Ulular: el gozo feroz

Bichos y parientes

Siempre marca un momento concluyente, una victoria, un sacrificio; es también una incitación a participar con ellas, entre ellas. No incluye hombres.

"Los ululares salieron del cuerpo, con un sonido cuya sonoridad no puede ser replicada ni imitada por hombres". (Foto: Avelina Martínez)
Julio Hubard
Ciudad de México /

Dar gritos o alaridos, dice el diccionario de la RAE, y que viene del latín, nada más; el diccionario de Corominas remite la voz “ulular” a la entrada de “aullar”, la llama cultismo y reciente, de finales del siglo XIX. En ninguno de los diccionarios vienen los sustantivos “ululación” y “ululeo”, que sí están en Wikipedia, junto con el árabe “zagruda” (o zaghrouta) y designan un llamado peculiar, más trino y canto que grito o alarido, porque la voz debe ser controlada en su tonalidad aguda, mientras la lengua se mueve de un lado a otro, o de arriba a abajo, detrás de los dientes, en la misma posición de pronunciar la letra L. En YouTube hay decenas de ejemplos si se busca en inglés: ululation, desde las escenas majestuosas de las mujeres que celebran la marcha de los guerreros, en Lawrence de Arabia, hasta la comparación de las técnicas sudanesas, argelinas, marroquíes, iraníes. Las sociedades islámicas han conservado y usan frecuentemente sus zaghareet (plural de zaghrouta).

Descuido dos veces curioso: una, porque el español está tinto de arabismos, pero nada quedó de aquellas voces que señalaban acontecimientos importantes con el ululeo de las mujeres; dos, porque “ulular” pareciera ser un préstamo directo del latín ululare, sin tener que remitirlo al aullido. Las culturas de herencia occidental, o cristiana, perdieron durante siglos un recurso que no sólo existía sino que abundaba en griego y en latín.

Lo escuché por lo menos cuatro veces durante la marcha del domingo pasado, proferido por distintos grupos, incluso por uno de encapuchadas. Un ululeo feroz y festivo, al mismo tiempo.

Ya había elogiado la suposición de Samuel Butler, después extendida por Robert Graves: la Odisea es obra de una mujer. Hay muchos indicios, con mucha más miga, pero sumo este otro: el verbo ololyzô (ὀλολύζω) no aparece en la Ilíada, pero está varias veces en la Odisea. Pedro Tapia traduce consistentemente: “ulular”. En la literatura griega existe un verbo muy semejante, alalazô (ἀλαλάζω), que se usa para los gritos de los guerreros y los aullidos de los ejércitos, pero el ololyzô es un sonido que producen las mujeres. Pasa al latín como ululatio. Cuando Dido hizo el amor a Eneas, “ulularon las ninfas en las cumbres de los montes” (IV, 167).

Dudo mucho que estos cuatro grupos de la marcha, muy distintos entre sí, hubieran aprendido a ulular por la efímera influencia de Shakira, durante el intermedio del Super Bowl. O será que quiero creer que es una voz que nunca murió del todo y que resurge, entre influencias árabes, y restaura un recurso clásico que las occidentales habían olvidado.

El ululeo muchas veces indica gozo y júbilo, y no siempre de modo sencillo; puede ser torvo, oscuro, furioso, como casi al final de la Odisea, cuando Euriclea, la anciana nodriza, vuelve al palacio y se encuentra con todos los cadáveres de la matanza que han dejado Ulises y su hijo:

“Cuando ella miró los cadáveres y la sangre innarrable,/quiso ulular de júbilo…/ mas Odiseo la detuvo y contuvo, aun estando deseosa:/ En tu alma, anciana, goza, y contente, no ulules de júbilo;/ no es piadoso jactarse sobre hombres que están acabados”.

En el teatro aparece muchas veces y, notablemente, en la conclusión de una comedia y una tragedia. En Los caballeros, de Aristófanes, al resolverse los entuertos, el Morcillero incita al coro: “¡Ululad ante la aparición de la antigua Atenas, la admirable y cantada en mil himnos!”. En un tono completamente contrario, al final de la trilogía de Orestes, que cierra uno de los más notables episodios en la historia humana: el cambio de la inescrutable justicia de los dioses por una justicia de la deliberación, la racionalidad y el juicio. Cuando Atenea ha convencido a las erinias de soltar a su presa y aceptar un nuevo orden del mundo, las invita: “Graciosas, favorables a la tierra, únanse a nuestra marcha de antorchas, y ululen y dancen con nosotros”.

Es júbilo, gozo, a veces feroz, pero siempre marca un momento concluyente, la consumación de algo, una victoria, un sacrificio, la muerte o el nacimiento de otra era. Es también una incitación a participar con ellas, entre ellas. No incluye hombres. El domingo pasado, las mujeres marcaron el final de algo, el comienzo de otra cosa. No con consignas ideológicas, que con el tiempo serán lo de menos. Los ululares salieron del cuerpo, con un sonido cuya sonoridad no puede ser replicada ni imitada por hombres. No desplazan ni quitan a nadie, pero es un cambio de lugar.

SVS​ | ÁSS

LAS MÁS VISTAS