I
Llegué antes de la hora pactada a nuestra cita en León, Guanajuato, y me quedé viendo a don Antonio Carbajal durante varios minutos sin que se percatara. Él estaba en su negocio dentro de un pasaje comercial y leía con mucha atención La sangre enemiga, de Luis Spota.
Cuando por fin me presenté, cerró el libro y habló maravillas acerca del escritor. Dijo que Spota tenía el don de atraparlo con su manera de contar historias, que había leído varias de sus novelas y muchos artículos firmados por el también periodista. Se declaró su admirador desde varias décadas atrás.
A quien yo admiraba no era a Spota sino al mejor portero del siglo XX en el área de la Concacaf, tal como se le reconoció oficialmente en su momento. Así que cambié de tema y le dije que él era un hombre predestinado por haber jugado, en 1950, en la inauguración del que en ese momento era el estadio más grande y famoso del planeta, el Maracaná.
Con la conmovedora sencillez que lo caracterizaba, La Tota comentó: “¡Nada más imagínate! Fue algo impresionante, con 200 mil espectadores gritando ‘¡Bra-sil-Bra-sil-Bra-sil!’ y teniendo en la cancha a rivales como Danilo, Barbosa, Ademir, Maneca, Jair, quienes conformaron una de las mejores selecciones que ha tenido ese país. Aunque nos golearon 4-0, yo tuve una buena actuación; paré como diez tiros difíciles.
—¿Qué tan frustrante fue aquella derrota?
No tanto. En aquel momento nosotros éramos semiprofesionales y países como Brasil o Uruguay estaban muy adelantados.
—¿Asistió como espectador a la final?
Sí, fue terrible para el público que estaba en el estadio. Cuando acabó el partido se hizo un silencio sepulcral y la gente lloraba. Entonces empezó un chipi-chipi que era como el llanto del cielo; a mí me gustó mucho la actitud de los uruguayos porque respetaron el dolor de los brasileños, casi no festejaron, tomaron la victoria con mucha dignidad.
—¿Qué recuerda de Suiza 54?
Como yo estaba enfermo, contra Brasil paró Salvador Mota (Antonio, del mismo apellido, fue el tercer portero de México en Chile 62 y México 70) y le metieron cinco. Contra Francia sí paré.
—¿La derrota contra los franceses sí le dolió?
Mucho. En ese partido pudimos haber ganado el primer punto en un Mundial. El juego estaba empatado a dos goles y en el minuto 88 nos marcaron un penal inexistente. Después de tantos años te diría que sí fue penalti, pero la verdad es que fue un error garrafal del árbitro.
—En Suecia 58 por fin ganan el primer punto.
Fue un empate a uno con el País de Gales. Acostumbrados a puras derrotas, ese empate nos supo a gloria.
—La selección mexicana que fue a Chile 62 era muy buena, ¿no?
Aunque no pasamos a la siguiente ronda, mucha gente dice que esa selección ha sido la mejor de nuestra historia, y creo que tienen razón. En la continuidad está la base del éxito. Estábamos muy identificados y sin voltear a ver al compañero ya sabías que alguien estaba ahí. También fue importante que en ese momento las campeonísimas Chivas estaban muy bien y eso se reflejó en la selección. Ahí estaban Sepúlveda, Villegas, Héctor Hernández, Isidoro Díaz y Chava Reyes, buenísimos jugadores. Perdimos 2-0 con Brasil, me anotaron nada menos que Pelé y Zagallo; también estaban Vavá, Didí, Garrincha y Amarildo.
Luego vino una dolorosísima derrota contra España; por una falla táctica nos anotaron en el último minuto. Nacho Trelles le decía a Del Águila que llamara a un compañero para jugar la bola cerca del tiro de esquina, pero Del Águila manda un centro, lo corta Gento, corre como demonio hasta nuestro terreno y centra. Yo le grito a Jáuregui que me deje la bola, no me escucha, trata de despejar con la cabeza, la toma Peiró y me fusila. Yo quería que me tragara la tierra. En el tercer partido le ganamos a Checoslovaquia, que luego fue subcampeón.
—¿Cómo recuerda su despedida en Londres 66?
Muy emocionante y triste al mismo tiempo porque, si le ganábamos a Uruguay, pasábamos a la siguiente ronda. Empatamos a cero por culpa del portero Mazurkiewikz y de los postes.
—¿Es muy ingrata la posición de portero?
Sí, porque ahí no se perdonan los errores. El que luce es el que mete los goles, pero mucha gente se identifica con los porteros. Jorge Campos es un ídolo.
—¿Cuál fue su mayor virtud bajo los postes?
Yo creo que la colocación y saber manejar a mis defensas. También se requería valor porque antes sí eran balones, no las pelotitas de ahora. Cuando estaban mojados los balones, luego de un disparo la correa se te quedaba marcada en el pecho.
—¿Nunca recibió ofertas para ser portero en el extranjero?
Sí. Santiago Bernabéu me quiso llevar al Real Madrid y también tuve ofertas de equipos brasileños, pero no acepté. Quizás fue un error, una tontería romántica, quise darle todo mi esfuerzo al país que tantas oportunidades me brindó. Yo jugué 16 años con el León, nada más imagínate aquello.
—¿Y El Cinco Copas nunca se las tomó?
Cuando jugaba bien, me premiaba con una o dos copitas; si jugaba mal, me castigaba con pura agua. Así debe ser todo en la vida. El vicio que sí tuve fue el cigarro, llegué a fumar en el medio tiempo como jugador. Lo dejé ya como entrenador porque uno de mis hijos me preguntó si no me daba pena salir fumando en la tele.
—¿Qué piensa de los federativos mexicanos alguien con tanta experiencia como usted?
Nosotros jugamos con los pies y ellos hacen las cosas con las patas.
—¿Y del papel de las televisoras en nuestro futbol?
¡Híjole!, no quiero pensar que se llegue a alinear a alguien en un Mundial porque así lo pide determinada empresa o anunciante.
II
Luego del fallecimiento de Antonio Carbajal, el 9 de mayo pasado, se dijo erróneamente en algunos medios de comunicación tradicionales y en las redes sociales que, dentro de la ficción, él había sido jugador de las Chivas rayadas de Guadalajara. No fue exactamente así.
La Tota participó en la cinta Los fenómenos del futbol (1964), de Manuel Muñoz y Alberto Mariscal, con las actuaciones estelares de Antonio Espino Clavillazo, Sara García y Kitty de Hoyos. La historia fue escrita por José María Fernández Unsaín y la adaptación corrió a cargo de Víctor Manuel Castro y Fidel Ángel Espino.
En esa película, Clavillazo se llama Rogaciano, un jugadorazo de las Chivas que hace mancuerna en la cancha con su hermano ¡Salvador Reyes! La mamá de ambos es doña Pancha (Sara García). También aparecen otras leyendas del campeonísimo Guadalajara como Héctor Hernández, Isidoro Díaz, Guillermo Tigre Sepúlveda y Jaime Tubo Gómez, todos ellos interpretándose a sí mismos.
En una escena los jugadores de las Chivas le agradecen a Carbajal que haya aceptado entrenar con ellos como invitado, pero él no participa en ningún juego del Guadalajara. Más adelante, las estrellas del Rebaño sagrado forman parte de la Selección Mexicana y se encuentran nuevamente con La Tota, algo similar a lo que sucedió realmente en el Mundial de 1962.
III
Además de haber sido un gran portero en el Club España, León y la Selección Mexicana, Antonio Carbajal se destacó como un entrenador que motivaba al máximo a sus equipos (León, Unión de Curtidores, Atletas Campesinos, Atlético Morelia) y eventualmente un comentarista de televisión muy claridoso. También dedicó buena parte de su tiempo al apoyo de niños y adolescentes con problemas de drogadicción y fue un jefe de familia muy querido por los suyos. Seguramente ya le quitó la titularidad a San Pedro en la portería del cielo católico y desde allá vio cómo las Chivas dieron el aztecazo para colarse a la final del futbol mexicano.
AQ