“¿A tu juicio…, eh…, existe el infierno?”

Reseña

En ‘Tango satánico’, László Krasznahorkai le entrega al lector una novela-desafío, nada es fácil ni está dicho, todo terminará por ser sorpresa.

László Krasznahorkai, escritor húngaro. (Foto: Gyula Czimbal)
Jovany Hurtado García
Ciudad de México /

Una de las cualidades de la literatura es que nos puede llevar a conocer territorios y personajes inimaginables. Las letras forman palabras, y estas a su vez construyen enunciados que describen cronotopos. La imaginación entonces nos transporta al espacio desconocido. Lo nombra y en ese acto lo vuelve real. Entonces la literatura es la máquina que nos lleva a otras dimensiones sin necesidad de movernos de nuestro cronotopo, nos desdoblamos y nos convertimos en ficción. Poblamos otros territorios y nos sentimos más anclados que a nuestra realidad. La literatura es puente y barco, depende del lector hacer la elección, el primero tiene camino de regreso; el segundo, no.

En estos días he leído un libro-barco Tango satánico (Acantilado, 2017) de László Krasznahorkai, escritor húngaro que escribe una de las literaturas más originales de la actualidad. Revitaliza con su prosa a la imaginación y exige al lector la concentración y el tiempo que demanda la literatura-filosófica que él va construyendo. Su originalidad lo ha llevado a obtener distinciones tales como el Premio Formentor de las Letras 2024, que valdría advertir es uno de los reconocimientos que permiten conocer a autores con pocos reflectores y con una obra profunda y original que exige ser leída.

Tango satánico es un desafío para el lector que se encontrará con un tiempo laberíntico, desquiciante y alucinante. La estructura está construida para no parar la lectura, no hay un punto y seguido al interior de cada capítulo, hay una búsqueda de la totalidad que extrae al lector de su realidad y le pide la concentración y la lectura sin pausas. El ritmo es lento pero nunca se detiene, logra llevar al lector a esa sincronía del tiempo donde cada personaje se presenta sin ocultar nada, se dejan llevar por sentimientos extremos que denuncian una constante inconformidad con su realidad, “Ni siquiera creemos que valga la pena esperar —continuó la mayor de las Horgos—. ¿Sabe usted?, a menudo se escurren los días, y nosotras aquí sentadas, comiéndonos las uñas, aguardando para nada. Hay veces que estamos a punto de enzarzarnos las dos, tan de los nervios nos ponemos. Además, pasamos miedo solas…”.

Conforme transcurren las páginas nos vamos encontrando con la descripción del perfil psicológico de cada personaje. El móvil de sus emociones se encuentra en la esperanza de salir de la explotación hacia un lugar mejor, persiguen una utopía, un lugar que no existe y donde aparentemente Irimiás los llevará. En torno a su carisma gira la esperanza de aquellos pobladores. La figura del líder-carismático es un juego-denuncia de lo que sucede históricamente en las naciones que son guiadas por personajes de esta calidad, ¿quién es Irimiás? ¿Traicionará a los demás? ¿Para que los quiere tener con él? ¿A qué regresa?

Aquel pueblo en penumbras se encuentra cerrado para el exterior. El transitar de los personajes recrea una realidad fantasmal, ¿es todo cierto o solo son fantasmas los que divagan por aquel pueblo? Y si todos han muerto, no se espera que llegue alguien y pregunte: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre…”. Ese pueblo fantasmal crea un diálogo con la tradición literaria “la sorpresa fue nuestra al verlos a todos ustedes de nuevo en este lugar, como si nada hubiera ocurrido… No negaré que me supuso una alegría volver a ver las caras de antaño, pero al mismo tiempo… no quiero ocultar que constaté con cierta preocupación que ustedes, amigos, siguen dando vueltas por aquí…”. ¿Quiénes son esos seres que reviven cada vez que hablan? ¿Su silencio sepulcral termina por convertirlos en fantasmas? ¿Cuál es su territorio de la memoria? Hungría, México, La Mancha, aquí es donde el tropos se une con el cronos dándole a la literatura su carácter de universal.

Krasznahorkai le entrega al lector una novela-desafío, nada es fácil ni está dicho, todo terminará por ser sorpresa. “Solo con las palabras soy capaz de determinar la estructura de los hechos que se producen a mi alrededor. Por el momento, sin embargo, ni siquiera intuyo lo que he de hacer. O me he vuelto loco…”. Las palabras cedidas a los personajes trasladan la lectura a un espacio kafkiano, donde todo parece un enredo sin fin. Los días y los eventos se sobreponen uno tras otro sin respiro. Las voces hablan y forman una novela polifónica donde el narrador omnipresente conoce todo, aunque parece no estar en todo. El replique de aquellas campañas es el llamado a entrar a ese pueblo lluvioso, frío y brumoso.

Los capítulos son una clave de lectura, la primera y segunda parte se componen de seis, número relacionado con lo satánico, pero la segunda nos habla del presagio al hacer el conteo de forma regresiva, traslada a un eterno retorno donde nada acabará porque quien narra tiene el poder de decidir sobre la vida de los demás, de sumergirlos en el barro, de detener las campanas, de regresar a todos a la explotación y hacerles creer que nada ha sucedido. Y entonces, ¿qué es el infierno? La pérdida de la esperanza, la cual László entrega al lector, para que la encuentre al recorrer una y otra vez el círculo que forma la melodía del Tango satánico.

AQ

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