'Todo sobre nosotras': una gran celebración de la vida

Reseña

Deseos, sueños conseguidos, caminos recorridos, frustraciones, culpas, triunfo: cuatro mujeres comparten una historia, pero cargan con el peso de su propia vida.

Mónica Lavín, autora de 'Todo sobre nosotras'. (Foto: Jesús Quintanar | MILENIO)
Beatriz Rivas
Ciudad de México /

Todo sobre nosotras (Planeta, 2019) no es todo (nunca puede serlo todo, ni en la Comedia humana), pero sí es sobre nosotras: nosotras... casi... todas; y ahí radica el encanto y la fuerza de esta novela.

Los elementos son simples, bastante cotidianos, de hecho: tres amigas del alma que se conocen desde la adolescencia: Alejandra, Carla y Nuria. La cuarta del grupo, Renata, está ausente (de esas ausencias que pesan mucho más que las presencias y que es, casi, el hilo conductor de la novela). No les diré por qué no está con ellas. El hecho es que deciden reunirse en Portugal para celebrar los 60 años de Alejandra, que vive en el campo, rodeada de naturaleza y viñedos. Y que festeja su cumpleaños cada 19 de septiembre (para quienes teníamos la edad suficiente en 1985, es una fecha que jamás podremos olvidar).

Las cuatro mujeres comparten una historia en común y, además, cargan con el peso de sus historias personales. Como todos.

Como dije antes, los elementos son sencillos. Si alguien decidiera llevar esta novela al cine, sería una película relativamente barata. Dos o tres escenarios, algunos flashbacks y grandes actrices, maduras y seguras de sí mismas. Pienso en mujeres naturales, que se aceptan y abrazan su edad, estilo Helen Mirren, Maryl Streep, Susan Sarandon o Blythe Danner. El arte de la película estaría (y el de la novela está) en los diálogos. En las conversaciones (las dichas y las escondidas: lo evidente y los secretos). Y en la empatía que la autora consigue con los lectores, a través de personajes tan logrados que parecen de carne y hueso. Tan tangibles, tan queribles, tan humanos.

Deseos, metas frustradas, sueños conseguidos, obstáculos, caminos recorridos, frustraciones, culpas, triunfos... saudades. Vino, coqueteos, brindis, risas, platillos, viajes, bailes y música, mucha música. Mujeres como somos nosotras o en las que se convertirán nuestras hijas: con arrugas de más o de menos, con esos kilos de los que siempre queremos deshacernos, con algunos achaques y, sin embargo, llenas de vida.

Hay quienes dicen que las coincidencias no existen. Leí esta novela en un vuelo hacia Nueva York. Como enviada por un hado, justo en la fila de atrás, venía una pareja de brasileños o portugueses que conversaban en ese idioma. Así que las palabras que leía se iban llenando de música y ritmo. Además, la novela que estoy escribiendo ahora mismo, tiene un invitado que se presenta desde la primera escena: el terremoto, aunque el mío es el de 2017 y Mónica eligió el del 85. Por si fuera poco, yo perdí a mi mejor amiga en 1997. Dulce apenas iba a cumplir 33 años y dejó a una hija de tres. Su ausencia me sigue doliendo. Mucho. Y aunque ustedes no me crean, su manera de ser era muy muy parecida a la de Renata. Como Renata, Dulce “se quedó eternamente detenida en el tiempo”.

El cumpleaños de Alejandra parece ser el disparador de la novela, pero la ausencia de Renata y el o los secretos que se guardó para siempre, constituyen el entramado de esta historia.

Es difícil ser mujer y no identificarse con alguna o con todas las protagonistas. Se hacen preguntas tan simples o complicadas como: ¿Cuándo podía decidir una sin tener que pensar en todos? ¿Cómo ser hija y esposa y amante y madre y profesionista y mujer sin descuidar nada? ¿Cómo pisar en tierra sólida pero permitiendo, también, el ablandamiento? ¿Cómo dar pasos firmes y sortear abismos? ¿Cómo reinventarse, reconfigurarse, en soledad o en pareja, con o sin hijos? ¿Huir del pasado es una tarea abandonable? ¿A fuerza se debe elegir entre ser héroe o mártir de un destino? ¿Todas las mujeres debemos navegar en las aguas profundas de la culpa?

Todo sobre nosotras toca temas que nos conciernen a todas y deberían ser del interés, también, de todos: “el placer que alborota los cuerpos”, “la bienvenida del deseo”, “el contento de la piel”, el compromiso, la decisión de ser madre soltera o de no ser madre en absoluto, el aborto, los años que se acumulan “como capas de cebolla: transparentes, imperceptibles” y hasta “los senos que han perdido su respingo”. También, ¿por qué no? habla sobre las maneras en las que se puede resucitar a una muerta. Sobre la brutalidad de lo absurdo, de lo absoluto, de la ausencia.

Entre silencios ligeros o pesados, copas de vino blanco o de oporto y confesiones añejas, las tres mujeres renuevan su pacto con la vida. Se apropian de sus historias, con todo y errores, para reinventarse y, de paso, reinventarnos a quienes las leemos.

Además de la pluma ágil, la manera de irnos dejando “picados” y la narrativa invitadora y precisa de Mónica Lavín, Todo sobre nosotras posee otras virtudes: nos habla de literatura y de la importancia de la ficción. Incluso, nos da algunas buenas recomendaciones, como leer a Rosa Beltrán, a David Toscana y a Ana García Bergua. También nos recuerda el poder de la música y, en eso, también tuve muchas coincidencias con la autora. La escena en la que las protagonistas se ponen a bailar, es deliciosa. Y casi fui cantando en mi mente o de plano tarareando todas las rolas, mientras leía. “Crimson and Clover”, “House of the Rising Sun” o “American Pie”, por ejemplo.

Finalmente, además del gozo estético de recorrer cada palabra, cada frase y cada página, de ver cómo el “polvo del pasado se vuelve presente”, Todos sobre nosotras me dejó lecciones esenciales que mucho necesito ahora, cuando me observo en el espejo (si es que logro ver algo sin lentes), cuando subo una escalera y mis rodillas rechinan, reclamándome, o cuando los pantalones de talla enorme ya no me cierran: “La juventud está idealizada”, “yo estoy a gusto ahora”, “disfruto estar conmigo” y “no necesito demostrar nada”. Lo mejor de todo es que aunque la muerte sea un personaje silencioso de esta novela, lo que nos deja, en esencia, es una deliciosa celebración de la vida. De la que ya transcurrió y de la que nos queda.

El final es delicado, como si llegara de “puntitas”, pero al mismo tiempo, es contundente. Y muy emotivo.

ÁSS

LAS MÁS VISTAS