Bajo rendimiento. Que el equipo descienda de categoría. Que reciba sanciones administrativas. O que se frustre la compra de algún refuerzo. La afición a los deportes puede parecer un camino fácil hacia la angustia, pues incluso en los tiempos de gloria acecha el fantasma de una mala racha.
Sin embargo, la pasión por los deportes se mantiene sólida entre los aficionados, que siguen apostando económica, social y emocionalmente a los equipos que apoyan.
Se ha reportado que los fanáticos del futbol americano pasan 46 horas al mes hablando sobre su equipo y pensando en él. Y viajan un promedio de 476 kilómetros para asistir a un partido fuera de casa.
Una familia de cuatro integrantes que apoya a los Raiders puede llegar a gastar unos 780 dólares (15 mil 900 pesos mexicanos) para ver un partido.
En 2018, los aficionados al futbol en Gran Bretaña gastaron una media de 712 libras (19 mil 700 pesos) para apoyar a su equipo. La cantidad se aumenta si el club juega en la Premier League.
Quizá el peso de la derrota haga que los fans se pregunten si vale la pena gastar todo ese dinero e invertir ese tiempo en un equipo. No obstante, las investigaciones muestran que, aunque ver un juego puede causar estrés, ser un aficionado a los deportes puede ser bueno para ti, incluso cuando tu equipo pierde.
Más que un juego
Las competencias deportivas pueden provocar respuestas emocionales intensas en los atletas. La liberación de una hormona llamada cortisol causa una reacción al estrés, que incluye el incremento de la frecuencia cardíaca y respiratoria, y nos prepara para los desafíos y las demandas que se puedan presentarse. Esto se puede observar en distintas etapas de una contienda.
Entre los atletas masculinos, se ha observado un aumento de la testosterona cuando experimentan un triunfo, un juego como local o incluso la victoria de un compañero de equipo. Investigaciones realizadas con jugadores de tenis sugieren que quienes muestran mayores niveles de testosterona antes de un partido, se sienten más optimistas sobre el encuentro.
Ganar una competencia deportiva puede provocar un incremento de testosterona. Un aumento de testosterona puede propiciar la liberación de dopamina, un mensajero químico asociado a recompensas y sentimientos positivos.
Las investigaciones sugieren que los aficionados pueden experimentar reacciones fisiológicas similares a las de los atletas que apoyan. Por ejemplo, durante el Mundial de la FIFA de 2010, hombres y mujeres españoles presentaron niveles más altos de testosterona y cortisol mientras observaban un partido, aunque esto no estuvo relacionado con la victoria de su Selección.
De modo similar, estudios hechos durante el Mundial de 2014 mostraron que hombres y mujeres brasileños que se compenetraron profundamente con su equipo experimentaron niveles de cortisol elevados. Esto significa que tuvieron niveles de estrés más altos, especialmente en situaciones de infelicidad y frustración.
El cortisol se libera cuando experimentamos un factor de estrés capaz de afectar nuestro sistema inmunológico.
Por lo tanto, los hinchas más aguerridos y susceptibles a enojarse o emocionarse demasiado deben saber que un exceso de cortisol en periodos prolongados puede deteriorar su salud. De hecho, durante el mismo Mundial de 2014, investigadores en Alemania reportaron que, en el transcurso del evento deportivo, aumentó el número de hospitalizaciones a causa de ataques cardíacos entre hombres y mujeres.
Ser parte de la multitud
Los aficionados juegan un papel instrumental para sus equipos. Contribuyen a la ventaja del local, una condición que ha sido reconocida por entrenadores y jugadores.
Ser parte de la multitud también puede traer beneficios a los aficionados. Sentir una conexión social propicia un efecto positivo en el autoestima y el bienestar.
La afición por los deportes ayuda a satisfacer nuestra necesidad de pertenencia. Los fanáticos pueden disfrutar la gloria del triunfo junto a sus correligionarios, amigos o familia.
Tras atestiguar una victoria, aficionados al futbol americano universitario experimentan un aumento del autoestima que se mantiene hasta un par de días después del juego. En cuanto al autoestima de quienes se enfrentan al agobio de la derrota, ser parte de un grupo puede actuar como un mecanismo de protección.
Otras investigaciones han encontrado que existe más lealtad entre los aficionados cuyos equipos no son tan exitosos. Según la investigación, los hinchas de esos equipos estarían más dispuestos a sacrificar su vida por la de sus camaradas. Las conexiones sociales que se forjan en estos clubes pueden resultar verdaderamente benéficas para sus fans.
Cuando las restricciones a causa de la pandemia de covid-19 provocaron la suspensión de eventos deportivos, la importancia que muchos le adjudicamos al deporte se volvió muy clara. De acuerdo con una encuesta, 43% de los fans coincidieron en que su salud mental se vio afectada negativamente cuando los deportes en vivo fueron suspendidos durante la pandemia. La misma encuesta resalta que 62% de esos fanáticos sintió que la imposibilidad de ver un espectáculo deportivo presencial afectaría negativamente su bienestar.
Desde la perspectiva psicológica y social, ser un aficionado a los deportes puede traer muchos beneficios si disfrutamos juntos de la gloria, pero también si nos apoyamos mutuamente en la derrota.
Traducción del inglés: Ángel Soto Saldívar
Melissa Fothergill es profesora titular de Psicología del Deporte y el Ejercicio en la Universidad de Newcastle.Este texto fue publicado originalmente en The Conversation.
ÁSS