Yo digo: “¡nuestra sentimental amiga, la luna!
o quizá sea —fantástico, confieso—
el globo del Presbítero John
o, suspendida en lo alto, una vieja linterna
que ilumina al viajero en sus angustias.”
Y ella dijo: “¡Cómo divagas!”
Y yo insistiendo: “Alguien pulsa las teclas
de un nocturno exquisito con el que explicamos
la noche y la luz de luna; música que medimos
para dar cuerpo a nuestra vacuidad.”
Y ella entonces responde: “¿Hablas de mí?”
“Oh no, yo soy el que divaga.”
“Usted, Señora, es la perpetua cómica,
la perpetua enemiga de lo absoluto,
dando a nuestro cambiante humor el más ínfimo giro
con su aire indiferente e imperioso,
refutando de un golpe nuestra chiflada poética.”
Y ella responde: “¿de verdad hablamos en serio?”
Versión: Víctor Manuel Mendiola | Revisión: Eva Cruz
AQ