Puts, encargada por ella misma. La destacada mezzosoprano Joyce DiDonato interpreta a Virginia Woolf y la soprano Kelly O’Hara a Laura Brown.

La ópera Las horas no fluye ligera como la cinta, pero tiene pasajes memorables, en especial cuando Clarissa compra flores para su fiesta y en los tríos que rubrican los dos actos.

Tanto en La señora Dalloway como en Las horas es fascinante la forma en que se habla del paso del tiempo, pero no de los días y los años sino de los escasos segundos, si acaso minutos, que tal o cual personaje logra atrapar, sentir, vivir.

En la vida real, Virginia Woolf se suicidó colocando piedras en las bolsas de su abrigo antes de sumergirse en un río. En La señora Dalloway alguien se quita la vida y lo mismo sucede en Las horas; otro personaje llega a los ochenta años pero está muerto en vida y los demás intentan ponerle buena cara al mal tiempo.

Los tres personajes principales de Las horas viven a contracorriente de lo que la sociedad patriarcal espera de las mujeres. Inspirado en Virginia Woolf, Michael Cunningham pasa la estafeta a quienes quieren recrear su potente trilogía de historias, ya sea en teatro, cine, ópera (el arte total) y lo que se acumule, aunque ojalá nunca se convierta en videojuego.

AQ

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