—Hay algo malo con la humanidad, ¿estás de acuerdo? —me dijo una voz interior—. Y es por eso que inventamos a Jesucristo, ¿me explico?, como un antídoto, para ese mal congénito.
—De eso se trata todo esto de la Navidad, Charlie Brown—, me respondí.
—Exactamente. Toma este asunto de la Nochebuena, por ejemplo. Súbete.
—¿Qué tiene de buena? —me arremedé, dando el último sorbo a mi trago y fumando una gran bocanada de humo psicotrópico—. Sólo es un trinche pretexto para vender porquerías y atascarnos de alcohol. Pero vamos allá, sólo permíteme, ya que te vas a poner tan serio, encender el radio, están transmitiendo un especial de rocanrol navideño, en “La cocina del alma”, el programa de don José Hombre-lobo Agustín, en Radio Libre Aztlán/ Underground:
“Arrancamos con ‘Milky white way’, del disco de canciones cristianas de Elvis, aunque ya llegamos tan lejos que parece que sobreviviremos un año más”.
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—No cantes victoria, camarada. Ahorita que lleguemos te explico la operación.
—Sip, agarras el bulevar. Es por allá, wey, da vuelta a la izquierda. Y hazme el favor de no raspar más la carrocería, que todavía es la nave de tu jefe, nuestro padre, que en su morada bajo el mar aguarda soñando.
“Continuamos con The Who, y su ‘Christmas’, del Tommy (que, por cierto, tienen nuevo disco, en este agónico 2019, aunque huele a despedida)”.
—Das vuelta a la derecha, y luego otra a la izquierda, y ya llegamos. Tons qué, ¿quieres que les abra el portón de la iglesia, y la caja fuerte del cura?, porque sí junta buena feria ese pederasta infeliz. Dicen que está protegido por la maña, y siempre tiene una .45 cargada.
“Y ahora Sufjan Stevens y ‘Sister winter’, de sus discos de Christmas Songs”.
—¿Recuerdas el sueño del Santa Clos limosnero? Nos levantamos sonámbulos, y lo encontramos en el jardín, bajo el árbol de mangos. Éramos solo unos niños, y él era el viejo fetiche de la Coca Cola, pero convertido en teporocho. Y algo nos decía que Eso era Dios también, pero enfermo y decadente.
—Ahí fue donde mi papá nos alcanzó, y nos llevó de regreso a la cama.
—Ya vamos llegando. Entonces… ¿asaltamos primero la parroquia y luego la licorería o al revés?
—La parroquia, desde luego. Le prometí al camarada de la vinatería que este año no lo asaltaríamos, para variar. Le vamos a pagar, por varias cajas de alcohol y muchas despensas, con el dinero bendito del cura Melchor —y me respondí que okey—. Entonces llegamos a la pequeña capilla blanca, y forcé la cerradura, como el cerrajero de San Pedro, y mi conciencia entró en la iglesia, para realizar el asalto al cielo súbitamente…
—¿Que pasó, ya estuvo, apañaste todo?
—Sí, dejé al cura maldiciendo en piyama. ¡Arranca imbécil, que trae pistola y pantuflas!
—¡De pelos, ora si nos rayamos con una feliz Navidad! ¡Vamos por unas putas!
—Nonono, calma tus ansias… ¿Recuerdas el Sueño del Ropavejero? —y me respondí que sí, claro, “The Ragpickers dream” de Mark Knopfler, tú sabes, el jefe de Dire Straits, ya solista.
—Pues para surtir ese banquete de mendigos y pordioseros, además de a todos mis amigos, los animales extintos, y demás criaturas fantásticas que habitan este sueño y esa canción, es que hemos robado lo que robamos hoy, mi estimado. ¡Para darle su Navidad a todos esos miserables es que soñamos esta noche!
“Así que, finalmente, los dejo con Gavin Bryars & Tom Waits, acompañando a un gélido veterano sin hogar, con su melodía cíclica ‘Jesus blood never failed me yet’. ¡Salud!”
En corto.José Agustín Ramírez
RP / ÁSS