En La prisionera húngara, Susana Wein narra la historia de Minerva, una joven cuya vida se trastoca cuando descubre que su verdadero padre es Plotino Rhodakanaty, un anarquista griego que vive en las antípodas de su mundo, física y emocionalmente.
Sentada en una icónica librería de San Ángel, Wein reflexiona sobre su novela con una calma que contrasta con las pasiones desbordadas que atraviesan sus páginas. “Minerva no sabe lo que encontrará en México, pero está dispuesta a arriesgarlo todo”, explica en entrevista con Laberinto. La novela, ambientada a finales del siglo XIX, entrelaza las realidades históricas de dos mundos distantes con las inquietudes más íntimas de una mujer que busca respuestas.
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La historia de Minerva es el vértice donde concurren la identidad y la migración. Descendiente de una familia húngara que emigró a México en la década de 1920, Wein conoce bien las tensiones de pertenecer a dos culturas. Esa dualidad ha marcado su vida y, de manera casi inevitable, su narrativa. “Mis padres llegaron a México como inmigrantes, y siempre llevaban consigo una mirada de extranjeros”, recuerda. Es esa misma mirada la que guía a Minerva en su travesía: una extranjera en un país que desafía sus certezas, enfrentada a una verdad tan incómoda como reveladora.
La novela transcurre en una época de profunda transformación para México, un territorio que, por entonces, recién dejaba atrás sus guerras internas y comenzaba a gestar los cimientos de una nueva modernidad. “Es un momento en que México empieza a consolidarse tras años de agitación”, explica Wein, que traza un paralelismo entre la búsqueda personal de Minerva y el proceso de cambio que vivía el país. “Es un México que sorprende incluso a quienes lo habitan”, apunta. En esta tierra extraña, la joven húngara descubre que su historia —y su futuro—están atrapados en un entramado de expectativas y traiciones.
Al centro de la trama aparece Plotino Rhodakanaty, un personaje real en la historia mexicana. No obstante, en La prisionera húngara (Editorial Martínez Roca, 2024) adquiere dimensiones casi míticas. “Su lucha por los vulnerables me pareció fascinante”, confiesa Wein. “Su llegada a México y su papel como defensor de los campesinos y artesanos resonó conmigo. Sentí que había una historia que debía contarse”. Minerva, por su parte, emprende la búsqueda de un padre que jamás conoció, motivada por el deseo de entender quién es.
Pero no todo es lo que parece en la vida de Minerva. Su relación con el enigmático inspector Juan Pelegrino, quien la acompaña y desafía en igual medida, introduce una tensión que recorre toda la novela. “Él es un personaje lleno de ambigüedad”, comenta Wein. “Es una posible solución a los problemas de Minerva, pero también un obstáculo. El lector, como Minerva, nunca está del todo seguro de en quién puede confiar”. La figura de Pelegrino refleja el estado de incertidumbre de Minerva, atrapada entre dos mundos y dos tiempos.
La música de las palabras
Wein, quien ha dedicado gran parte de su vida al teatro, construye a sus personajes con una atención particular a la musicalidad del lenguaje. “Para mí, las palabras tienen ritmo, tienen sonido”, dice con la seguridad de quien conduce un ensayo sobre el plató. Formada bajo la dirección de Seki Sano y con estudios de traducción en Suiza, Wein domina el arte de dar forma a las emociones a través del diálogo. En La prisionera húngara, esa precisión se siente en los diálogos y en las descripciones, que evocan una época y un lugar con una notable economía de palabras.
El proceso de escribir esta novela, explica Wein, fue una peripecia personal. “Investigar sobre la vida cotidiana en el México del siglo XIX, aprender cómo se educaba, cómo se vivía, fue un viaje en sí mismo”, admite. En Tiempo mexicano... cuentos húngaros, ya había explorado las complejidades de la migración y la identidad. Estos temas se cruzan nuevamente en La prisionera húngara. Sin embargo, en esta obra la búsqueda es más íntima, más visceral. Minerva, a diferencia de los personajes de sus cuentos, no busca un hogar, sino una verdad.
“Al final, creo que Minerva solo quiere que alguien le diga quién es”, dice casi absorta en ese pensamiento. “No busca independencia, no busca revolución. Busca respuestas. Y creo que esa búsqueda es algo con lo que muchos pueden identificarse”.
En las manos de Susana Wein, la historia de una joven húngara que viaja a México en busca de su padre se convierte en una exploración universal sobre el anhelo de pertenencia, la lucha por la identidad y el precio que a veces pagamos por la verdad.
ÁSS