Steve McCurry y Graciela Iturbide, dos iconos de la lente en la Ciudad de México

Doble filo

El estallido de color en las imágenes de uno contrasta con el blanco y negro de otra en dos recomendables exposiciones en la capital.

Ver estas dos exposiciones es un alucinante viaje sin escalas del blanco y negro al color o viceversa. (Museo Franz Mayer - MAM)
Fernando Figueroa
Ciudad de México /

En el Museo Franz Mayer se presentan a todo lujo un centenar de maravillosas fotografías a color de Steve McCurry (1950), en gran formato, donde no pasas si careces de tarjeta bancaria. El dinero en efectivo ahí no vale. Icons cierra el 13 de agosto.

En el Museo de Arte Moderno hay una exposición de 25 imágenes en blanco y negro de Graciela Iturbide (1942), en formato pequeño, donde pasas gratis si tienes credencial de maestro, estudiante o Inapam. Retratos para un ritual cierra también el 13 de agosto.

El viaje por el mundo de McCurry es fascinante porque domina la técnica fotográfica a la perfección y además es un gran artista. Que además tenga éxito comercial es un plus que le garantiza libertad para ir a donde desee. Ha viajado alrededor de 80 veces a la India, 30 a Afganistán y en muchas otras ocasiones a su lugar favorito: el Tíbet. Puede pasar varias semanas en trenes sin destino buscando una imagen porque, según ha dicho, “tienes que invertir tiempo para profundizar en una historia, de lo contrario, te quedas en la superficie”.

Como medio mundo sabe, el estadunidense saltó a la fama gracias a la fotografía que en 1984 le hizo a una niña afgana, Sharbat Gula, cuando ella tenía 12 años de edad y estaba en un campo de refugiados en Pakistán; al año siguiente fue portada en la revista National Geographic. Esa imagen tiene un lugar especial en la exposición del Museo Franz Mayer, como si fuera su Mona Lisa. Ahí la gente se toma selfies o posa para que algún conocido o desconocido haga clic en el celular.

Icons es una retrospectiva de McCurry que inicia con magníficos retratos de gente común y deriva en imágenes de todo tipo, desde niños budistas que juegan con pistolas de juguete y celulares hasta un humilde sastre que, sin perder la sonrisa, salva su máquina de coser en una inundación. Otras de sus fotografías famosas son el Taj Mahal al revés (reflejado en el agua mientras un hombre “duplicado” busca algo en el suelo) y “Pescadores en zancos”, tomada esta última en la costa sur de Sri Lanka; su magistral composición, al igual que en todas las imágenes que integran la muestra, hace difícil elegir cuáles son las mejores.

Las luces bajas en la sala crean un ambiente íntimo para realizar el recorrido. La curaduría es de la italiana Biba Giacchetti, quien ha trabajado con McCurry desde hace muchos años y, por lo visto, sabe cómo crearle un espacio de ensoñación. Casi la mitad de las imágenes tiene una explicación que puede ser escuchada mediante un código QR (aparte de tarjeta bancaria, hay que llevar celular con la aplicación correspondiente y audífonos propios).

McCurry vivió muchos años en Nueva York y el 11 de septiembre de 2001 pudo tomar ahí instantáneas del atentado a las torres gemelas. El par de imágenes de ese acontecimiento me remitieron a la visita que hice a la Gran Manzana, en noviembre de ese año, para correr el maratón enviado por Milenio Semanal.

Tal como ya habrán imaginado, al Museo Franz Mayer (atrás de la Alameda Central) llegué sin tarjeta bancaria y pude entrar gracias a la amabilidad de la señorita Isabel Ortega, quien iba adelante de mí y me ofreció ayuda luego de presenciar mi berrinche cuando nos dijeron en la fila que no había pago en efectivo. Gracias infinitas. Por cierto, tal restricción sí aparece en algún recóndito lugar de la página oficial de la exposición.

Retratos para un ritual

La mexicana Graciela Iturbide también tiene su foto icónica y no le pide nada a nadie. Se trata de “Nuestra señora de las iguanas”, que fue tomada en 1979, en un mercado de Juchitán. La artista viajó a Oaxaca invitada por el pintor Francisco Toledo y se quedó ahí una larga temporada. Ha dicho que la clave para realizar esa célebre imagen fue la complicidad con las mujeres de la región. La retratada, Sobeida Díaz, vendía esos reptiles vivos y traía un montón en la cabeza.

Retratos para un ritual se presenta en la pequeña sala Manuel Álvarez Bravo del Museo de Arte Moderno. Graciela Iturbide fue alumna de ese gran fotógrafo y en la exposición hay una imagen que ella le tomó a su maestro con la evidente complacencia de él. También hay autorretratos de Iturbide con pequeños animales sobre su cuerpo y otra imagen famosa: “Mujer ángel”, en la que aparece de espaldas una fantasmal indígena del desierto de Sonora, caminando hacia no se sabe dónde, con una radiograbadora portátil en la mano derecha.

La curaduría es de Carlos Segoviano, quien ha destacado que en las fotografías de Iturbide “lo aparentemente marginal, simple o sencillo termina teniendo un carácter extraordinario”.

Al igual que McCurry, Iturbide estudió cine en su juventud y luego se decantó por las fotos fijas. Desde siempre, ella se sintió a sus anchas en la fotografía en blanco y negro, al igual que Álvarez Bravo.

Por el contrario, McCurry ha dicho que sus maestros le sugerían hacer fotos comerciales en color y las artísticas en blanco y negro; no les hizo caso porque considera que “el color es imprescindible en muchos casos, es parte de las culturas y de las historias que uno cuenta”. Pese a eso, ha declarado profunda admiración por el trabajo en blanco y negro de Sebastião Salgado y Henri Cartier-Bresson.

Maratón de exposiciones

Me propuse visitar el mismo día las muestras fotográficas de Steve McCurry y Graciela Iturbide, pero el destino me hizo ver ¡cinco!

Llegué al metro Auditorio para de ahí caminar al Museo de Arte Moderno. En el trayecto por Paseo de la Reforma me topé con dos interesantes colecciones callejeras de formato gigante: Zoológico de Chapultepec. 100 años haciendo historia, con imágenes del Fondo Hermanos Mayo, de los Archivos Casasola y de otros artistas de la lente. Un elefante recogiendo algún alimento que le dejó uno de los visitantes, da una idea de cómo eran aquellos tiempos en blanco y negro. La gente estaba tan cerca de los animales que podían tocar la alargada trompa. Cierra el 9 de julio.

También empotrada en las rejas de Chapultepec se exhibe Sensaciones de Italia bajo el patrocinio de la embajada de ese país en México. La calidad de las imágenes es sobresaliente y le permite al peatón ver el Coliseo romano al amanecer, el Templo de Castor y Pólux envuelto en nubes blancas, surrealistas casitas sicilianas enclavadas en un cerro, evocativos canales venecianos y otras maravillas de esa nación. Igualmente cierra el 9 de julio.

¿Y la quinta exposición? Pues resulta que en el Museo Franz Mayer también se exhibe World Press Photo 2023 y ahí sí reciben pagos en efectivo, así que, ya encarrerado, la recorrí con cierto cansancio físico pero motivado por algunos buenos y otros excelentes reportajes premiados que muestran un mundo convulso y caótico, aunque con cierto halo de esperanza.

En los pasillos al aire libre del recinto conviven impactantes imágenes de la guerra de Ucrania, gente con enfermedades congénitas por el uso de agroquímicos en el cultivo de flores en Villa Guerrero, Estado de México; un niño de Asia Central que ha vendido un riñón para paliar la miseria de su familia; derrames de petróleo; las graves consecuencias del cambio climático en la economía de millones de personas; una violenta guerra contra las drogas; migrantes en busca de un futuro mejor y un largo etcétera. Finaliza el 2 de octubre (no se olvida).

El periplo lo realicé un día entre semana, con la Ciudad de México relativamente amigable. No me quiero imaginar las filas en sábado y domingo para ver la exposición “del cuate que fotografió a la niña de ojos verdes”, según le escuché decir a un joven que hacía fila para ver las imágenes de McCurry cuando yo iba de salida.

La muestra de Graciela Iturbide en el MAM no es de relumbrón, pero también tiene su magia.

En resumen: un alucinante viaje sin escalas del blanco y negro al color o viceversa.

AQ

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