‘El sonido del metal’: una magnífica película sobre perder el oído

Cine

La ópera prioma de Darius Marder relata la historia de un baterista que, en el silencio, encuentra otra forma de entender el mundo.

Riz Ahmed en 'El sonido del metal'. (Cortesía: Amazon Prime)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

Hace tiempo que no se disfrutaba de una ópera prima tan bien acabada como El sonido del metal de Darius Marder, director y guionista nacido en 1974. Lo primero que hay que resaltar en esta magnífica película es el guión. La historia del baterista Ruben es contada en un cerradísimo punto de vista que permite entrar en algo aún más profundo que su visión del mundo.

En efecto, el guión de El sonido del metal nos introduce en su modo de escuchar. Y llegados aquí vale la pena hacer una pequeña digresión: desde tiempos de Aristóteles se ha tenido a la visión como el más privilegiado de los sentidos. Sin embargo, Santo Tomás, en la Edad Media, llegó a la conclusión de que el sentido capital para el alma del ser humano es el oído pues remite a lo más espiritual del universo. No se trata sólo de que gracias al oído estemos a la escucha en un sentido literal (a la escucha del otro, de la naturaleza o de Dios); es que sólo con el oído aprehendemos la verdad espiritual que está incluso más allá de los sentidos. Al polo opuesto del oído están, por supuesto, el gusto y el tacto pues con ellos aprehendemos sólo la realidad material. Y así parece entender el mundo Ruben, este baterista metalero que aparece en la primera secuencia de El sonido del metal en una suerte de trance, golpeando los tambores y los platillos de su batería en un concierto de heavy metal.

Ruben lleva en el pecho un tatuaje que dice en inglés: “mátame, por favor”. Tiene los ojos abiertos, como si al escuchar a su mujer, que canta, fuese capaz de sentirla más allá de lo evidente. Ella, Lou, canta. O mejor, grita. O mejor, se desgarra. Ambos lanzan al público su “sonido del metal”, la estética del ruido, el sonido desaforado de una historia de amor que a lo largo de la película iremos descubriendo. Y el guión está narrado en un cerrado punto de vista, no sólo gracias a la delicada mezcla de sonido (que, según el sitio IMDB, se realizó en México en el estudio de Carlos Reygadas).

Durante las primeras secuencias iremos perdiendo el oído junto con el protagonista y, además, conforme se desarrolla el drama iremos viviendo con él sus propios engaños. Porque en las primeras secuencias Ruben se presenta como un músico deportista que no come carne. Sano, pues. Sin embargo, y gracias a la pérdida del oído, Ruben se encuentra más adelante encerrado en una comunidad de adictos en recuperación. Son adictos que, como parte de su programa, ayudan en una escuela a niños que no pueden oír. La historia da un vuelco y así nos va mostrando la realidad de Ruben. Como si fuésemos él mismo. Y con él descubrimos que su vida no ha sido tan sana como él pensaba. Y que su vida perfecta, vagando por Estados Unidos en un magnífico cámper, era sólo la fachada de algo que en realidad estaba corrupto.

Es aquí donde entra el otro elemento digno de mención en El sonido del metal: la actuación. Durante el clímax, Riz Ahmed, nominado por al Globo de Oro, descubre que su novia, la encantadora Lou, la solidaria Lou, ha dejado de hacerse daño. El descubrimiento de esta realidad da un vuelco por completo en el modo de oír de Ruben. Y entonces él, por primera vez en su vida, sabe escuchar. Sale a la calle y, entre ruidos, mira a los niños que juegan. De pronto, ¡otro sonido de metal! Es una campana. En ella, el protagonista escucha lo absolutamente otro. Eso que algunos llaman “El Reino”. El porqué de todo el universo.

El sonido del metal está disponible en Amazon Prime.

AQ

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