Hay un silencio que nada tiene que ver
con la música o con su ausencia.
Un silencio que es capaz de llegar
hasta los límites del pensamiento
que se queda pasmado, absorto
en la más indescriptible soledad.
Este silencio interior llegó para mí
desde niño y siempre de la misma manera:
en la oscuridad de mi pequeño cuarto
con la vista fija en el techo,
comenzaba yo a plantearme
las siguientes preguntas,
siempre las mismas y siempre
siguiendo el mismo orden:
¿Y si no existiera esta cama? ¿Qué pasaría?
Acto seguido, me imaginaba con toda claridad
el pequeño cuarto con todo, excepto mi cama.
Luego me preguntaba: ¿Y si no existiera el cuarto?
Entonces desaparecía el cuarto,
y solo quedaba la casa sin mi habitación.
Pero iba más lejos: ¿y si no existiera la casa?
Me imaginaba la colonia Centinela sin mi casa.
¿Y si no existiera la colonia Centinela?
No había problema: podía imaginar
la Ciudad de México sin nuestra colonia.
Pero, ¿y si no existiera la ciudad?
Veía entonces a México —el país— sin la Ciudad de México.
¿Y si ni siquiera existiera el país? —me preguntaba yo.
Lograba visualizar entonces un globo terráqueo
como los de la escuela sin la cornucopia
que los maestros nos hacían ver.
A esas alturas ya no había manera de parar…
¿Y si no existiera ninguna ciudad, ningún país?
Podía imaginar sin mayores problemas
un mundo poblado pero sin pueblos ni caminos,
sin nombres y sin fronteras.
¿Y si no hubiera gente en el mundo?
Veía entonces el planeta como luego nos lo iban a mostrar
las primeras fotografías tomadas por los astronautas.
Lo que seguía ya se puede imaginar:
¿y si no existiera la tierra, quiero decir, el planeta Tierra?
Entonces ya solo me quedaba con el cielo, el firmamento.
Pero yo quería llegar más lejos…
¿Y si tampoco existieran los planetas,
ni la luna ni el sol ni las estrellas?
Entonces solo alcanzaba a visualizar
un inmenso, ominoso y sobrecogedor espacio negro.
El siguiente paso era inevitable… decisivo.
¿Y si ni siquiera existiera ese espacio inmenso, negro y vacío donde todo lo que conocemos y lo que desconocemos flota?
!!!
¿Y si no solo no existiera el espacio, sino que,
para rematar, tampoco existiera el tiempo?
¿Entonces qué?
Allí paraba mi pensamiento. No daba para más.
Me quedaba estupefacto, ausente del mundo,
de mí mismo y del tiempo, que dejaba de existir.
No había nadie ya para dar cuenta de lo que pasaba
y, en este sentido, podría decir
que no se trataba de una experiencia,
pues no había experimentador.
Por eso nunca supe cuánto duraba ese silencio.
Y sigo sin saberlo…
AQ