Truman Capote revolucionó la literatura haciendo un periodismo que en sus manos se convirtió en escritura creativa, en una sonda que exploró el alma humana en sus profundidades más abisales. A sangre fría, la novela que le consagró como uno de los grandes autores de la literatura estadunidense del siglo XX, bautizada por él mismo como una non fiction novel, es no solo el retrato de una familia brutalmente asesinada, y de los dos psicópatas que perpetraron el crimen, sino una nítida visión de la doblez de la vida estadunidense. La novela fue publicada en 1966 y se convirtió de inmediato en un clásico que, paradójicamente, acompañaría a su autor como una especie de fantasma que acabó hundiéndolo en una vorágine de inseguridades que, como afirma el editor español Julián Viñuales, minaron su ánimo y lo arrastraron a una especie de depresión crónica de la que no llegó a recuperarse nunca.
Con motivo de su centenario natal —el 30 de septiembre—, el sello editorial Libros del Kultrum ha exhumado la biografía coral del inmortal novelista y periodista, inédita hasta ahora en lengua española, titulada Truman Capote, de George Plimpton, trenzada a partir de la secuenciación cronológica de las remembranzas y confidencias vertidas por —y, en algunos casos, no sin cierta dificultad, extirpadas a— quienes lo encumbraron, padecieron, amaron, soportaron, defenestraron y, en última instancia, sacrificaron en el altar del más impío de los ostracismos, de Lauren Bacall, Gore Vidal, Harper Lee, Kurt Vonnegut, Gianni y Marella Agnelli, Norman Mailer, Joan Didion, Stephen Sondheim, a John Huston, Arthur Schlesinger, Mia Farrow, John Kenneth Galbraith, Frank Sinatra, Paul Bowles, y un largo etcétera.
Como explica Viñuales en entrevista con Laberinto, Plimpton ordenó estas voces para componer la biografía de Truman Capote como una apasionante historia, acompañando toda la vida del escritor, desde su infancia sureña y los primeros días en Nueva York, con los éxitos literarios Otras voces, otros ámbitos, Desayuno con diamantes y A sangre fría, hasta sus años como miembro del jet set y los días de su declive artístico y su aislamiento.
Director literario de Libros del Kultrum, Viñuales dice que lo más interesante que aporta la biografía de Plimpton —fuente principal de la que se nutrieron el documental The Capote Tapes y el largometraje Historia de un crimen—, y, a diferencia de la biografía canónica de Gerald Clarke, a la que critica sus pretensiones moralistas, es que ofrece al lector a un Truman Capote “tal y como es”, no tratando de imponer una versión propia o personal, sino a través de los testimonios de todos cuantos frecuentaron al autor de Desayuno en Tiffany’s desde su más tierna infancia hasta su decadencia. “Lo que hace muy bien Plimpton, un maestro de la biografía coral y oral, es trenzar y remezclar el orden cronológico para verter las conversaciones que tuvo con los grandes nombres de la intelligentsia, la aristocracia de ambos lados del Atlántico, codeándose con lo más granado del cine, la literatura, los negocios, gente que vivió en la época en que Capote se convirtió en actor principal, y a la que más tarde decidió enfrentar. Quizá Capote nunca llegó a recuperarse de la pérdida de una madre a la que no llegó a conocer bien ni a disfrutar, y acabó proyectando la culpa en toda esa gente. Su obra final, inconclusa (Plegarias atendidas), puede verse como un acto de venganza mediante el cual culpa a todos lo que le acogieron y le abrieron las puertas de su casa y de sus vidas”.
Y es que la madre de Capote, agrega el editor, “fue una mujer obsesionada con abrirse camino entre la gente más sofisticada de Nueva York. Consciente de que no puede hacerlo, acaba poniendo fin a su vida. Ya es una mujer casi sin vida, sin aceptación. Lo que George Plimpton hace muy hábilmente es reunir una serie de recuerdos, opiniones, semblanzas, crónicas, memorias, en los que Truman Capote es protagonista en diversos estadios de su vida, y deja las conclusiones a criterio del lector. A diferencia de Gerard Clarke, quien se permite juzgar determinadas decisiones en la vida de Capote, Plimpton ofrece una especie de retablo de lo que recuerda todo el mundo para que el lector sea quien trace su propio retrato, habiendo, como hay, versiones contradictorias sobre algunos hechos. Ese ejercicio de contención es ejemplar para quien aborda a un personaje a través de su biografía”.
Por otro lado, desde esa óptica coral la biografía de Plimpton refleja un prisma muy novedoso del personaje; ofrece aspectos que, hasta el momento en que se publicó originalmente en inglés, en 1997, no se conocían. Viñuales destaca que incluso la edición en francés, de 2009, es una edición de la que se expurgaron muchísimos fragmentos de las conversaciones que la componen. “Y no solo se expurgaron fragmentos y capítulos, sino que se eliminaron dos capítulos enteros: una especie de ensayo de James Dickey sobre un aspecto muy curioso de Truman y su incapacidad para centrarse en un asunto en concreto, y otro que habla sobre los personajes secundarios que conforman la trama de A sangre fría y que tienen cosas interesantísimas qué decir a propósito de esa tragedia. Así que en esta biografía de George Plimpton no hay pretensión de sentar cátedra o de ofrecer una visión concreta del personaje, y sí una labor encomiable de investigación a nivel de documentación y de recabar cuantos más testimonios posibles (casi 120) sobre las historias y rumores que tuvieron qué ver con la vida de Truman Capote”.
Al dar voz a la gente que lo conoció más de cerca, lo mismo gente que lo amaba que gente que lo detestaba, gente que lo encumbra o que no quiere ni verle, se compone una amalgama de testimonios, recuerdos y opiniones que muestran al personaje con sus luces y sombras. “Aquí tenemos a Truman Capote al desnudo, y cuando digo al desnudo me refiero a un personaje desnudado por quienes mejor le conocieron, trataron y estuvieron a su lado en los mejores y peores momentos de su vida, lo que, como documento de época, tiene un valor maravilloso”.
La vida de Truman Capote es un coctel de ingredientes entre los que se mezclan el alcohol, las drogas, la fama, la homosexualidad y una gran sensibilidad y un genio para captar los matices de los personajes que trata, en su mayoría gente de carne y hueso con la que tuvo relación. Al respecto, Viñuales expone que llama la atención un aspecto especialmente triste. “Truman Capote es un auténtico genio que es consciente de la grandeza de sus presupuestos estéticos y que, sabiéndose un escritor de esa importancia y casi asumiendo la paternidad de lo que algunos han dado en llamar literatura de no ficción, sucumbe al terror de pensar que, habiendo como cree haber inaugurado un nuevo género, le puede la inseguridad de no estar a la altura de su obra. Eso acaba minando su ánimo y lo arrastra a una depresión de la que no llega a recuperarse. Es esa especie de vértigo ante el reto de verse obligado a estar a la altura de lo que ha conseguido con A sangre fría lo que le lleva a pensar que quizá no sea capaz de dar más de sí mismo. Y esa duda, que se va convirtiendo en una obsesión, acaba con él, más allá incluso del ostracismo al que le condenan sus amigos y sus presuntos conocidos. Así que el hecho de haberse creído un genio y uno de los mejores escritores de su generación, lo hace consciente de que quizás eso no ha sido más que un destello, una chispa, y que ya no puede dar más de sí”.
Por otro lado, Capote es consciente de que está descubriendo, a través del periodismo, nuevos caminos para la creación literaria, dándole al género una condición de primera clase cuando hasta ese momento el periodismo era considerado un género de segunda. En ese sentido, Viñuales considera que “Truman Capote reivindicó la labor periodística como materia literaria, buscando esa especie de reconocimiento que se le había negado como fuente de inspiración y materia digna de ser tratada en esos términos. Eso también es algo que, en paralelo, se le hace difícil sostener, sobre todo a la luz de un contexto en el que el periodismo es visto como un medio de subsistencia al que recurren los escritores cuando no tienen posibilidades de hacer nada más. Y eso le afecta tanto como el hecho de saberse algo así como un visionario que está abriendo las puertas a un nuevo género. Ese complejo de inferioridad, esa sensación casi ridícula y absurda que le obsesiona, acaba haciéndole mucho daño”.
Viñuales relata varios aspectos que sorprenden, aspectos de los que se ha hablado poco. “Por un lado, llama la atención cómo vive su infancia de manera tan torturada, alejado de su madre, sin referentes familiares cercanos, lo que hace que se sienta, incluso ya bien entrada la adolescencia, un tipo impedido a nivel emocional y con una suerte de taras y dificultades propias de quien no he tenido la atención de sus progenitores, lo que convierte a esos años de su más tierna infancia en un periodo que se conoce muy poco. Por otro lado, es muy interesante ver cómo un creador, cómo un escritor puede llegar a ser tan consciente de la importancia de lo que hace como creador y como artista, y de cómo eso se presta a otra lectura: cómo alguien con un ego tan desaforado puede llegar a pensar que es el inventor de algo como la literatura de no ficción, que es un genio, y después cómo se siente abandonado por la gente a la que se acercó, a la que alabó y de la que ha ido aprovechándose, y cómo llega a sentirse víctima de una gente a la que ha traicionado y apuñalado por la espalda y de la que espera cierta misericordia”.
En última instancia, como expone Julián Viñuales, hay que considerar la vigencia de Truman Capote, fallecido el 25 de agosto de 1984, desde un punto de vista puramente literario, “subrayando que la literatura de no ficción ni empieza con Capote ni desaparece con él, pues es algo que ha ido ganando preeminencia e importancia durante todos estos años. Y, sin embargo, lo que sí consigue Capote de manera muy singular es elevarla como muy pocos otros autores han conseguido. Eso le convierte en un autor que, a diferencia de muchos otros coetáneos que también cultivaron la no ficción, es un firme defensor de esa aproximación a la creación literaria. En ese sentido, es un caso singular. Por muy pretensioso y hasta absurdo que pueda sonar referirse a Truman Capote como un clásico, lo es, y forma parte del canon literario de la literatura de la segunda parte del siglo XX. Por eso es importante recordar tanto la vida como la obra de un personaje que quiso verse a sí mismo como un rupturista y que creía en las posibilidades de una aproximación original a la literatura, y que finalmente se precipitó por las simas de la depresión de una manera terrible y sin el valor, o el coraje, para darse una oportunidad y volver a intentarlo. Porque yo creo que el miedo le atenazó al final y ya no pudo avanzar”.
Esplendor y caída
“Truman quería que la mitad de sus cenizas se quedaran en Los Ángeles, y la otra, en Nueva York. En la funeraria hicieron dos urnas. Una tenía la forma de un libro de latón y la otra era una urna sencilla de metal. Su amigo Jack Dunphy se fue con el libro. Creía que se llevaba todas las cenizas. No lo supo hasta que apareció en ’People’ una foto de la habitación de Truman con la urna en la mesita de noche. Jack no me volvió a hablar”, confiesa su amiga Joanne Carson, a la que le robaron los restos en una fiesta de Halloween.
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Sus adicciones no dejaron que sus pinitos en el cine salieran bien. El guion de la película ’El gran Gatsby’ lo firma Francis Ford Coppola, pero en un inicio lo haría Capote. Durante semanas ocupó ese puesto. “Jamás debería haber aceptado ese trabajo, porque estaba enfermo. Los estudios siempre presionan para ver cada página. Truman me enviaba todo en cintas grabadas: se notaba que estaba en mal estado. Pese a todo, había destellos de brillantez”, reconoció el director, Jack Clayton. Un día intentó suicidarse y Clayton lo echó. “No estaba en sus cabales”.
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“El declive comenzó cuando terminó ’A sangre fría’, porque pensó que jamás podría igualarlo”, establece la editora Pearl Kazin. Sus visitas a Studio 54 y otros bares eran cada vez más frecuentes. “Salió de la estancia y volvió con un gran vaso de cocaína. Aquello debía valer 10 mil dólares. Aun cuando estaba cocido, seguía siendo fascinante”, concluye la columnista Liz Smith, que en un artículo alertó al jet set que Capote se disponía a revelar sus secretos en su próximo libro.
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El periodista de Hollywood George Christy recuerda que “Truman llenó la primera presentación de ’A sangre fría’. Entró dando grandes zancadas, se dio una vuelta para que todos pudieran verlo bien, se puso las gafas y se encogió de hombros: ‘Bueno, aquí se acaban las frivolidades’”. El compositor Red Rorem no olvida los comentarios que el autor dedicó a los protagonistas del libro meses antes de su publicación. “Dijo: ‘No puede publicarse hasta que no sean ejecutados, así que estoy impaciente’ ”. La escritora Kathleen Tynan lo sustenta: “Se acababa de tomar la decisión de que los colgaran y Truman empezó a dar saltos de alegría”.
De la biografía Truman Capote, de George Plimpton, traducida por José C. Vales. Se publican con autorización de Libros del Kultrum.
AQ