Aunque el mundo roto y ruidoso donde vivimos ha pretendido separar la unidad esencial de las cosas, la poesía —igual que la astrofísica— sabe que todo está comunicado de cerca y de lejos. Al pensar esta idea, Charles Baudelaire escribió, en uno de sus sonetos más recordados “Como distantes ecos que llegan confundidos [...] se responden perfumes, colores y sonidos”. Esta sensación de correspondencia profunda y avasalladora, la sentí todo el año después de haber visitado dos veces, a finales de marzo, la exposición retrospectiva Todo lo otro del gran pintor mexicano Germán Venegas.
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Desde la entrada, en el vestíbulo de la primera sala del Museo Tamayo, una Coatlicue-pirámide esculpida y pintada en madera (heterogénea masa azulosa-gris envuelta en un feroz resplandor rosa), hablaba con una voz violenta y, a la vez, grave; irónica y, al mismo tiempo, serena.
Era inevitable sentirnos sofocados e impelidos a seguir adelante. La secuencia de las imágenes, trocaba en la exposición a un discurso pormenorizado y preciso de cómo las formas de la estética precolombina, budista y del renacimiento italiano, encajan en las formas creadas en el arte voluble y destructivo del siglo XX.
La concordancia insospechada entre estas formas tan diversas de percibir el mundo, provocaba en el espacio del museo una extraña algarabía de voces moviéndose de un lugar a otro en diversas figuraciones. Todo inmerso en un tumulto gaseoso y vibrante. Primero, perfectamente bien definido y, después, fuera de foco, saltando del dibujo a la madera y de ésta a la pintura y de ahí hacia lo otro desconocido, a través del cubismo, el expresionismo y la abstracción.
Quizá por esta razón, una vez que habíamos comenzado a ver la retrospectiva, surgía, en medio del arte mexica, la cabeza de un Buda monumental. Dos epistemologías totalmente diferentes y alejadas, pero que Venegas nos hace ver que pueden con-vivir en el todo interior de la creación.
Así, pues, cuando bajamos a la segunda sala y quedamos anonadados por las múltiples variaciones ejecutadas sobre el Desollamiento de Marsias, de Tiziano, advertimos que ese segundo nivel de invención plástica también estaba ligado, no sólo con las formas del arte budista, sino con las del México antiguo. En realidad, lo que he estado tratando de describir es el impacto enorme, múltiple y desconcertante que provocó en mí —y estoy seguro de que en muchísimos espectadores más— el uso de eso que hemos llamado en el siglo XX “vasos comunicantes” y que en el XIX representó la sinestesia.
Estoy convencido de que una de las cualidades fundamentales de la exposición Todo lo otro de Venegas reside en mostrarnos la cercanía de esas realidades tan lejanas, la sinestesia no solo retórica sino psicológica que nos proponen todas ellas juntas. Y en este efecto de comunicación de lo impensado, Venegas ha creado un texto inédito y, desde luego, poético donde, como nos enseñó también Gerardo Deniz, los sacerdotes de Xipe pueden saludar a los ministros de Apolo en las escaleras de la pirámide. Error: no hay catálogo.
RP