Tipos duros | Un cuento navideño de Daniel Rojas Pachas

Ficción

Inusitadas metamorfosis, cambios climáticos, duros recuerdos familiares, el desamor y el destrampe juvenil concurren en estas historias.

" El pobre idiota se quedó mirando esa cosa inerte casi una hora"... (Brigitte Tohm)
Daniel Rojas Pachas
Ciudad de México /

En esta fecha el departamento solía estar lleno de luces y decoraciones, un tupido árbol y figuras de Santa Claus. Mónica insistía en dar vida al lugar contagiando su alegría. Desde la ventana puedo ver los departamentos contiguos, copias del mismo espíritu festivo, la odiosa tonada y el rojo verde parpadeando. En la cocina es fácil escabullirse e ignorar el barullo del tráfico. David solía quejarse de los compradores compulsivos, esos que a última hora llenan las calles con demencia. Recuerdo sus discusiones: es mejor comprar comida hecha y cenar lejos de todo, evitar las visitas e ir al centro hasta después de fin de año, ella insistía en salir de viaje, ir al sur y pasar unos días con sus padres —cambiemos de aire, repetía insistente—. No soy amigo de las aventuras, en eso me parezco a David. El muy pendejo me usó de excusa un par de veces. Ella siempre terminaba gritando —odio tu apatía, todo lo vuelves aburrido—. No me explico cómo duró tanto su relación. No me malentiendan, me gustaba Mónica. David apenas sale ahora. No contesta las llamadas, duerme mucho, a veces no come y me ignora. Lo escucho llorar en el baño, por más que intente ocultarlo, se nota que extraña los detalles. El otro día, al ordenar una repisa con libros y cosas viejas, encontró uno de los muñecos de nieve que Mónica no se llevó. El pobre idiota se quedó mirando esa cosa inerte casi una hora, lo juro, luego se dispuso a botarlo, sin embargo, lo colocó junto a la puerta, fue patético, lo abrazó, creo que hasta lo vi besar al muñeco.

Terminó destrozándolo por completo. Ayer estuvo horas frente al televisor en pijama, creo que se movió del sillón un par de veces, a mear y tragar, seguro que no se baña hace tres días. Pasó horas hipnotizado viendo esa película de un niño rubio que dejan solo en casa y pone trampas a los ladrones para defenderse. Todas las navidades con Mónica veían al jodido niño con su rifle, cómo no se aburren, pensaba. Reían a carcajadas y terminaban besándose. Esta vez ni siquiera parpadeo, los mismos chistes, las caídas y gritos, cero reacciones, parecía muerto. Acabó por dormirse viendo la del tipo atrapado en un edificio con terroristas y que termina con los pies cortados y saltando del tejado con una manguera atada a la cintura. Todas las putas navidades lo mismo. Con razón Mónica le pegó una patada en el culo. Hace siete años vivo con David, siempre me pareció un sujeto extraño, demasiado callado, pero eso me gusta, no se mete en mis asuntos, además, hay cosas peores que el silencio, antes de Mónica estuvo Sandra. Odiamos a Sandra. A veces temo que no se repondrá. Ya han pasado un par de meses, si lo hubiesen dejado en febrero, todo habría sido más sencillo. Estas son fechas complicadas, hay quienes se suicidan, otros terminan por enloquecer. Verlo tan desesperado me afecta. He considerado irme, pero sé que eso terminaría por destrozar al miserable. Es cierto que no me presta atención, aun así, mi presencia da estabilidad a su vida, soy parte de esa mínima constancia a la cual se aferra, tampoco soy joven, salir a las calles y buscar una nueva familia es un riesgo, no tengo el encanto de antes. Veremos cómo va la cosa hasta fin de año, mientras no haga otro numerito como el del muñeco de nieve y cambie mi arena día por medio, puedo soportar su hedor y que siga viendo los mismos estúpidos programas.

En corto.

Daniel Rojas Pachas

Dirige el sello Cinosargo. Autor de la novela Rancor.

RP / ÁSS

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